Cancún da otra oportunidad al clima
193 países, incluidos EE UU y China, aceptan limitar sus emisiones - Un Fondo Verde ayudará a los Estados pobres
La negociación multilateral contra el cambio climático tiene otra oportunidad. Después del fracaso de Copenhague hace un año, la Cumbre del Clima de Cancún acabó ayer con un acuerdo más ambicioso de lo previsible solo un día antes. Gracias al pacto, la ONU ha hecho suyos los compromisos de limitación de emisiones de gases de efecto invernadero que los países enviaron de forma voluntaria hace un año. Esto incluye a EE UU y China y es la primera vez que tienen objetivos sobre el CO2 en Naciones Unidas. El texto contiene peticiones para endurecer los recortes anunciados y crea un Fondo Verde que en 2020 alcanzará los 100.000 millones de dólares al año (75.000 millones de euros) para ayudar a los países pobres.
Bolivia, la voz discordante, exigía un tribunal de justicia climática
México advirtió firme: "Consenso no significa unanimidad"
Después de años de batalla, Brasil y los países tropicales logran el reconocimiento de que tendrán ayuda internacional por no talar los bosques. Eso son los elementos positivos. Aunque hay un gran "pero". Buena parte del texto queda sujeto a que en 2011 los países decidan si quieren crear un tratado internacional vinculante o si los objetivos se quedan como voluntarios. La negociación, pues, se puede ir al traste en cualquier momento.
Los observadores veteranos dicen que las cumbres del clima son como etapas del Tour. Después de una dura etapa alpina suele venir una de transición en la que el pelotón no se hace daño. Así, tras el descalabro de Copenhague, y cuando parecía que la Convención de Naciones Unidas estaba tocada de muerte, Cancún estaba llamada a ser una cita en la que los negociadores se lamieran las heridas. Pero el buen hacer de la presidencia mexicana logró finalmente lo que parecía imposible: poner de acuerdo a EE UU, China, Japón, los países africanos, los pequeños Estados-isla en un texto que devolvió el protagonismo a la ONU. Solo Bolivia se opuso al texto, pero fue aplastada entre aplausos por la presidenta de la cumbre, la canciller mexicana, Patricia Espinosa.
Naciones Unidas exige consenso -hasta ahora se había interpretado como unanimidad- pero Espinosa decidió que lo que intentaba Bolivia era imponer un veto al acuerdo de los otros 193 países y aprobó los Acuerdos de Cancún pese a la irritación de la delegación de Evo Morales.
El viernes por la mañana el puzle parecía insalvable. Japón advertía de que no firmaría ninguna prórroga del Protocolo de Kioto, cuyo primer periodo de cumplimiento expira a final de 2012. Kioto obliga a unos 40 países a reducir sus emisiones un 5,2% en 2012 respecto a 1990. Pero ni EE UU ni China, los mayores emisores están vinculados por Kioto. El primero no lo ratificó y el primero era en 1997 un país muy en desarrollo al que no se le podían poner obligaciones. "No es una forma justa de afrontar el cambio climático", ya que actualmente solo cubre el 27% de las emisiones del mundo, defendió el representante japonés.
Pero Kioto es el tótem de los países en desarrollo y un icono para los ecologistas. "Quieren matar Kioto y abrir la puerta a un mecanismo más flexible", denunció el jefe de la delegación boliviana, Pablo Solón, autodenominado "portavoz de los pueblos, que hablaron en Cochabamba", en alusión a la cumbre del clima alternativa que organizó Morales este año.
La presidencia logró el acuerdo al presentar un texto en el que se apunta a la prórroga de Kioto pero tampoco queda claro. El pacto afirma que "se deben completar los trabajos" para prorrogar Kioto "lo antes posible para que no haya una brecha entre el primer y el segundo periodo de cumplimiento".
Al aplicar el sistema de que si no puedes convencerlos debes confundirlos, el texto permite a Japón volver a casa sin prórroga mientras el resto del mundo entiende que se apunta hacia ella. Así se han solventado buena parte de los asuntos más espinosos: posponiendo un año el debate.
En otros puntos hay avances relevantes, como en la financiación de los países ricos a los pobres, en la lucha contra la deforestación -de aplicarse el sistema puede ser el mayor acuerdo alcanzado a favor de la biodiversidad- y en el establecimiento de un sistema para controlar las emisiones de China, en el que están de acuerdo Pekín y Washington.
