Las confesiones de Paulson
El secretario del Tesoro habla a tumba abierta. Y contesta a quienes le acusan de negligencia
"Me siento como Butch Cassidy y Sundance Kid. ¿Quiénes son estos tipos que no paran de venir?"
Henry Paulson.
Era la semana del 13 de septiembre. El momento que el secretario del Tesoro Henry Paulson temía desde hacía meses que llegara estaba por fin encima: Lehman Brothers enfilaba rápidamente hacia la quiebra. Paulson llevaba tiempo animando a su director general, Richard S. Fuld, a encontrar una solución. "Se le pidió que buscase activamente comprador", recuerda Paulson.
Pero Lehman no podía. Con todas las opciones cerradas, dice, el Gobierno tenía las manos atadas. Aunque la Reserva Federal había contribuido a rescatar a Bear Stearns - y le faltaban pocos días para auxiliar a la gigantesca aseguradora AIG-, no podía ayudar a Lehman, aunque su quiebra amenazase con poner patas arriba los mercados financieros.
Los compradores de Lehman se retiraron por no tener garantías
Los analistas creen que permitir la quiebra ha agravado la crisis
"Si alguien cree que podía obligar a la Fed a salvar Lehman se equivoca"
Paulson sostiene que la ley le impedía rescatar al banco de inversión
"Nunca me he sentido tan mal como cuando la Cámara votó no"
"En 10 años, nadie escribirá que esta crisis se debió a la caída de Lehman"
"No teníamos competencias", insiste Paulson, explicando una decisión que desde entonces muchos han criticado: la de permitir que Lehman quebrase. Por ley, puntualiza, la Reserva Federal sólo podía ayudar a Lehman con un préstamo si el banco tenía suficientes activos buenos como aval, y no los tenía.
"Si alguien piensa que Hank Paulson podía obligar a la Fed a salvar a Lehman Brothers, la respuesta es que de ningún modo", declara. Pero ésa no es la opinión de muchos que han analizado las acciones del secretario. Los banqueros implicados no recuerdan que Paulson mencionase la garantía no respaldada de Lehman. Y dicen que los compradores se fueron porque no consiguieron el mismo respaldo público que facilitó el acuerdo de Bear Stearns.
Al día siguiente de que Lehman quebrase, la Reserva Federal salvó a AIG con un préstamo de emergencia de 65.000 millones de euros, pero de todos modos los mercados crediticios de todo el mundo empezaban a congelarse. Fue al llegar a este punto cuando Paulson -sintiéndose superado por los perseguidores, como Butch y Sundance- decidió que tenía que encontrar una solución sistémica y dejar de dar tumbos de una crisis a otra.
"Ben me preguntó si estaba dispuesto a ir al Congreso con él", recuerda Paulson, refiriéndose al presidente de la Reserva Federal, Ben S. Bernanke. "Y yo le dije: 'Vale, soy tu socio. Iré al Congreso".
Paulson defiende las medidas del Tesoro, explicando que él y sus colaboradores habían hecho todo lo posible. "Podía haber visto antes el problema de las subprime", reconoce, pero rápidamente añade en su propia defensa: "Eso no quiere decir que hubiera actuado de manera distinta".
Al final será la historia la que juzgue. Pero en contraste con la perspectiva de Paulson, otros funcionarios públicos y ejecutivos de las finanzas insinúan que los épicos esfuerzos de rescate del Tesoro han evolucionado tan caóticamente como la propia crisis. En especial el mes pasado, cuando el sistema financiero se bamboleaba al borde del abismo, surgían dudas acerca de las decisiones del Gobierno, y de Paulson. Los ejecutivos de Wall Street y las autoridades de las capitales financieras europeas criticaban a Paulson y a Bernanke por permitir la quiebra de Lehman, un suceso que provocó ondas sísmicas en todo el sistema bancario, convirtiendo el temblor financiero en un tsunami.
"Éste fue un verdadero error para el equilibrio del sistema financiero mundial", declaraba recientemente Christine Lagarde, ministra de Economía francesa. Frederic Oudea, director general de Société Générale, considera la caída de Lehman "el detonante" de los acontecimientos que condujeron a la crisis mundial.
Además, Paulson y Bernanke han sido criticados por perder un tiempo y un capital político valiosos con su plan de rescate original de 500.000 millones de euros, que presentaron a los líderes del Congreso días después de la quiebra de Lehman. Los dos hombres vendieron el plan como un vehículo para comprar títulos hipotecarios tóxicos a los bancos y a otros.
Pero incluso después de que la Cámara de Representantes aprobase por fin el proyecto de ley el 3 de octubre, los mercados siguieron revueltos. Hasta que el Reino Unido y otros países europeos decidieron meter capital directamente en sus bancos, y Estados Unidos siguió su ejemplo, no se recuperó cierta calma.
En la entrevista, Paulson dice que ya antes de que la Cámara de Representantes aprobase el plan, había dado instrucciones para utilizar parte de los 500.000 millones de euros para recapitalizar el sistema bancario, algo que nunca se le dijo al Congreso y a lo que Paulson se había opuesto en público. ¿Por qué? Porque la semana anterior a que el plan obtuviese el visto bueno del Congreso, las condiciones se habían deteriorado significativamente, según Paulson.
