Académicos tras la especulación
Los turbios lazos entre profesores universitarios y Wall Street avivan el debate de hasta qué punto el sector financiero ha corrompido el estudio de la economía
"Tiene solo tres minutos más. Prepare su mejor golpe". Glenn Hubbard es decano de uno de los centros docentes más prestigiosos del mundo, Columbia Business School. A su pesar es también uno de los protagonistas de Inside Job. Este documental, ganador de un Oscar, analiza las causas que originaron la crisis financiera en EE UU. Los realizadores de la película denuncian el papel que tuvieron en este desaguisado los sueldos de los banqueros, las agencias de calificación o los políticos. Y también señalan a los profesores de universidades y escuelas de negocios. En su opinión, el sector financiero corrompió el estudio de la economía y muchos docentes apoyaron la desregulación de los mercados, una colaboración recompensada con muchos ceros por trabajos de consultoría.
Los maestros de las escuelas de negocios asesoran a empresas y a bancos
Defender a Bearn Stearn le reportó 70.000 euros al decano de Columbia
"Un profesor puede apoyar una teoría que sea errónea", dice un experto
En IE Business School los docentes necesitan permiso para consultorías
Hubbard responde a los cineastas altivo, desafiante y visiblemente nervioso cuando estos le preguntan por sus potenciales conflictos de interés. El decano de Columbia fue jefe del consejo económico durante la Administración de George W. Bush, recibió 100.000 dólares (70.000 euros) por testificar a favor de los gestores de los fondos de Bearn Stearn, acusados de fraude, realizó un informe para Goldman Sachs en 2004 en el que alababa los productos derivados y la cadena de titulización hipotecarias argumentando que mejoran la estabilidad financiera, es directivo de MetLife, asesora a Nomura, KKR... Su respuesta a si estos trabajos pueden condicionar su actividad docente es un lacónico "no".
Los vínculos entre la industria financiera y el mundo académico no se limitan a Hubbard. Martin Feldstein, profesor de Economía en Harvard y asesor de Ronald Reagan, fue un importante arquitecto de la desregulación financiera y estuvo sentado en el consejo de AIG; Laura Tyson, profesora de la Universidad de California (Berkeley) pasó a formar parte de la directiva de Morgan Stanley tras dejar la presidencia del Consejo Económico Nacional durante el Gobierno de Bill Clinton; Ruth Simmons, presidenta de la Universidad de Brown, es directiva de Goldman Sachs; Larry Summers, que impulsó la desregulación en el mercado de derivados durante su época en la Administración, es presidente de Harvard, un puesto que no le ha impedido ganar millones de dólares asesorando a varios hedge funds (fondos muy especulativos); Frederic Mishkin, que volvió a dar clases en Columbia tras trabajar en la Reserva Federal de EE UU, escribió un informe en 2006 financiado por la Cámara de Comercio Islandesa (recibió 124.000 dólares) alabando la fortaleza de la economía de este país...
¿Hasta qué punto la industria financiera se ha servido de su convincente chequera para ganarse un aval académico que proporcione soporte intelectual a sus políticas ultraliberales? Los centros docentes entonan el mea culpa y descalifican cualquier actitud poco ética. Sin embargo, resaltan que se trata de casos individuales más que una tendencia generalizada, recuerdan que defender la misma teoría que apoya el sector financiero no implica ni mucho menos estar comprado por este y destacan que la colaboración entre el mundo académico y el empresarial es positiva siempre que haya transparencia y no se rebasen ciertos límites.
Ángel Cabrera es el único español que dirige una escuela de negocios en EE UU, la prestigiosa Thunderbird (Arizona). En su opinión, el papel del mundo académico en la gestación de la crisis no tiene tanto que ver con los conflictos de interés puntuales, sino con el hecho de que durante décadas los centros han estado transmitiendo una serie de valores acerca del funcionamiento de los mercados, la gestión del riesgo o los recursos humanos que se han demostrado erróneas y perjudiciales. "Toda la teoría de la eficiencia de los mercados, por ejemplo, pasó a ser religión, se llegó a la conclusión universal de que cualquier intervención era mala. Asimismo, en las políticas de retribución, si tratas a la gente como oportunista y egoísta por naturaleza, creando unos incentivos enormes a corto plazo, abres la puerta para que se comporten así".
