El efecto 'miniempresa'
El 20% de los jóvenes que recibe formación emprendedora en secundaria crea su compañía
Europa quiere más emprendedores. Por eso hace ya algunos años puso en marcha un proyecto para impartir como materia optativa esta asignatura en la enseñanza secundaria. Desde entonces 24 países, entre ellos España, y más de 200.000 estudiantes se han sumado a la iniciativa, que ya empieza a dar resultados. Un estudio presentado en septiembre concluye que el 20% de los participantes crea su propia compañía al acabar los estudios.
La capacidad emprendedora es considerada una habilidad básica, por lo cual está en la agenda europea desde la cumbre de Lisboa en el año 2000. La Comisión considera que ésta debe aprenderse desde la niñez de una forma práctica.
En Europa se las llama miniempresas y son proyectos por los cuales los estudiantes de secundaria replican una actividad económica real a pequeña escala o la simulan en su clase. En la mayoría de los casos el programa es impulsado por organizaciones no gubernamentales y tienen gran implicación del sector privado. La participación es muy variable. La media de escuelas participantes se sitúa por debajo del 15%, pero llega a entre el 40% y el 50% en Reino Unido e Irlanda y se hunde por debajo del 5% en la República Checa, Dinamarca, Francia y Finlandia. El estudio no estima este dato para España. Ante estos datos, la Comisión Europea ha pedido a los 25 Gobiernos de la Unión Europea (UE) que se impliquen para incrementar la participación.
El programa se imparte en 24 países y participan en él más de 200.000 estudiantes de enseñanza secundaria
El informe del grupo de expertos se basa en el análisis de 82 de estas iniciativas. Entre ellas está la española Empresa Joven Europea, impulsada por el Gobierno de Asturias. Se trata de una asignatura voluntaria que se imparte desde el año 2003 para estudiantes de entre 12 y 16 años que el año pasado ayudo a crear 62 cooperativas. El 18% de los alumnos escoge esta optativa.
El análisis identifica también algunos problemas a los que se enfrentan estos programas, como la excesiva rigidez en materia de horarios y materiales de los institutos para simular un ambiente emprendedor real; la dificultad para encontrar fondos que financien las actividades; y la carga extra de trabajo que soportan los alumnos y profesores implicados.
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