El desastre de las hipotecas subprime empezó a hacerse evidente en el verano de 2007, aproximadamente un año después de que Paulson dejara su trabajo como presidente de Goldman Sachs y se uniera al Gobierno de Bush. Pero su verdadera magnitud no se hizo patente hasta principios de este año, según Paulson.
"Pensábamos que había una oportunidad razonable de superarlo", recuerda. Después, en marzo, Bear Stearns estuvo a punto de quebrar, y sólo se salvó mediante una absorción por parte de JP Morgan Chase que se producía después de que la Fed aceptase cubrir pérdidas por valor de 22.000 millones de euros. Eso indujo a los mercados a creer transitoriamente que tal vez lo peor ya había pasado. Pero durante el verano, la situación empeoró y, a principios de septiembre, el Gobierno se vio obligado a nacionalizar Fannie Mae y Freddie Mac, los gigantes de los préstamos hipotecarios. Cada vez más deprisa, empezaban a surgir otros problemas, sobre todo el de Lehman y el de AIG. Ambos se convirtieron en centro de intensas reuniones durante el fin de semana del 13 al 14 de septiembre.
Para entonces, Paulson se sentía frustrado por las largas que en apariencia Fuld daba al asunto. "Lehman publicó pérdidas hacia mediados de junio, y le dijimos a Fuld que si no tenía una solución cuando publicase los resultados del tercer trimestre habría un problema grave", rememora Paulson. "Le obligamos a que consiguiera un comprador".
Y en este punto es donde empiezan a divergir las versiones de Paulson y de sus detractores acerca de lo que ocurrió en la maratón de reuniones celebradas con ejecutivos de Wall Street en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York ese fin de semana.
Los ejecutivos de Lehman afirman que creían que la empresa tenía no uno, sino dos compradores en potencia: Bank of America y Barclays, el gran banco británico. Pero ambos ponían condiciones. Bank of America quería que la Fed concediera un préstamo de 50.000 millones de euros para cubrir cualquier exposición a los activos impagados de Lehman, de acuerdo con una persona al tanto de las conversaciones. Aunque esto era más del doble de lo que la Reserva Federal había aportado para facilitar la absorción de Bear Stearns por JP Morgan, Bank of America justificaba su petición amparándose en que Lehman era más grande. Barclays también quería una garantía para protegerse contra las pérdidas en caso de que el negocio de Lehman empeorase antes de que Barclays pudiera completar su absorción.
Al principio el Gobierno no dijo claramente a Bank of America ni a Barclays que no proporcionaría ayuda, aseguran los participantes. El presidente de la Reserva Federal de Nueva York, Timothy F. Geithner, en especial, se mostraba incómodo respecto a la idea de afirmar tajantemente que el Gobierno fuera contrario a apoyar una absorción de Lehman.
Los participantes aseguran que Paulson y Geithner les dieron la impresión de que el Gobierno podría proporcionar ayuda a un comprador serio, y que Paulson también estaba intentando conseguir que las empresas de Wall Street creasen un fondo de 7.500 millones de euros para absorber parte de los activos incobrables de Lehman.
No está claro si un mensaje más consecuente habría cambiado el desenlace. Pero el sábado, Bank of America, frustrado por la falta de voluntad del Gobierno para alcanzar un acuerdo, desvió su atención a Merrill Lynch, que aceptó una absorción. Barclays, igualmente frustrado, se retiró el domingo, afirma la misma fuente al tanto de las conversaciones.
Paulson insiste en la entrevista en que no era culpa del Tesoro. "No quería ver cómo desaparecía Lehman", se defiende Paulson. "Entendía las consecuencias mejor que ningún otro".
En una sesión informativa celebrada el 15 de septiembre en la Casa Blanca, Paulson no vertía lágrimas por la quiebra de Lehman. "En ningún momento me ha parecido apropiado dedicar dinero de los contribuyentes a resolver los problemas de Lehman Brothers", decía a los periodistas.
Sin embargo, en la entrevista, Paulson señala que la principal cuestión era la legalidad. La Reserva Federal tiene competencias para prestar a cualquier entidad no bancaria, pero sólo si el préstamo está "garantizado a satisfacción del banco de la Reserva Federal". Al insistirle en que aclarara por qué era legal que la Fed prestase miles de millones de dólares a Bear Stearns y a AIG pero no a Lehman, Paulson recalca que los activos incobrables de Lehman habían creado "un enorme agujero" en su cuenta de resultados. En cambio, asegura, Bear Stearns y AIG tenían un aval más fiable.
Sin embargo, fuentes cercanas a Lehman afirman que el Gobierno nunca le dijo eso. "El Gobierno sabía en tiempo real todo lo referente a la liquidez, la financiación, el capital, la gestión de riesgo y los márgenes de Lehman, y nunca puso reparos en lo que respecta al aval o al agujero en la cuenta de resultados".
