Espinosa, el fin del perfil bajo
Con su salida del Gobierno, Zapatero trata de recuperar la visibilidad del Ministerio de Medio Ambiente.- La Junta andaluza gana su pugna con este departamento
Elena Espinosa no es amiga de los actos públicos, ni de la prensa ni de las radios. Lo suyo es trabajar a puerta cerrada, sin micrófonos, sin sobresaltos y sin titulares. Así actuó durante cuatro años como ministra de Agricultura y por eso, por su discreción, la eligió Zapatero en 2008 para el superministerio de Agricultura y Medio Ambiente recién creado. El presidente -asesorado por la vicepresidenta De la Vega- pretendía con su nombramiento sofocar los incendios que creó Cristina Narbona, que lo mismo hablaba de energía nuclear que proponía derribos masivos en la costa.
Espinosa se puso a la tarea con éxito. Su agenda pública era muy escasa: un par de visitas a obras en Galicia -generalmente viernes y lunes- y muchas reuniones sobre agricultura en Bruselas. Tanto se empeñó, que el Ministerio de Medio Ambiente desapareció del mapa.
Los problemas se esfumaron, pero también el apoyo de los ecologistas, que preparan su propio partido político, Equo. Espinosa eludió hasta cumbres importantes como la del clima de Copenhague, y a menudo tenían más presencia pública sus dos secretarios de Estado, Josep Puxeu y Teresa Ribera, a los que les dejaba lidiar con asuntos espinosos.
El verbo no es su fuerte y llegó a confundirse públicamente y defender la legalidad de un macrohotel en la costa, el Papagayo Arena, en Lanzarote, declarado ilegal por sentencia firme.
Sus colaboradores defienden que su gestión ha sido tan discreta como eficaz, que Narbona y su equipo exhibían un gran discurso público pero que en la gestión diaria tenían el ministerio poco menos que empantanado. Aseguran que ahora es cuando se han resuelto asuntos tan complejos como el deslinde de Doñana o se ha avanzado realmente en delimitar la propiedad pública en el litoral.
Los ecologistas se felicitan por la salida de Espinosa, aunque creen que el problema va más allá. Alejandro Sánchez, director de SEO/Birdlife y promotor de Equo, lo ha resumido: "Era un clamor que Espinosa debía salir, pero venga quien venga no podrá hacer mucho más con el enorme recorte presupuestario que lleva Medio Ambiente".
Su sustituta, Rosa Aguilar, debe "comunicar mejor" la acción de Gobierno. Aguilar es, en este sentido, lo contrario que Espinosa, pues pocas veces ha dado la espalda a un micrófono.
Además, Aguilar quita un problema a José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía, que había tenido serios enfrentamientos con el Ministerio de Medio Ambiente. Desde la gestión del Guadalquivir, el deslinde de Doñana, los chiringuitos, el polígono industrial de Las Aletas (en una marisma en Cádiz y declarado ilegal), el dragado del puerto de Sevilla, el Algarrobico o las cuotas de atún rojo para la almadraba. En todos estos asuntos, el ministerio -con Narbona y con Espinosa- se opuso a los planes autonómicos contra el medio ambiente. Ahora, Griñán se quita una china del zapato.
Los ecologistas dudan de que Aguilar tenga credenciales verdes. "Apoyó el embalse de la Breña", un polémico proyecto en Sierra Morena, recuerda Ecologistas en Acción, deja miles de viviendas ilegales en Córdoba, la ciudad de la que fue alcaldesa, y viene de la consejería de Obras Públicas de la Junta de Andalucía.
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