Los bosques, lejos del incendio en Copenhague
La Cumbre del Clima avanza en el objetivo de parar la deforestación, responsable del 20% de las emisiones.- Brasil espera una lluvia de dinero internacional para salvar el Amazonas
La ecuación es sencilla: si una tonelada de CO2 cuesta 17 euros en el sistema europeo de derechos de emisión, evitar talar una hectárea del Amazonas, que almacena mucho más dióxido de carbono, debe tener un precio también. Con esa premisa, la Cumbre del Clima avanza en uno de los puntos clave para muchos países en desarrollo: hay que frenar la deforestación, que es responsable de un 20% de las emisiones y los países ricos deberán financiar a los tropicales. Aunque el borrador sigue abierto y con opciones y cifras sin definir (lo más probable es que el objetivo sea acabar con la deforestación en 2030), los negociadores están de acuerdo en que debe haber una compensación a los países tropicales. Y, ante la parálisis en el resto de asuntos, éste puede ser uno de los grandes logros de Copenhague, con beneficios sobre la biodiversidad y más allá del cambio climático.
Eduardo Braga, gobernador del Estado de Amazonas (tres veces la superficie de España de bosque tropical), sintetiza la base del sistema: "Tenemos que conseguir que los árboles en pie valgan más que los árboles derribados, porque los árboles son importante pero para una familia está antes alimentar a sus hijos". Braga explica cómo en su Estado la deforestación ha caído un 75% desde 2002, de 1.500 kilómetros cuadrados al año a 400: "Cuando llegamos un litro de castaña estaba a 30 reales y ahora está a 130 gracias a la política de precio mínimo. Ahora si alguien llega y quiere cortar una castañera, la gente no le deja".
En Amazonas, 8.000 familias reciben un subsidio -la llamada Bolsa Floresta- por no talar. Pero para terminar con la deforestación, Braga afirma que necesita 1.900 millones de dólares al año hasta 2030 "y más del 80% debe venir de la comunidad internacional", explica tras protagonizar un acto paralelo a la Cumbre del Clima con Nicholas Stern, el economista ex jefe del Banco Mundial y autor del informe sobre los impactos económicos del cambio climático por encargo del Gobierno británico.
Allí, Stern defendió que se puede "reducir a la mitad la deforestación por 15.000 millones de dólares al año, a un precio de entre cinco y 10 dólares por tonelada de CO2 evitada", menos que en los mercados regulados europeos. Esa es una de las claves: es más barato evitar talar un bosque que capturar el CO2 en una central térmica y enterrarlo. Stern abogó por una financiación internacional, algo en lo que el consenso es casi unánime: "Los costes deberían ser compartidos globalmente, porque todos ganamos y todos somos responsables de la deforestación. Tenemos una responsabilidad como mundo, incluso por la demanda mundial de madera".
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha defendido que el 20% del fondo de financiación a largo plazo contra el cambio climático, cuya cuantía está sin definir, se destine a los bosques.
El director general de Bosques de Brasil, Tasso Azevedo, es un tipo importante en la cumbre. Siempre pegado al móvil no deja de saludar a gente mientras dura la entrevista con EL PAÍS. "Tener una meta no es tan importante. Si hace cinco años nos hubiéramos puesto un objetivo para parar la deforestación en Brasil, habríamos dicho que se podía bajar un 20% y la hemos reducido drásticamente". Azevedo calcula que reducir un 80% la deforestación en la Amazonia supondría dejar de emitir en una década 60.000 millones de toneladas de CO2, más de 100 veces lo que emite España en un año. Brasil calcula que eso costaría unos 60.000 millones de dólares y que "por lo menos la mitad" debería proceder la comunidad internacional. Azevedo considera que no puede haber una contabilidad regional, como piden los estados del Amazonas.
Julia Uranga, asesora de Bosques de la Agencia de Investigación Ambiental de Perú, señala que este acuerdo "llena el vacío que dejó Kioto, que no contempló que reducir la deforestación podría evitar una gran cantidad de emisiones". Aunque aún hay muchas dudas metodológicas -cómo se mide la deforestación, si la contabilidad debe ser nacional o regional, cómo conseguir que los indígenas obtengan beneficios, o si los países y empresas de los países ricos pueden obtener créditos de CO2 financiando contra la deforestación...-, "el acuerdo no está cerrado pero está cerca", admite Uranga, natural de Perú, otro de los países con más intereses en esto. Indonesia, los países de la cuenca del Congo y muchos americanos están pendientes de este texto.
Rainforest Action Network, una coalición de ONG que impulsa la conservación de los bosques tropicales, considera que el acuerdo puede ser el mayor avance a favor de los bosques o, si hay lagunas, se puede volver en contra y financiar la tala.
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