Pese a las lagunas, la sola existencia de un acuerdo dejó exultantes a los negociadores. Solo una semana antes habrían firmado con los ojos cerrados este resultado. "Alguien que ha estado en las 16 cumbres me ha dicho que esta ha sido la más valiosa", señaló a este diario visiblemente satisfecho y cansado el secretario de Medio Ambiente de México, Rafael Elvira Quesada. Eran casi las cuatro de la mañana en Cancún y la presidenta de la conferencia, Patricia Espinosa, acababa de dar un golpe de autoridad al aprobar el texto.
Espinosa pasó por encima de la negativa de Bolivia, el único país que se oponía, ya que pedía, entre otras cosas, la creación de un "tribunal internacional de justicia climática" o el reconocimiento de los derechos de la Tierra. "Bolivia no está dispuesta a suscribir un documento que signifique una elevación de la temperatura que ponga más vidas humanas en una situación cercana a la muerte cuando ya tenemos 300.000 muertos al año", comenzó Solón, que por esta vez no comparó el pacto con el genocidio. La delegación enviada por Evo Morales dice hablar en nombre de los Estados insulares, a los que quiere proteger de la subida del nivel del mar. No le importa que estos apoyen el pacto y que La Paz esté a más de 3.500 metros de altura.
En Copenhague, Bolivia sumó los apoyos de Venezuela, Cuba, Nicaragua y otros más. Entonces sí esgrimía argumentos, como que realmente habían sido excluidos de la negociación y que el pacto había sido cocinado a puerta cerrada entre las potencias. Pero este año, la presidencia mexicana trató de forma exquisita a Bolivia y sus aliados para atraerlos. Solón no recibió ni un aplauso. En un plenario de Naciones Unidas en el que se jalea como si fuera un estadio de fútbol, el silencio sonó como el fin de Bolivia.
Uno por uno, los grandes bloques fueron apoyando el acuerdo. Cuando uno de los grandes pedía la palabra se escuchaban murmullos. Y aplausos de alivio conforme fueron respaldando el texto China, Japón, los países africanos, los menos desarrollados, los Estados insulares amenazados por la subida del nivel mar. El jefe de la delegación de EE UU, Todd Stern, dio su apoyo de forma concisa: "Sellemos este pacto y pongamos al mundo en el camino hacia un futuro más sostenible y de bajas emisiones". Los aplausos sonaron especialmente relevantes, ya que hace unos solo tres años, en Bali-2007, la delegación enviada por Bush fue vituperada y abucheada.
La cumbre se enfrentaba a un problema, ya que Naciones Unidas exige aprobar los textos por consenso. No puede haber nadie en contra. Sin embargo, la canciller Espinosa -en un movimiento que estaba preparado- decidió arrollar a Bolivia y sus objeciones: "La regla del consenso no significa la unanimidad. Ni mucho menos significa la decisión de que una delegación quiera imponer el veto sobre la voluntad de unas delegaciones que con tanto esfuerzo han venido trabajando con enormes sacrificios. Mi obligación ha sido escuchar a todas y cada una de las partes, incluyendo a los hermanos bolivianos. Ahora bien, yo no puedo ignorar la visión, las solicitudes, de 193 Estados". Espinosa golpeó con la maza y la Cumbre del Clima rompió en gritos y aplausos. "El Estado plurinacional de Bolivia" denunció que eso era un "atentado" y anunció recursos legales, pero ya casi nadie escuchaba. En cualquier caso la ruptura de la regla del consenso tendrá consecuencias en el futuro.
La presidencia mexicana ha conseguido dividir al bloque bolivariano. Bolivia se quedó sola. Cuando ya estaba el texto aprobado, Venezuela, su tradicional socio, pidió la palabra. Parecía que ahora sí y de forma simbólica la delegación de Chávez iba a ponerse del lado de Morales. Nada de eso. La representante de Venezuela le dio la última puñalada: "Si bien el nivel de ambición logrado no es el satisfactorio para todas las partes, yo puedo regresar a mi casa diciendo: tengo algo". La fractura de la alianza Chávez-Morales pasará factura en el terreno diplomático.
"Por primera vez aparecen objetivos de emisiones para EE UU, China y Brasil en Naciones Unidas", saludó la secretaria de Estado española de Cambio Climático, Teresa Ribera. La UE ha intentado recobrar parte del protagonismo perdido en Copenhague. Pero al ser el bloque más ambicioso y el que más cede para lograr acuerdos, su importancia en la negociación queda diluida: las partes creen que siempre pueden contar con la UE.
El presidente de México, Felipe Calderón, muy participativo durante la cumbre, se dirigió a los delegados durante la clausura: "Han actuado hasta el límite de lo que el consenso permite. Han roto la inercia y el sentimiento de incapacidad colectiva y recuperado la esperanza en el multilateralismo. La confianza ha vuelto, la esperanza ha vuelto". Las palabras de Calderón resumían que victoria de Cancún está más en las formas que en el fondo.
