El cambio climático pone en peligro la seguridad alimentaria
Producir alimentos para un planeta cada vez más poblado y caliente será uno de los retos más importantes del siglo XXI
El incremento de la temperatura en más de tres grados centígrados para mediados de siglo traerá consigo la disminución de la capacidad productiva de la tierras cultivables que podría ocasionar una catástrofe alimentaria entre las más de 3.000 millones personas que vivirán en las cercanías del ecuador del planeta, según la información recogida en un especial de la revista Science (12 de febrero de 2010).
"Estamos evaluando una disminución en la producción agrícola del 20% al 30% en los próximos 50 años para los campos entre las latitudes del sur de California o de Europa hasta Sudáfrica", ha comentado a EL PAíS David Battisti, profesor de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Washington.
Aún sin un clima más cálido, el crecimiento de la población mundial en más del 30% antes de 2050 representa un notable desafío que obligaría a duplicar la producción de granos en las zonas tropicales.
Más de 60 investigadores de 14 países son los autores del especial de Science en el que se recalca la necesidad de que los líderes del mundo "cambien drásticamente sus nociones" de este problema, lo que implica superar el temor popular a usar la biotecnología agrícola, incluida la producción de alimentos genéticamente modificados. Hay que usar "la mejor ciencia posible", han afirmado.
Nina Federoff, consejera de Ciencia y Tecnología de la Secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, y autora principal del artículo Repensando radicalmente la agricultura para el siglo XXI, ha expresado que su preocupación crece cada vez más porque todavía "no entendemos lo que implicará alimentar a una población en crecimiento en un planeta que se calienta".
Matthew Reynolds, jefe del departamento de Fisiología del Trigo del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), ubicado al norte de México, y coautor del mismo estudio, ha dicho que algunos de los alimentos y cosechas más importantes disminuyen su fibra y valor nutricional de forma drástica a temperaturas superiores a los 30 grados centígrados.
"Entre otras razones, esto se debe a que la fotosíntesis de cosechas templadas importantes alcanza su grado óptimo a temperaturas de 20 a 25 grados, pero con el incremento de la temperatura las plantas se desarrollan rápidamente dejando menos tiempo para la acumulación de carbohidratos, grasas y proteínas, que constituyen la mayor parte de las frutas y granos".
Pero el incremento de la temperatura es sólo uno de los factores, a los que habría que añadir la pérdida de suelo cultivable por el crecimiento de las ciudades, la salinización de suelos, la desertificación, así como la escasez de agua y el agravamiento de otros problemas como las plagas.
"Necesitamos aumentar urgentemente la inversión en la investigación agrícola y arrojar luz sobre los probables impactos negativos del cambio climático", ha recalcado Reynolds. "Esto debe abarcar una aproximación orientada a los impactos a través de una amplia gama de áreas, como cultivos y manejo de recursos naturales, fitomejoramiento de cultivos, desarrollo de sistemas de cultivo alternativo, etcétera".
Gracias al desarrollo de nuevas variedades de granos, el uso de fertilizantes y de novedosos sistemas de riego sucedido durante la Revolución Verde, a fines de la década de los 50 y en los 60 en México, el máximo incremento de la producción agrícola fue del 2% anual durante 20 años, pero los expertos consideran que se necesitará ese mismo pico de crecimiento de forma sostenida durante los siguientes 40 años.
Según un estudio realizado por Marquer Tester y Peter Langridge, del Centro Australiano de Genómica Funcional de Plantas, a pesar de su seguridad y eficacia, la producción de alimentos genéticamente modificados (GM) son un campo de investigación activo, pero restringido en muchos países por factores políticos y bioéticos.
Con el descubrimiento y la caracterización no sólo de genes sino también de promotores y marcadores moleculares, estima que se obtendrán mecanismos espaciales y temporales exactos y estables, que controlen la expresión de los genes modificados de las plantas. Por ello, Tester y Langridge consideran que en el futuro las tecnologías transgénicas serán utilizadas en cada vez más alimentos. "En 2008, las cosechas GM crecieron en más de 120 millones de hectáreas en 25 países, de los cuales 15 eran países en vías de desarrollo", han afirmado. "El mundo ha consumido estos alimentos por 13 años sin ningún incidente".
Otro aspecto a resaltar es el uso de técnicas moleculares convencionales de fitomejoramiento que permitan obtener una mayor variabilidad genética de cultivos que se adapten a temperaturas cada vez más altas, con menos agua y con pocos insumos agrícolas.
"Se necesitarán nuevos acercamientos, nuevos métodos, nuevas tecnologías, quizá incluso nuevas cosechas y nuevos sistemas agrícolas".
"Los mariscos son una fuente de proteína significativa para casi 3.000 millones personas en el planeta y es un negocio que sustenta a más de 560 millones de personas. Pero la falta de una política coordinada internacional amenaza las fuentes globales de mariscos", señala otro de los artículos de Science, en el que ha participado Luis Bourillón, científico marino de la Asociación Comunidad y Biodiversidad de Sonora, en México.
Las industrias pesqueras sostenibles pueden mejorar la seguridad alimentaria global; sin embargo, muchas de ellas han sido sobre explotadas, entre otras razones, porque muchos de los países en vías de desarrollo que exportan sus mariscos a precios bajos consiguen ventajas a corto plazo pero dañan las perspectivas de continuidad y sostenibilidad en el largo plazo.
Bourillón ha dicho que, para contar con un buen manejo pesquero sostenible, se requiere la participación de comunidades de pescadores, de los gobiernos y de investigadores, como el desarrollado en las costas de la península de Baja California, donde 500 pescadores organizados en nueve cooperativas producen langosta silvestre para exportación.
El investigador, quien ha trabajado con estas comunidades, considera que hay un buen manejo comunitario de la pesquería donde las cooperativas tienen el control -junto con el Gobierno- de la zona de pesca: "Pero para ello se requiere certidumbre política, jurídica y comercial, donde se determinen los derechos de propiedad comunitaria y se cumplan los más altos estándares ambientales a nivel internacional".
Bourillón afirma que, para contar con una pesca sostenible, se debe propiciar el balance entre el mercado interno y el externo, así como entre la acuacultura y la pesca en mar abierto. Sin embargo, considera que cambiar el paradigma que sostiene el acceso libre y abierto de todos los mares para ser explotados por quien quiera y pueda acceder a ellos debe cambiar, pues cualquier país puede acceder a los recursos de otro, como hacen muchas naciones desarrollados en Asia, África y Latinoamérica. "No podemos seguir pescando como hasta ahora, esa visión nos ha llevado al panorama de sobreexplotación que padecemos actualmente; cada país debería proteger y mantener sus propios recursos pesqueros por su seguridad alimentaria", dice.
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