"Hablamos cada vez peor"
Detrás de las 22 banderas americanas que presiden la Casa de América en Madrid, dos de los pocos académicos que no son de letras de la Real Academia Española conversan sobre el mestizaje de la lengua. Ambos han bregado para que sus experiencias lleguen a la gente a través de libros encabezados con sus nombres: Luis Ángel Rojo y José Manuel Sánchez Ron. El primero se licenció en derecho y se hizo famoso por ser economista, especialmente por su labor como gobernador del Banco de España y encargado de introducir al país en la era del euro. El segundo es doctor en Física y catedrático de Historia de la Ciencia. Ambos, reconocidos profesionales madrileños y entusiastas lectores con sabiduría para escribir, motivos para leerlos y razones para escucharlos.
"Los medios para acceder a las culturas económicas y científicas son mejores" (Sánchez Ron)
"En economía es mejor adoptar términos. Éste es un ámbito que ha tardado en entrar en el lenguaje" (Rojo)
PREGUNTA. ¿Hemos reducido tanto el léxico como se dice?
LUIS ÁNGEL ROJO. No creo que sea verdad; no lo creo.
J. M. SÁNCHEZ RON. En algunos apartados sí. Además hay una avalancha de nuevos términos. Uno de los problemas de la Academia es su incorporación o no. Probablemente en lo que se refiere al lenguaje común sí se ha reducido el vocabulario. Una de las razones es la tecnificación de la vida. Nos comunicamos cada vez más a través de instrumentos o iconos, a lo que hay se suma la premura de tiempo y el lenguaje de los SMS.
L. Á. R. Sí es verdad que se hace una selección de palabras muchas veces poco conservadas. Lo que sí estamos haciendo es machacar el idioma en muchos sentidos.
P. ¿En cuáles?
L. Á. R. Hablamos cada vez peor. En España más que en América.
J. M. S. R. Se nota en la falta de precisión. Palabras como cosa o rollo valen para infinidad de situaciones. Eso es una manifestación en algunos círculos de pobreza del lenguaje. Yo lo aprecio en mis alumnos. Además, en el lenguaje escrito desprecian o ignoran la acentuación.
P. Los dos han sido o son profesores universitarios. ¿Cuáles son los principales abismos entre el habla de los jóvenes y los adultos?
L. Á. R. No creo que haya abismos. Se habla igual de mal en todas partes. Quizá en los chicos jóvenes un poco más, pero los padres también hablan muy mal.
J. M. S. R. Hay algo que no entiendo. Cada día hablamos peor y con un léxico reducido, pero sospecho que la gente lee más, que es una de las maneras de enriquecer el vocabulario. Son fenómenos contradictorios. Y parece notarse más en las capas sociales más educadas y con mayor acceso a la cultura, lo cual es más confuso.
P. También ha aumentado la información económica y científica, y se difunde sin ser bien explicada ni comprendida.
L. Á. R. En España, en el ámbito de la economía, cada día se habla un lenguaje más amplio. También es verdad que no es sólo asunto español. Ni comparación a hace 20 o 30 años.
J. M. S. R. La situación ha mejorado con las noticias científicas. La gente se ha familiarizado con una serie de términos, especialmente de biomedicina, como células madre o genoma. Es una época especial porque nunca antes ha habido tantos libros de ensayo y divulgación. Los medios para acceder a estas culturas son mejores. Lo cual me lleva a pensar que el problema es otro: la enseñanza media ha empobrecido la enseñanza de asignaturas básicas como física y química. Y en la enseñanza es donde se marcan las cartas de una cultura.
P. Los dos han escrito libros. ¿Dónde está la clave para llegar a los lectores?
L. Á. R. En la escritura comprensible. Es fundamental. Mucho más importante, seguramente, que muchas de las cosas que se dicen en el libro.
J. M. S. R. Es importante transmitir ideas y educar, pero eso vale poco si no eres capaz de conmover. Ha habido muy buenos científicos que han sido magníficos escritores, como Sagan o Jay Gould. Aunque reconociendo que cualquier tiempo pasado fue peor en casi todo, me sorprende que con tantos instrumentos la ignorancia científica continúe, sobre todo porque la vida se ve penetrada por la economía y la ciencia.
P. Son áreas que contribuyen cada vez más al mestizaje del español. ¿Qué es mejor: traducir términos, crearlos o adoptarlos?
L. Á. R. En economía es mejor adoptar, porque si se traduce se hace una escabechina. Es inevitable aceptar las cosas tal como son. Y tampoco son tantas las palabras económicas de otros idiomas que se introducen.
J. M. S. R. A mí sí me preocupa. Es inevitable en el ámbito científico, porque aquí el inglés es una lengua franca. Eso se traduce en que científicos que quieran intervenir en la vida científica lo deben hacer por esa vía. Lo que prueba es que los países hispanohablantes no son los más creativos en esa materia. También es verdad que la cultura anglosajona es poderosa. El problema para una mejora no es el técnico sino el cultural, cuando se habla de cultura científica se habla de un idioma. Hay que ser un país más creativo en ciencia, en industria.
P. ¿Cómo ven el lenguaje de la ciencia y la economía en el habla?
L. Á. R. La gente se ha preocupado poco por el lenguaje de la ciencia, aún menos del de la economía. Por lo tanto es complicado pensar que se vaya a incorporar rápida y brillantemente al castellano, pero mejora.
J. M. S. R. Cada semana hacemos revisiones en la Academia. El diccionario es un depósito de siglos que hay que ir poniendo acorde con los tiempos. La economía tiene una ventaja: la gente tiene que ver con ella en su vida cotidiana. Además, la economía se ha integrado con éxito en la narración histórica, en la reconstrucción del pasado. Mientras la ciencia y la tecnología muy poco.
L. Á. R. Pero la economía ha tardado mucho en entrar en el lenguaje. Prácticamente no era conocida hasta el siglo XVIII, hasta entonces no se decían más que tonterías, y en cambio se decían cosas científicas más serias. Hoy parece que la gente está interesada en aspectos de la economía más corriente a través de los medios de comunicación. Pero muchas veces los periodistas no saben qué decir.
J. M. S. R. En ciencia ocurre lo mismo. Con un añadido, en España se fomenta la polivalencia; es decir, se invita a una persona a hablar de todo, y naturalmente su lenguaje resulta restringido cuando no equivocado. Y eso es lo que la gente oye. Si contrataran o invitaran a un especialista la información sería mejor. Así se contribuiría a un buen mestizaje y uso del lenguaje.
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