La australopiteca Lucy ya andaba como nosotros
Un hueso del pie arqueado muestra que los homínidos de hace más de tres millones de años habían perdido las características de los monos para desplazarse cómodamente por los árboles
La capacidad de andar plenamente sobre las dos extremidades inferiores es una característica especial de los humanos entre todos los primates. ¿Pero, cuándo se impuso este rasgo en la evolución de los homínidos? ¿Qué especie abandonó los árboles o dejó de andar a cuatro patas? Un hueso del pie, curvado como los del Homo sapiens, pero de hace más de tres millones de años y descubierto en Etiopía, zanja ahora la discusión acerca de si aquellos seres antepasados nuestros eran totalmente bípedos o aún mantenían rasgos arborícolas. El hueso en cuestión es un cuarto metatarsiano perfectamente conservado de un Australopithecus afarensis, la especie que se hizo famosa por el esqueleto de una hembra hallada en Etiopia, en 1974, y bautizada Lucy. Ahora se sabe que era plenamente bípeda.
La importancia del hueso descubierto se debe a que demuestra que el pie tenía la curvatura típica de los bípedos como los humanos actuales, curvatura que ayuda a tomar el impulso en el suelo al dar el paso y a amortiguar la caída al volver a pisar. Ese pie no tiene ya el dedo gordo largo y flexible de los chimpancés, tan útil para trepar por las ramas y sujetarse. "Ahora sabemos que Lucy y su parientes tenían los pies arqueados y esto significa mucho en el conocimiento que tenemos de ellos, desde dónde vivían hasta qué comían y cómo evitaban a los depredadores", dice Carol Ward (Universidad de Missouri), coautora del descubrimiento. "El desarrollo del pie arqueado fue un cambio fundamental hacia la condición humana porque significa perder la capacidad de utilizar el dedo gordo para agarrar las ramas de los árboles, lo que indica que estos ancestros nuestros finalmente habían abandonado la vida en los árboles y habían adoptado la vida en el suelo". Así, diversificarían sus fuentes de alimento.
Lucy es un esqueleto casi completo de una hembra de poco más de un metro de altura, que vivió hace 3,8 millones de años y que tendría un cerebro poco mayor que el de un chimpancé, pero que había evolucionado y ya no vivía exclusivamente en los árboles. Que su especie sería capaz de andar sobre sus dos extremidades inferiores estaba claro, pero para muchos científicos no habría aún dejado de lado completamente las capacidades arborícolas. Esos homínidos vivirían en el suelo pero estarían perfectamente cómodos en los árboles y se podrían desplazar por las ramas de los árboles si venía bien o hacía falta. El cuarto metatarsiano ahora presentado en la revista Science demuestra que Lucy y sus congéneres eran bípedos como nosotros y que habían perdido ya las características de los pies propias de los monos. Subirían a los árboles, pero no tendrían las plenas capacidades de sus antepasados.
El hueso se descubrió hace 10 años (hasta ahora no se han culminado los estudios del fósil para sacar conclusiones) en una yacimiento de Hadar, en Etiopía, en el que se han encontrado ya más de 250 fósiles de al menos 17 individuos A.afarensis, de hace 3,2 millones de años. El líder de la excavación es Donald Johanson, el mismo paleontólogo estadounidense (ahora en la Universidad de Arizona) que encontró los restos de Lucy y que le dio en nombre en honor de la canción Lucy in the sky with diamondsque los miembros de la expedición oían una y otra vez en el campamento aquel año.
No son Lucy y sus congéneres, incluido el individuo del cuarto metatarsiano, los primeros homínidos después de la bifurcación evolutiva de los otros primates. Algo más de cuatro millones de años tienen los A.anamensis descubiertos en Kenia y Etiopía, pero su esqueleto aún no se conoce bien, explican los científicos en Science. Algo más antiguos, en torno a 4,4 millones de años, tienen los Ardipithecus ramidus, de Etiopía, que son los ancestros humanos más antiguos que se conocen hasta ahora con un esqueleto bien representado en el registro fósil, como dicen los paleontólogos. Pero los ardipitecos, descubiertos por Tim White, contrincante declarado de Johanson en la carrera por estudiar los homínidos más antiguos y más humanos, sería sólo un bípedo a tiempo parcial, de transición, con muchos rasgos aún de los monos que se desplazan por los árboles, incluido el dedo gordo largo y móvil adecuado para sujetarse.
El cuarto metatarsiano de A.afarensis está completo y casi perfectamente conservado, explican Johanson y sus colegas. Se habían encontrado antes otros metatarsianos fósiles, pero parciales, "ninguno lo suficientemente completo como para abordar la cuestión de los pies arqueados". Y el cuarto metatarsiano "es el elemento clave" de diferencia entre simios y humanos, "la mejor prueba de la presencia de arcos permanentes longitudinal y transversal en el pie".
Pies de mono, pies de humano
Los pies de los simios carecen de arco, son más flexibles que los de los humanos y el dedo gordo es más largo y tiene mayor movilidad, todo ello muy útil para trepar por los árboles y sujetarse a las ramas. Sin embargo, los pies de los humanos, que son únicos entre los primates, tienen dos arcos: uno longitudinal y otro transversal, formados por los huesos centrales del pie y sostenidos por los músculos de la planta, explican los científicos de la Universidad de Arizona. En los bípedos, al caminar, los arcos del pie ayudan a hacer palanca al empujar en el suelo para dar el paso, absorben el impacto al volver al suelo y proporcionan flexibilidad en la locomoción a diferentes velocidades y por terrenos irregulares. Las personas que carecen de estos arcos y tienen pies planos, sufren problemas en las articulaciones de todo el esqueleto. Con sus pies, los monos se desenvuelven mejor en los árboles, con los suyos, los homínidos bípedos pueden caminar y alejarse de la arboleda cuando es necesario para buscar comida.
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