Destino: Júpiter
La NASA ultima la nave que enviará en agosto al planeta gigante y planea ya una misión con la ESA hacia las lunas Europa y Ganímedes.
A mediados del próximo mes de agosto partirá con destino a Júpiter una nueva sonda espacial, la Juno, que deberá llegar y ponerse allí en órbita en 2016, para investigar el origen y la evolución de este gigante, comprender cómo se formaron los planetas gaseosos y qué papel jugaron en el conjunto del Sistema Solar. Los científicos, en concreto, quieren saber si tiene un núcleo sólido o es todo gas, medir la cantidad de agua y amoníaco en su atmósfera, observar las auroras allí y cartografiar el intenso campo magnético. La NASA está ya ultimando la construcción de la nave y, mientras tanto, planea el siguiente paso, que sería con la Agencia Europea del Espacio (ESA). Se trataría de una misión conjunta -todavía pendiente de aprobación- enfocada en este caso a dos particulares lunas jupiterinass heladas: Europa y Ganimedes.
Júpiter, como el Sol, está hecho sobre todo de hidrógeno y de helio. El colapso de una enorme nube de gas y polvo debió dar origen a la estrella y con gran parte del material sobrante se habría formado el gran planeta gaseoso. No está claro si un núcleo inicial capturó el gas que lo envuelve o si la inestabilidad gravitatoria en una parte de la nube inicial colapsó formando el planeta. La sonda Juno está diseñada para abordar este problema observando con detalle los campos magnético y gravitatorio de Júpiter, lo que permitirá conocer la estructura interior y medir la masa.
Otra incógnita jupiterina que quieren abordar los científicos es la profundidad de los rasgos que se observan en el planeta y para ello la sonda espacial captará información sobre la estructura global y la dinámica de la atmósfera en profundidad, bajo las capas de nubes, determinando la composición, la temperatura y los patrones de movimientos, según explican los especialistas del Jet Propulsion Laboratory (JPL, en Califormia) que dirigen la misión.
De la construcción de la sonda Juno, que debería funcionar 10 años en órbita de Júpiter, se encarga la empresa Lockheed Martin, en Denver. A bordo lleva un experimento radio-gravitatorio, radiómetros para estudiar la composición de la atmósfera, un magnetómetro y detectores de plasma y de partículas cargadas. La Agencia Espacial Italiana (ASI) aporta un espectrómetro infrarrojo a la misión. Si parte en agosto, como está previsto, y tras cinco años de viaje, llegará a Júpiter en julio de 2016 y se pondrá en una órbita de trabajo muy elíptica, sobrevolando los polos del planeta y acercándose hasta 4.800 kilómetros de altura sobre la capa externa de nubes. Una de las pesadillas de los ingenieros que han diseñado y construido la nave es la protección imprescindible de sus equipos electrónicos frente a la radiación intensa de los cinturones que rodean a Júpiter a la altura del ecuador, análogos a los terrestres cinturones de Van Allen, pero mucho más agresivos. Una caja de titanio de un centímetro de grosor mantendrá a salvo las partes más delicadas de la nave.
El paso siguiente para conocer el sistema de Júpiter podría ser la investigación sistemática de dos de sus lunas más interesantes, Europa y Ganímedes, ambas con posibles océanos cubiertos de hielo, aunque diferentes por su estructura. La idea que están desarrollando la NASA y la ESA es hacer una misión conjunta con dos sondas, de manera que la de los estadounidenses se dirija a Europa y la de los europeos, a Ganímedes. Son "los mundos jupiterinos del agua", dice Bob Pappalardo, que lidera en el JPL la propuesta científica de esta misión. Además, las sondas estudiarían las otras dos grandes lunas galileanas Io y Calisto.
Júpiter no es un desconocido para las ciencias espaciales y tuvo una misión específica hace pocos años, la sonda Galileo, que estuvo en órbita de ese planeta desde 1995 hasta 2003 y obtuvo información muy interesante sobre su meteorología pese a un problema con una antena de transmisión de datos que limitó las ambiciones iniciales del proyecto. Al final de la misión, la sonda recibió órdenes desde la Tierra para zambullirse en la atmósfera de Júpiter y evitar así que, si se quedaba descontrolada, fuese a parar a las lunas Europa o Ganímedes y las contaminase. Europa interesa especialmente a muchos científicos porque tal vez podría tener condiciones apropiadas para albergar alguna forma de vida, como refleja la saga 2001 de Arthur C. Clarke.
Vuelve el cinturón ecuatorial sur
La desaparición temporal de un cinturón oscuro nuboso en Júpiter se ha debido a una capa de nubes altas y brillantes que lo ha ocultado desde hace casi un año, han confirmado nuevas imágenes del planeta obtenidas por uno de los telescopios Keck, en Hawai.
Las imágenes, en infrarrojo, comparadas con otras en luz visible, revelan el adelgazamiento de la capa de nubes que ha ocultado las habituales, más oscuras y bajas, en el cinturón ecuatorial sur del planeta. Este fenómeno se produce ocasionalmente, pero no es frecuente.
Para obtener las nuevas imágenes se adaptó la óptica del Keck II. Normalmente los astrónomos utilizan un láser potente para crear una estrella artificial, de guía, con lo que logran cancelar la interferencia de la atmósfera terrestre. Sin embargo, Júpiter es tan brillante que no deja ver la estrella. Se necesitaba algo mucho más brillante y cercano al planeta, por lo que utilizaron la luna Europa, que el 30 de noviembre pasado estaba situada en el lugar adecuado, explica Franck Marchis, uno de los astrónomos estadounidenses que han participado en la observación. Esta técnica es compleja, pero ha tenido éxito.
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