Cabrera señala que los centros han estado dando forma al sistema de valores de Wall Street, creando una "plataforma de legitimidad" para determinadas conductas. Antes del estallido de la crisis Thunderbird empezó a promover el juramento hipocrático entre sus alumnos a través del cual estos se comprometen a usar sus conocimientos para crear valor y no para destruir. "Hace unos años nos miraban como bichos raros, ahora ya no tanto. Hay indicios de que las cosas están cambiando, pero a un ritmo muy lento. Mucha gente ha salido del armario y en los ámbitos académicos se empieza a hablar de ética, de responsabilidad corporativa, de otra forma de ver la empresa".
Cabrera explica que los centros académicos tienen códigos de conducta y si algún profesor es cazado infringiéndolos corre el riesgo de perder su trabajo. El presidente de Thunderbird, sin embargo, reconoce que la estructura de compensación de los docentes abre la puerta a potenciales conflictos de interés. En EE UU el sueldo medio de un profesor en una escuela de negocios está en torno a los 200.000 dólares (140.000 euros), pero en muchos casos los ingresos totales pueden llegar hasta el millón de dólares gracias a los servicios de consultoría, presencia en consejos de administración, conferencias... "Hay una cultura de libre mercado en la que está bien visto que ganes todo el dinero que puedas. Se considera que es positivo para las escuelas porque el profesor puede aportar más a sus alumnos al dejar de ser un simple teórico al estar en contacto con las empresas. La cuestión es cuánto de tu sueldo debería estar vinculado a estas actividades externas, qué tipo de trabajos son compatibles con tu cargo de docente y dónde pueden plantearse los conflictos de interés", argumenta.
Otro de los docentes españoles con más peso en el mundo académico anglosajón es Mauro Guillén, profesor en la escuela de negocios Wharton School de la Universidad de Pensilvania. En torno al debate de la contribución de economistas y profesores en la gestación de la crisis cree que hay que establecer una separación entre lo que son actitudes deshonestas y errores de apreciación. "Los conflictos de interés no tienen justificación. Cuando un profesor escribe un trabajo que ha sido financiado por una entidad debe mencionarlo siempre", señala. "Otra cosa es si un académico ha propuesto métodos o modelos que han contribuido a crear la crisis. En este sentido, creo que hay que proteger la libertad de expresión. Un docente puede proponer las teorías que quiera. El fallo en todo caso fue de los reguladores, que no supieron anticiparse al peligro que suponían ciertas operaciones en los mercados financieros", añade.
En relación con la vinculación de los centros en la formación de líderes empresariales cuyas decisiones han puesto en jaque el sistema, Guillén cree que las escuelas no se pueden hacer responsables de todos los actos que hagan sus exalumnos a lo largo de su vida profesional. "Nuestra labor se limita a tratar de desarrollar un espíritu crítico en nuestros alumnos, explicarles los beneficios que tiene la ética en los negocos y dejarles claro que las decisiones que tomen pueden tener repercusiones para toda la sociedad", dice.
En España no se han detectado casos tan flagrantes de colaboración del mundo académico con los intereses de determinados grupos de presión empresariales. Sin embargo, durante los años de la gestación del boom inmobiliario las voces críticas de los economistas apenas se hicieron escuchar. Alfons Sauquet, decano de ESADE, cree que eso no significa que haya habido un aval académico en el origen de la crisis. "En economía, sobre un mismo hecho, existen versiones contradictorias. Ha habido profesores que han apoyado las tesis de la industria financiera e inmobiliaria y otros que habrán discrepado". Sauquet cree que una lección a aprender por las escuelas es dar más voz a la diversidad: "Aquellos que han sido más escépticos con las prácticas financieras no se han dejado oír lo suficiente, no han hecho de la cautela una bandera más clara. Pero eso siempre es difícil de hacer. ¿Quién se atreve en una fiesta a apagar la música y llevarse el carrito de las bebidas?".
David Bach, decano de programa de IE Business School, critica que se meta a todos en el mismo saco, ya que los académicos han estado a ambos lados del debate y pone como ejemplo al profesor Robert Shiller, de Yale, que ha sido muy activo en la denuncia de los riesgos del mercado inmobiliario y el uso masivo de productos financieros complejos por parte de los bancos.
"En España el estallido de la burbuja inmobiliaria ha destapado los problemas estructurales de nuestra economía como, por ejemplo la baja productividad, que venimos denunciado desde hace años en los ámbitos académicos", indica Bach. Reconoce que las escuelas deben asumir la parte de responsabilidad que tienen en la crisis cuestionándose, por ejemplo, si en los programas se insiste lo suficiente en la formación de riesgos o en la importancia de los fundamentos de la economía real y no solo financiera. "Sin embargo, también sería bueno que se nos reconociera nuestra contribución por los centenares de empresas y los miles de puestos de trabajo que a lo largo de los años han creado nuestros alumnos", se lamenta.
