Cupido es un caracol
Aunque son hermafroditas, estos moluscos necesitan de un compañero para fecundarse. Y en su caso, lo del flechazo no es ninguna metáfora, ya que antes de la cópula se lanzan unos dardos de calcio ¿Las flechas del amor se inspirarían en ellos?
Siempre se ha dicho que son San Valentín o Cupido quienes lanzan los dardos del amor. Falso. Los se comportan de semejante forma son los caracoles. Uno podría pensar que estos moluscos tienen cierta tendencia al romanticismo, pero la cruda y anatómica realidad es que su ritual amatorio peca más bien de agresivo, pues se insertan, literalmente, unas saetas espirales de carbonato cálcico antes de la cópula. A cámara lenta, eso sí. Porque durante la reproducción hacen también honor a su fama de lentos.
Los caracoles, como ya es bien sabido, son hermafroditas: poseen órganos reproductores femeninos y masculinos. Sin embargo, necesitan de un compañero para perpetuar su especie. Nada de yo me lo guiso y yo me lo como.
Tras penetrarse mutuamente los caracoles permanecen entrelazados 12 horas, haciendo honor a su fama de lentos
Todo empieza pacíficamente, con un cortejo que se suele prolongar durante media hora hasta que los caracoles se trasmutan en arqueros del amor. Porque en estos animales lo del flechazo no es ninguna metáfora. Los científicos discrepan sobre qué misión cumple este dardo, aunque parece que estimula sexualmente a la pareja.
Desgraciadamente, los caracoles, al igual que sucede con muchos humanos, no siempre ponen el dardo donde ponen el ojo y, a veces, esas duras flechas terminan en el cerebro o en el corazón del amado, con resultados nefastos.
Amor ensartado
Si el caracol tiene buena puntería, tras el dardazo llega la cópula. Los animales se penetran mutuamente y permanecen entrelazados durante unas doce horas. Ahí es nada. El acto sexual suele llevarse a cabo con nocturnidad (y no se sabe si alevosía), porque es entonces cuando más humedad hay y más a gusto se sienten los caracoles. Después, si te he visto no me acuerdo.
Los óvulos fecundados suelen tardar unos 15 días en convertirse en huevos y los caracoles emplean cerca de 24 horas en poner 50 unidades. Un simple agujero en el suelo es el lugar elegido para depositarlos. Como son muy delicados, el progenitor los envuelve en una mucosa para que se no rompan al caer al suelo. Hasta ahí llega su papel como preocupados padres.
Los huevos tardan en eclosionar más o menos una semana, aunque todo depende de las características atmosféricas, y los nuevos y pequeñísimos caracoles han de enfrentarse solos al mundo. Estos moluscos realizan entre 3 ó 4 puestas al año, con sus previos lanzamientos de flechas del amor incluidos.
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