La mayoría de las reacciones de las ONG también fueron positivas. "Es un primer paso y tiene elementos importantes, pero hay que seguir trabajando", declaró Aida Vila, de Greenpeace.
La alegría del momento empequeñecía los agujeros del acuerdo. Los compromisos de reducción de emisiones recogidos solo suponen el 60% de lo que el IPCC considera necesario para limitar la subida de la temperatura. Y si ha sido difícil lograr este acuerdo, ampliarlo y plasmarlo en algún texto jurídico parece una tarea titánica. Japón ha pospuesto durante un año su negativa a prorrogar Kioto pero eso no implica que en Durban vaya a ceder. Al menos habrá un Durban.
Ganadores y perdedores
- Naciones Unidas respira. Tras el fiasco de Copenhague los países estuvieron a punto de abandonar la negociación del clima en la ONU. La dimisión de Yvo de Boer agravó el asunto. Cancún ha recuperado el proceso, un alivio para Ban Ki-moon.
- México crece. El país anfitrión ha dedicado un año a salvar las diferencias entre ricos y pobres. El presidente, Felipe Calderón, se ha multiplicado en Cancún y la canciller mexicana, Patricia Espinosa, ha sido unánimemente reconocida por su gestión.
- Gana EE UU. Obama ha conseguido incluir compromisos de reducción de emisiones de EE UU y hacerlo en el mismo listado que China. Además, podrá consultar las emisiones chinas.
- Pierde Bolivia. Evo Morales se quedó solo. Ni Venezuela le apoyó en su intento por boicotear la cumbre. Planteaba crear un tribunal internacional de justicia climática y reconocer los derechos de la Tierra.
Los acuerdos de Cancún
- De Cancún salen dos pactos en las dos vías de negociación, la del Protocolo de Kioto, y la de la Convención de Cambio Climático, que incluye a EE UU y que afecta a China.
- Emisiones. En la vía de EE UU y China, el texto reconoce que hay que mantener la subida de la temperatura "por debajo de los dos grados centígrados". El texto remite a los compromisos que voluntariamente los países enviaron tras Copenhague y pide a los países desarrollados que "eleven la ambición" de sus objetivos de acuerdo con lo que recomienda el IPCC.
- Forma legal. El acuerdo deja abierto si lo pactado debe convertirse en tratado vinculante algún día. Los países se comprometen a "discutir las opciones legales para alcanzar un resultado acordado" en 2011 en la Cumbre de Durban.
- Kioto. El pacto incluye que "se deben completar los trabajos" para prorrogar Kioto "lo antes posible para que no haya brecha entre el primer y el segundo periodo de cumplimiento".
- Revisión. Los países se comprometen a revisar sus emisiones en 2015 para intentar limitar la subida a 1,5 grados.
- Más recortes. Pide a los países desarrollados mayores recortes de emisiones para conseguir el recomendado por el IPCC, "entre un 25% y un 40% en 2020 respecto a 1990". Esto está en la vía de Kioto, por lo que no afecta a EE UU.
- Pico de emisiones. Los países acuerdan que las emisiones nacionales "deben tocar techo lo antes posible", pero da más tiempo a los países en desarrollo.
- China e India. Las grandes economías emergentes se comprometen a "conseguir desviar sus emisiones en 2020 respecto a la tendencia actual". China, India y Brasil no tendrán que recortar sus emisiones, sino rebajar el ritmo de aumento.
- Transparencia. "Los países emergentes deberían enviar de forma bienal" a la ONU un informe sobre sus emisiones. Este informe se revisará de forma "no intrusiva, no punitiva y respetuosa con la soberanía nacional", una exigencia de China. Las reducciones de emisiones conseguidas con dinero internacional serán verificadas por la comunidad internacional. Si un país reduce emisiones sin ayuda exterior podrá auditar su CO2
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- Financiación. Hasta 2012, los países desarrollados se comprometen a dar 30.000 millones de dólares (22.600 millones de euros) a los países en desarrollo para adaptarse al cambio climático y reducir emisiones. De aquí a 2020 la cifra subirá los 100.000 millones de dólares al año.
- Fondo Verde. Crea un Fondo Verde del que el Banco Mundial será el tesorero durante los tres primeros años que gestionará la financiación, aunque será dirigida por un comité con miembros de países ricos y pobres.
- Deforestación. Los países tropicales tendrán planes para reducir la deforestación. Solo lo pueden hacer con "financiación adecuada y predecible" de los países desarrollados, para lo que explorará "opciones de financiación".
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