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Un cura en el banquillo por desplumar a una anciana

El fiscal pide 14 años de cárcel para un gestor de geriátricos

El sacerdote Benigno Moure, presidente de la Fundación San Rosendo que se dedica a la asistencia a la tercera edad, declaró ayer ante el juez acusado de los delitos de estafa, falsedad documental y apropiación indebida de 600.000 euros depositados en las cuentas bancarias de una anciana residente en uno de sus geriátricos, María Vázquez Covela. Moure, que se negó a contestar a las preguntas de la acusación particular, proclamó su inocencia. El fiscal pide para él 14 años de prisión.

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La Fundación San Rosendo, que preside desde sus inicios, hace 16 años, Benigno Moure, es una entidad "sin ánimo de lucro" que este año tiene un presupuesto de 43 millones de euros. Actualmente gestiona 54 centros sociales en Galicia, de los que 48 se dedican a la atención de cerca de 3.000 residentes de la tercera edad. Posee además cuatro hoteles y tres balnearios.

Durante una intervención en la que contestó a casi todas las preguntas del ministerio fiscal con continuos "no sé", "no recuerdo", reconoció que el patrimonio (en pisos y fincas) y el dinero de las cuentas de la anciana, ya fallecida, fueron traspasadas a la fundación que él preside. "Pero yo no me quedé con nada", matizó. María Vázquez firmó un documento por el que hizo a Moure "dueño y titular de sus cuentas" en las que la residente tenía más de 600.000 euros que pasaron así a engrosar el presupuesto de la Fundación San Rosendo.

En el momento en que se produjeron los hechos por los que el sacerdote está imputado, en 1999, la anciana llevaba un año declarada legalmente incapacitada por un juez, diagnosticada con "demencia senil incipiente", según se puso de manifiesto en el juicio que se inició ayer en la Audiencia Provincial de Ourense. El notario que dio fe de esta acción está igualmente imputado en el caso.

Los testigos que declararon ayer, compradores todos ellos de fincas y viviendas de Vázquez Covela, reconocieron como vendedor de las propiedades a Moure, quien, según señalaron, cerraba las operaciones de compraventa acompañado de otro cura del que ayer sólo se despejó su nombre: Antonio. "Sé que era cura porque llevaba alzacuellos", especificó uno de los compradores. Todos ellos eran conscientes de que adquirían los bienes a la Fundación y varios aseguraron que al cerrar la operación "el cura Antonio contaba el dinero".

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