José Luis Cuerda "Era una época de podredumbre moral"
Probablemente porque fuera más amigo que compañero de trabajo y guionista de sus películas, a José Luis Cuerda le gusta citar con exactitud las palabras del fallecido Rafael Azcona y recrear su espíritu. Es más, una entrevista con el director albaceteño se convierte en un ménage à trois cinematográfico: en la charla entran él, el periodista y el genio del cine español. "A Rafael alguna vez le dije lo increíblemente bien que me viene para mejorar mi vida social. Cuento historias protagonizadas por él o que él me había contado, y la gente me hace caso y se ríe conmigo". No debería. Cuerda tiene a sus 61 años, vivencias, películas e ideas más que suficientes: director de Pares y nones, Amanece que no es poco, El bosque animado, La marrana, La viuda del capitán Estrada o La lengua de las mariposas, productor de los primeros trabajos de Alejandro Amenábar, y propietario de seis hectáreas de viñedo en Ourense, su tierra adoptiva, con las que hace un ribeiro, Sanclodio.
"No existe pretensión más estúpida que negar el pasado. En España hemos vivido una desinformación sistemática"
Además, trabajó en Televisión Española. Y allí conoció a Alberto Méndez, el escritor de Los girasoles ciegos, cuatro relatos sobre la Guerra Civil y la posguerra, una desgarradora visión de los derrotados y de la dignidad. "Yo era... oficinista y él un colaborador". El cineasta lo recuerda como un gran tipo, un escritor secreto e inédito que alcanzó la fama tras fallecer en 2004. "Cuando lo leyó, [la directora] Josefina Molina me llamó para decirme que debería adaptarlo. Dejé pasar el tiempo, y Fernando Bovaira, el productor, también me lo soltó". Sabía de qué hablaba, ya que Bovaira fue también el inductor de un trabajo parecido: la adaptación que Cuerda y Azcona hicieron del libro de relatos ¿Qué me quieres, amor?, de Manuel Rivas, del que salió La lengua de las mariposas. "Pedí hablarlo con Rafael, y él, a su vez, tras una extraña charla, releerlo. Me reconoció que no lo había acabado la primera vez por lo mal que lo había pasado". Decidieron quedarse con tres de las cuatro historias, y en pantalla sólo se verán dos de ellas. "Mira, ya tengo un extra grande para el DVD. Suprimí en montaje el cuento dedicado al capitán José Fortes, tenía excesivo peso divulgativo".
En pantalla aparecen el segundo y el cuarto relato, en estos tiempos en que en España, junto a la Ley de Memoria Histórica, aparecen diversas visiones sobre esa desolación moral y/o la dignidad del perdedor: desde Soldados de Salamina a Decidme cómo es un árbol, las memorias del poeta Marcos Ana, el preso político que más tiempo ha pasado en las cárceles españolas. "Yo asisto a algunos acontecimientos con la conciencia perpleja. No estoy de acuerdo con esa línea de pensamiento de que todos fueron derrotados. No, señor, unos lo fueron más que otros, y pasados por las armas. Creo que de lo único que puedes sentirte orgulloso es del pasado de cada uno. Y en España hay sectores que hablan de olvidarlo. Pues no existe pretensión más estúpida que negar el pasado. En España hemos vivido una desinformación sistemática. Pero se ha acabado el plazo. A mí aún me sorprende cómo se agudiza en la derecha la desfachatez en sus reacciones. Y encima, ¿por qué ceder terreno en favor de qué concordia que dicen? Si nunca ha existido esa concordia, si han hecho siempre lo que han querido". Al Cuerda sopesado, risueño en sus palabras hasta cuando habla de sus problemas médicos, se le calienta el timbre. "Los personajes de Los girasoles ciegos son deudores de su condición humana en una época que transcurre en la podredumbre de la moral y de lo político". Un ejemplo es el Rector, encarnado por José Ángel Egido, que aconseja al cura con picores (Raúl Arévalo) que dé tiempo al tiempo.
Y todas esas reflexiones ideológicas y artísticas nacen del libro y del omnipresente Azcona. "Ernest Hemingway decía, entre su montón de enseñanzas, que un escritor debía poseer un detector de mierda. Azcona lo tenía, complementado con un sensor de sensiblerías. Muchas veces, en diversos guiones, yo he querido meter algo y siempre me soltaba: 'Eso lo haría Virginia Mayo en uno de sus westerns'. Hemingway también apostaba por la teoría del iceberg, del trabajo profundo que no se ve al escribir, pero que está ahí. Azcona me lo recordaba con la muletilla: 'No le pongas pie de foto'. Si una imagen ya cuenta algo, ¿para qué añadirle palabras? Sin Azcona, sin su talento, sin sus costumbres como ir en autobús porque así es como se conoce a los españoles, no existiría Los girasoles ciegos. Era la persona más viva que he conocido". El director también habla maravillas de su reparto. "Cuando Rafael ya estaba muy enfermo, sólo nos comunicábamos por SMS. Uno de los últimos que le envié, finalizado el rodaje, fue: 'No sabes el regalo que nos han hecho los actores en esta película'. Porque las palabras del guión están ahí en grado óptimo". Por boca de Cuerda salen alabanzas para Maribel Verdú ("le debía el papel desde que con 16 años la rechacé para Mala racha porque era demasiado guapa"), Javier Cámara, Raúl Arévalo o Martín Rivas. Y una última reflexión para los críticos. "A mí los géneros me dan igual. Yo meto el material en el carricoche que más lejos llegue, el drama o la comedia. Dos de mis películas favoritas son Plácido [otra vez Azcona de fondo] y El apartamento. ¿A qué género pertenecen? Lo mismo con el estilo. Ha sido el rodaje en el que me he sentido más libre, me he inventado cosas muy jodidas. Me sobran los directores que marcan paquete con la cámara. Que digan que Los girasoles ciegos parece clásica me suena a bendición del cielo". -
Los girasoles ciegos, de José Luis Cuerda, se estrena en España el 29 de agosto.
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