Temprano aprendizaje de ciudadanía
Casi todas las actividades humanas pueden hacerse o no, hacerse ahora o postergarse. No ocurre así con el cuidado de la infancia que exige atención inmediata. Desde que la madre como cuidadora exclusiva dejó de ser el modelo dominante, se abre una pluralidad de opciones, con efectos variados sobre los menores, sus progenitores o el entorno. Las mujeres pueden, por ejemplo, delegar en otras personas de la red familiar, como las abuelas, o en quienes, a cambio de una remuneración económica, se encargan de tales tareas, un tipo de soluciones muy extendido en nuestro país. Madres y padres pueden, también, coordinar sus responsabilidades laborales con horarios distintos que les permitan encargarse personalmente de sus hijos, algo bastante habitual en Estados Unidos o Reino Unido.
Más allá de las estrategias privadas, las políticas sociales dan otras respuestas a estas necesidades, no siempre bajo el signo de la conciliación. El Estado puede conceder ayudas económicas para que las madres permanezcan en casa cuidando de sus hijos o puede crear escuelas infantiles para los menores de tres años, como hoy hace en nuestro país.
Son varias las razones para apoyar un modelo de cuidado basado en los servicios. En primer lugar, por la positiva función de socialización que desempeñan, al acostumbrar a los niños desde muy pequeños a convivir con personas distintas de las de su familia, especialmente con las de su edad. En segundo lugar, porque las guarderías constituyen un factor de cohesión social, al integrar a menores de orígenes diversos, en un temprano aprendizaje de ciudadanía. En tercer lugar, por sus efectos sobre la igualdad de género, frente a opciones como los permisos remunerados, que acaban volviéndose en contra de las mujeres en el mundo laboral. A las razones anteriores, se pueden añadir algunas relacionadas los actuales tiempos de crisis. Cuando la exigencia de flexibilidad temporal hacia los trabajadores se acrecienta, recursos como las guarderías cobran especial importancia para que el cuidado de la infancia no sea un obstáculo más a la creación de empleo. O para que las responsabilidades laborales no acaben siendo un obstáculo para la fecundidad.
Constanza Tobío es catedrática de Sociología de la Universidad Carlos III de Madrid.
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