El superhéroe de las Estaciones
Cuando me pidieron que escribiera sobre el verano casi caigo en la tentación de contar el verano del seiscientos relleno como un pavo hasta el techo. El verano del calor asfixiante, de las aglomeraciones y los conglomerados, de las suegras y de los cuñados, de los tintos, de los niños y de todos los santos marinos; el verano de las cañas en aquellos chiringuitos pringosos de canciones estivales, de manteles a cuadritos, de pelotitas y de chanclas... de los castillitos y venga niños.
Casi lo cuento así... casi caigo en ese vicio tan nuestro de amar y no confesarlo, de rechazar lo irrechazable, de negar que en realidad el verano es la tierra prometida... el oasis.
Por poco lo cuento así.
Pero entonces me acordé de lo que el verano es en verdad. Lo había olvidado de tanto cambiar de lugar y estación, de estación y lugar. Puede ser que el verano, como dicen por ahí, sea un estado de ánimo pero no puedo ser emocionalmente tan escueto con uno de los eventos más democráticos que existen. Porque el verano es igual para todo el mundo, no importa donde estés ni quién seas, no importa si te quedas en el mítico "Madrid vacío de agosto", o si vas en un lujoso yate costeando el Mediterráneo; si tienes un bungalow en Alicante o incluso si pasas el verano trabajando; si eres feriante o feriado, dictador o dictado; el verano cae sobre ti y te veraniza, te ralentiza y te homogeiniza... y te poetiza, si hay suerte...
Porque hay mucho de poético en el verano, hay mucho verso en él.
El verano es la inmortalidad del espíritu de la libertad, es el guardián de nuestros mejores sueños y deseos... y recuerdos, es el cómplice de nuestros mejores planes y secretos, es el compañero fiel de la oportunidad y el copiloto del descanso. El verano es como el superhéroe de las estaciones, que viene a rescatarnos de la rutina que a esas alturas del año ya se nos antoja un monstruo.
Bendito verano, que no me entere yo que te maltratan, que alguien te desprecia, te critica y te resume, que alguien te tipifica, te simplifica, te convierte en primavera o simplemente te ignora y te llama "tita". Que no me entere yo que alguien pretende pasarte por encima y atropellarte o que pretende pasar de puntillitas...
El verano es para hundirse en él, para bebértelo, para flotar con su esencia, es para ahogarse de calor en sus días y morirte de gusto bajo las estrellas... No sé si me explico... El verano no es complemento, el verano es el verbo.
Abandónese a su verano, a su sueño más codiciado, a su impulso más inesperado y por si se me olvidara decírselo cuando llegue el invierno, se lo digo ya. Este verano ha sido maravilloso, a pesar de la crisis, de todas las crisis, el verano nunca me defrauda.
Bonito bañador señora...
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