Las escuelas de negocios en España tienen un sistema más centralizado que en EE UU acerca de las colaboraciones externas que pueden ejercer sus docentes, lo que en teoría sirve de cortafuegos ante posibles conflictos de interés. Sauquet opina que las relaciones de los profesores con las empresas son buenas siempre que tengan un retorno académico, es decir, deben servir para mejorar la actividad docente de los profesores o su investigación. "En Esade, si nos piden estudios de coyuntura, decimos siempre quién es nuestro patrocinador. Nuestro reglamento especifica que los trabajos de consultoría se deben hacer públicos y contar con el visto bueno de la escuela", detalla.
En IE Business School, por ejemplo, los profesores pueden ofrecer servicios de consultoría pero deben contar con el permiso del decano del claustro, que analizará si ese trabajo es compatible con su labor docente y de investigación. "En general es bueno que los académicos colaboren con Gobiernos y empresas privadas. Se nos pide que nuestra investigación tenga relevancia en el mundo real. Lo importante es la transparencia, es decir, informar siempre de dónde viene el dinero para la investigación. En nuestro centro es habitual colaborar con sectores económicos para estudiar determinados aspectos. Otra cosa muy diferente es que te ofrezcan firmar un trabajo que va servir a un tercero para hacer lobby. No soy consciente de que esa propuesta nos haya llegado pero, en todo caso, se rechazaría", señala Bach.
El mundo de la docencia, reconoce Rafael Sarandeses, director general de la Fundación de Estudios Financieros (FEF) tienen un atractivo especial para la gente del mundo financiero "porque confiere un marchamo académico, una pátina de credibilidad". "No obstante, un profesor puede estar de acuerdo con una teoría aunque luego se demuestre errónea. No tener razón no debe inducir automáticamente a la sospecha". La FEF tiene como patronos a 30 de las principales empresas españolas y en sus publicaciones colaboran miembros del mundo empresarial y académico. Mientras los primeros suelen renunciar a la retribución que les ofrece la FEF, la gente del ámbito universitario suele cobrarla. "Tenemos un presupuesto muy modesto. En totalmente ilógico que un académico de prestigio que colabore con nosotros vaya a perder su espíritu crítico por cobrar una cantidad simbólica", destaca Sarandeses.
Inside Job ha levantado un intenso debate en algunos centros académicos. En Columbia, por ejemplo, aprobaron hace solo dos semanas nuevas normas de transparencia para evitar conflictos de interés. En concreto, los profesores deberán publicar todas las entidades a las que han prestado servicios, remunerados o no, en los últimos cinco años y detallar la naturaleza de esos trabajos. Parece que Hubbard ya ha recibido el golpe que arrogantemente demandaba a los autores del documental.
Docentes en el punto de mira
- Martin Feldstein. Profesor de la Universidad de Harvard. Entre 1982 y 1984 presidió el consejo de asesores económicos del presidente estadounidense Ronald Reagan, una Administración marcada por la desregulación financiera. En 1988 fue fichado por AIG. Como miembro del consejo de la aseguradora, era uno de los encargados de supervisar los productos que la llevaron al borde de la quiebra.
- Larry Summers. En el ámbito académico fue presidente de Harvard entre 2001 y 2006. Además, ha sido asesor económico tanto en la Administración de Reagan como con Barack Obama. Ha recibido numerosas críticas, ya que su puesto académico no le ha impedido facturar millones de dólares asesorando a los fondos especulativos (hedge funds) y dando conferencias patrocinadas por los bancos de inversión.
- Frederic Mishkin. Ha desarrollado toda su vida profesional como profesor de Economía en la Universidad de Columbia. Entre 2006 y 2008 fue miembro del consejo de gobernadores de la Reserva Federal de EE UU. También ha realizado labores de consultoría para el Banco Mundial y el FMI. En 2006 publicó un trabajo financiado por la Cámara de Comercio de Islandia alabando la economía del país nórdico. No hizo públicos sus honorarios y cuando la crisis se cebó con Islandia cambió el título del informe.
- Glenn Hubbard. Decano de la escuela de negocios de Columbia. Entre 1991 y 1993 fue asistente del Departamento del Tesoro de EE UU. Además, entre 2001 y 2003 fue presidente del Consejo de Asesores Económicos de George W. Bush. Trabaja para numerosas empresas privadas como MetLife, Nomura, KKR... En 2004 publicó para Goldman Sachs un polémico trabajo defendiendo el uso de derivados.
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