Barcelona, territorio de ficción
Por su voluntad de capitalidad, Barcelona tiene una laboriosa historia como escenario de lo público, desde el municipalismo del siglo XIX hasta un modelo Barcelona que, si se ha exportado como tal, lo es mucho más por la sabia divulgación de las cualidades de su historia implícita que por los aciertos de los proyectos contemporáneos. Lo que sigue destacando es su carácter de ciudad compacta, de estructura clara, junto al mar, entre dos ríos y rodeada de una serie de montañas. Una ciudad densa, de abundantes calles y paseos, que se aproxima a las coordenadas de hacia donde debería tender una ciudad sostenible: proximidad entre lugares de residencia y trabajo, buena red de transporte público, muchos recorridos a pie y en bicicleta.
¿Cuál va a ser la literatura y la poesía que va a generar la Barcelona más turística y global?
Sus barrios han sido escenario para las novelas de Mercè Rodoreda, Carmen Laforet, Montserrat Roig, Juan Marsé...
Del modelo Barcelona, más que si existe o si está en crisis, lo que ahora nos interesa es que esta ciudad se puede referir a otros modelos contemporáneos dentro del panorama internacional: Curitiba y Bogotá, Shanghai y Hong Kong, Singapur y Dubai, Los Ángeles y Las Vegas, son todos modelos muy definidos de ciudad que pueden compararse con modelos europeos como París, Berlín o Barcelona.
El caso de Barcelona ha destacado por un modelo de negociación entre lo público y lo privado, y por haber sido transformada en las últimas décadas más con el proyecto urbano y los planes especiales de ordenación urbana que con los grandes planes generales y el urbanismo tecnocrático de estándares y cifras.
Por esta razón, lo que ha hecho realmente Barcelona es sacar partido del patrimonio que ya tenía, a veces con acierto y a veces erróneamente o abusando de él. Por esto se empezó por el espacio público, se continuó con los grandes nudos que se han convertido en las áreas de nueva centralidad (entre ellas las áreas olímpicas), luego se ha desarrollado una política sincopada de museos y centros de arte distribuidos por la ciudad, más tarde se le ha sacado todo el provecho a los mercados, tematizándolos con remodelaciones, supermercados y restaurantes de moda, y ahora se está consolidando una política de bibliotecas en cada barrio.
En el camino, también se ha perdido equipaje, especialmente patrimonio, nunca bien visto (excepto Gaudí y el Modernismo, no por su valor cultural sino por los royalties que dan), en una ciudad que siempre renace de los bolsillos de los nuevos ricos y que cree que tiene historia de sobra. Y se ha perdido en participación: de la fuerte presencia en los movimientos sociales urbanos de los años setenta y principios de los ochenta a una situación actual en la que la máxima preocupación municipal ha sido cómo engañar y desmotivar a los vecinos, por muchas audiencias públicas que se diga que se han organizado. El momento máximo de desorientación fue cuando se invirtió en un Fórum 2004 de las culturas totalmente galáctico y superfluo, en vez de hacerlo en una ciudad real cada día más gastada, averiada y colapsada.
Barcelona fue a lo largo del siglo XX un foco cultural, de cruce y encuentro de las vanguardias artísticas, arquitectónicas y musicales. En estos tiempos está en la cuerda floja si esto va a continuar o si ya tenemos suficiente con el delirio del turismo.
Pero no olvidemos que sin Barcelona como escenario no habría surgido la mejor literatura catalana, que ha tomado la ciudad como epopeya o los rincones de sus barrios como escenario vivo de sus historias: sus barrios han sido lugar privilegiado para las novelas de Mercè Rodoreda, Carmen Laforet, Montserrat Roig y Juan Marsé; ha inspirado recreaciones de la sociedad industrial del Poblenou en las novelas de Xavier Benguerel y también está presente en la trilogía de Julià de Jòdar, que aunque se localice en Badalona se acerca a barrios vecinos de Barcelona; se vislumbra entre los versos de J. V. Foix, Jaime Gil de Biedma, Salvador Espriu i Joan Margarit; está viva en los escenarios pop de las historias de Terenci Moix, Manuel Vázquez Montalbán, Carlos Barral, Luis, Juan y José Agustín Goytisolo; es materia de la narrativa periodística, culinaria para Néstor Luján y de crítica social para Teresa Pàmies; es el escenario real para las visiones irónicas de Quim Monzó y las construcciones cultas de Miquel de Palol; y tema para las epopeyas: la medieval en Santa Maria del Mar de Ildefonso Falcones; las burguesas narradas por Eduardo Mendoza y las de terror gótico en la España franquista inventadas por Carlos Ruiz Zafón. Y hoy nos podemos preguntar: ¿cuál va a ser la literatura y la poesía que va a generar la Barcelona turística y global?
Desde el ingeniero de caminos Ildefons Cerdà hasta los arquitectos Oriol Bohigas y Joan Busquets, pasando por historiadores como Francesc Carreras Candi, Agustí Duran i Sanpere, Pau Vila y Jaume Sobrequés, Barcelona ha sido revisada, pensada y conceptualizada por urbanistas y geógrafos de primer rango.
Pero en los últimos tiempos lo que sucede en la realidad está mucho mejor reflejado en la contracultura de la crítica y los debates, en las luchas vecinales y en las páginas web de los movimientos alternativos, en el trabajo crítico de antropólogos y sociólogos, en las acciones artísticas en la calle y en la cada vez más larga serie de documentales críticos, mucho más que en la historia oficial, aun con la inercia de un modelo exitoso y referente en el panorama internacional, que no se atreven a replantear.
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