Las repercusiones de la quiebra de Lehman fueron desastrosas. ¿Por qué Bear Stearns sí y Lehman no, se pregunta Barney Frank. Frank, representante demócrata por Massachusetts y presidente del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, ha apoyado por lo general a Paulson durante la crisis. "Si era lo correcto, ¿por qué sólo lo han hecho una vez?", inquiere.
El secretario responde que sólo ahora que se ha aprobado la ley de rescate tiene el Gobierno competencia para intervenir en la quiebra de una entidad no bancaria en casos de empresas que, como Lehman Brothers, carezcan de una garantía adecuada.
El hundimiento de Lehman fue seguido por otro error estratégico del Tesoro, según los detractores. Afirman que inicialmente Paulson propuso una solución sistémica desatinada: un plan de rescate que giraba en torno a la compra de títulos tóxicos, en vez de aportar capital al sistema bancario. Paulson rechaza esta opinión. En la entrevista cita varias razonas por las que él y Bernanke se concentraron inicialmente en comprar activos tóxicos. En primer lugar, explica, este plan llevaba meses elaborándose y estaba mucho más desarrollado. "Si hubiéramos considerado que la forma adecuada de afrontar el problema era aportar capital, nos habríamos tomado cierto tiempo y habríamos desarrollado un programa", afirmaba.
También le preocupaba que el Congreso no se mostrase receptivo ante la idea de que el Tesoro asumiera participaciones en los bancos. "Es una propuesta muy complicada y difícil. Queremos aportar capital, pero no queremos nacionalizar los bancos. Y no sabemos cómo proponer eso".
Pero no discute que cambió de rumbo. Paulson señala que el 2 de octubre, cuando estaba a punto de partir para una escapada a una isla con su familia un fin de semana - el primer fin de semana libre en casi dos meses-, comentó a su equipo: "Primero vamos a meter capital en los bancos". Aunque la ley de ayuda todavía no se había aprobado, los mercados financieros se habían deteriorado. Sin embargo, no informó al Congreso de su cambio de opinión, y el debate de la Cámara de Representantes giró casi por completo en torno al plan de compra de activos.
Sólo 11 días después, el Tesoro sacaba un plan para inyectar capital en los bancos, que Paulson propuso a las nueve instituciones más grandes del país el 13 de octubre. "Entiendo que me critiquen por algunas cosas", dice, "pero no por moverme con esa rapidez". También defiende el plan de recapitalización del Tesoro frente a los detractores que consideran que no les ha sacado un precio suficientemente bueno a los bancos que reciben el dinero de los contribuyentes. "No entendía que Estados Unidos pudiera hacer cosas como aportar capital de una manera punitiva que perjudique a los inversores. Y no queremos dirigir bancos".
Cuando se le pregunta qué podría haber hecho mejor, Paulson responde: "Podría haber planteado mejor la situación a la ciudadanía". Y añade: "Nunca me he sentido peor que cuando la Cámara de Representantes votó que no" al plan de ayuda, el 26 de septiembre, su rechazo inicial antes de acabar aprobando el plan.
En cuanto a Lehman, Paulson insiste en que fue "un síntoma y no una causa" del caos financiero que se ha producido estas últimas semanas. El verdadero problema, sostiene, es que los bancos de todo el mundo han concedido préstamos desatinados que ahora se han vuelto contra ellos. Tras reunirse recientemente con los gobernadores de los bancos centrales europeos, dice: "Lo que te cortaba la respiración era la magnitud del problema. Fíjense en todos los países que aseguraban que no tenían problemas, y resultó que tenían problemas enormes". Y remacha: "Dentro de 10 años, nadie escribirá la historia de esta crisis diciendo que se debió al hundimiento de Lehman Brothers".
© The New York Times Service. Traducción de News Clips.
Trabajando día y noche
En casi un siglo, ningún secretario del Tesoro había afrontado una crisis financiera tan difícil como ésta. Desde hace meses, él y su equipo trabajan día y noche, a menudo, siete días a la semana, intentando -en vano- impedir que se agrave.
Aunque defiende su actuación, Paulson señala que le preocupaba el que algunas de las medidas del Gobierno pudieran acabar atormentando a futuros secretarios del Tesoro. Curiosamente, más que su multimillonario plan de rescate, Paulson señala como ejemplo concreto la decisión de garantizar todos los depósitos bancarios y los préstamos interbancarios, algo que Estados Unidos hizo en un paquete de medidas para ponerse a la altura de decisiones similares tomadas en Europa.
Diversos países europeos han decidido avalar las emisiones de deuda de los bancos para refinanciar sus operaciones. Algunos han puesto un límite a sus avales. Otros, como Irlanda y Estados Unidos, han prometido una garantía genérica sin cuantificar. "No teníamos más remedio", insiste Paulson. "Nuestros bancos no habrían podido competir".
Pero las garantías federales podían crear un "riesgo moral" y sencillamente animar a los bancos a asumir compromisos peligrosos, reconoce. "Esto es lo último que quisiera hacer", reconoce Paulson en la entrevista. -
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.