_
_
_
_
Reportaje:música

El gran gurú del hiperfestival

Viaje a las tripas de Benicàssim en compañía del empresario irlandés Vince Power, propietario único de uno de los colosos musicales del verano en Europa

Daniel Verdú

Cuando Vince Power vendió Mean Fiddler, la empresa inglesa que gestionaba grandes y lluviosos festivales como el de Reading, Leeds o Glastonbury, el comprador impuso una cláusula que le prohibía organizar otro evento de ese tipo en Reino Unido. ¿Qué hizo? Vino a España y compró lo más parecido que había sabiendo que en el precio, esta vez, iba incluido el sol. Ahora, después de tres años codirigiendo el evento con los hermanos Morán (fundadores del certamen), el empresario irlandés se pone solo al frente de la gran cita musical del verano español. Y en apariencia nada ha cambiado. Pero algunos recelan de que aquel aura independiente del evento, que cada año atrae a más público extranjero (la edición anterior fue un 70% del total), acabe diluida completamente por los excesos globales. La 16ª edición del FIB arranca para despejar las dudas.

Power: "Si la gente y los grupos lo pasan bien, por mí como si vienen de Marte"
La edición que empieza hoy ha vendido un tercio menos de abonos
Más información
Y Lola acudió al rescate
El dubstep ya es ritmo oficial del FIB
Hot Chip maquilla el invento fallido de Casablancas en el FIB
Postales de una Inglaterra obrera
'Buen rollo' tricolor en Benicàssim

"Cuando vendí mi empresa y cogí el dinero, pasé las dos peores semanas de mi vida. El teléfono dejó de sonar. Así que decidí salir ahí fuera y comprar otra cosa. El FIB tenía muy buena reputación, era algo que no se había hecho solo por dinero", recuerda sentado en la carpa de prensa del recinto y tocado con un sombrero panamá. Fuera, centenares de operarios trabajan a destajo a 24 horas del arranque del gran evento para terminar de montar las instalaciones y los tres escenarios. "Hay algunos cambios. Más bandas, escenarios más grandes y más abiertos. Pero lo esencial se mantiene. No será un festival más británico. Si la gente y los grupos se lo pasan bien, por mí como si vienen de Marte", insiste de forma muy educada mientras ofrece una cerveza.

Unas 8.000 personas, la mayoría procedentes de Reino Unido (el 85% del total de extranjeros que va al FIB), han invadido ya los 200.000 metros cuadrados de las zonas de acampada. Mientras llega el arranque del festival, con más de 100 actuaciones, cada mañana una riada de adolescentes de mejillas rosadas y resaca incipiente baja hasta las playas en busca de sol y alguna sombra en los parterres del paseo marítimo donde los perros de los locales hacen sus necesidades. Un público mayoritariamente veinteañero que por 150 libras y un vuelo de bajo coste exprimen al máximo su semana de vacaciones en un pueblo de 18.000 habitantes que gracias a Leonard Cohen, Radiohead, Suede, Oasis o Blur forma parte del ideario cultural de la juventud global. "Mi hermano venía cada año y esta vez me tocaba a mí", explica Malcolm con una cerveza en una mano y la toalla en otro. Por la tarde, en sus tiendas de campaña y bañados en after sun, se preparan para las fiestas que organizan las discotecas de la zona para los ingleses con grupos de su gusto y escasa repercusión en España como Filthy Dukes o Boyz Noise.

Pero los fibers, los que saben que todo esto empezó en el velódromo de este pueblo con escasos recursos, nefastas cuentas de resultados e inclemencias meteorológicas, comen aparte. El festival, que mutó incluso en sus siglas de "independiente" a "internacional" genera todavía una fidelidad inaudita. En la barra del bar del hotel Orange (el más cercano al recinto y conocido por sus interminables juergas), Miguel, que ha venido solo, confraterniza con los empleados del lugar. Como si fueran familia. Conoce todos sus nombres porque a sus 41 años, lleva 15 viniendo ininterrumpidamente. "Esta vez es un poco raro. No sé si es por el cambio de dirección o porque yo me hago mayor, pero parece distinto. Creo que es la última vez que vendré", explica ataviado con su camiseta, pulsera VIP y cartera del FIB.

¿Raro? Bueno, la programación (que carece este año de la potencia mediática del anterior) revela alguna concesión al público británico como colocar a Kasabian, una banda muy popular en Inglaterra pero de segunda fila en España, como cabeza de cartel del primer día. El resto de estrellas del line-up son interesantes, aunque quizá demasiado vistas ya en España el último año: Vampire Weekend, Dizzy Rascal, Hot Chip... In extremis, tras la imposibilidad de contratar a bandas como Muse o Arcade Fire, la organización logró atar a Gorillaz, la formación virtual (ya no tanto) de Damon Albarn, cantante de Blur, que actúa por primera vez en España y que ha logrado el equilibrio soñado entre el sonido mainstream y el independiente.

También hay espacio para la sección vintage, de imprevisibles resultados artísticos, con las actuaciones de The Specials, Peter Hook (que resucita a los Joy Division) o PIL (la banda que formó John Lydon cuando dejó los Sex Pistols). La segunda línea del cartel, como siempre, promete ser más interesante. ¿Y los grupos españoles? Unos 30 y de un gran nivel (Standstill, Sr. Chinarro, The Sunday Drivers...), pero el director del festival es incapaz de recordar el nombre de ninguno. "Eso se lo dejo a la oficina de Madrid". ¿Y su banda española preferida? "¿Cómo se llamaban aquellos?", pregunta a su asistente. "Los Planetas", dice ella mientras Power asiente complacido. Este año no les ha contratado.

Pese a que el festival tiene oficina en España e Inglaterra, esta edición se ha dejado por el camino más de un tercio de los abonos que vendió el año anterior. La previsión es que se liquidarán unas 17.000 entradas menos, que en 2009 llegaron a 50.000 (quiere decir que al final del evento unas 200.000 personas pasaron por los tornos de la entrada). La crisis y la rebaja en la potencia y repercusión mediática de los cabezas de cartel (el año pasado actuaron Oasis, Franz Ferdinand o The Killers) ha influido. "Reajuste", lo llaman en la organización. Pero el director ya piensa en que el año que viene habrá que desdoblar el festival, como ocurre con otros eventos, para rentabilizar el caché de los artistas. Así que, tarde o temprano, habrá un FIB paralelo en algún otro lugar de España, tal y como ha hecho este año Sónar o hizo, con notable fracaso, Summercase.

Pero el evento, a diferencia de los que han ido cayendo, todavía mantiene el pulso. La aventura comenzó en 1995, en el polideportivo del pueblo. Pero pronto tuvo que buscar acomodo en las tierras del este delimitadas por la montaña, la N-340 y la vía del tren. Poco más puede crecer ya. Pero hoy el festival, con un presupuesto de unos 10 millones de euros, emplea a unas 2.000 personas y aporta 18 millones a la población. Una cita que resuelve parte de la temporada a los hosteleros de la zona que este año andan mordiéndose las uñas por los posibles efectos de la crisis.

¿Más cambios en el futuro? "No creo. A la gente le gusta estar junta y escuchar música. Si usted sale a la calle nadie le saludará, pero si va al festival todo el mundo es amigable, tiene algo de tribu. Es como el día del partido de España. Cuando ganaron, todo el mundo me besaba y me abrazaban. Al día siguiente, nadie me saludaba ni quería besarme. En los festivales te sientes libre, tienes cosas en común... Nada ha cambiado en todos estos años", señala Power.

Vince Power, director del Festival de Benicàssim, el martes delante del escenario principal.
Vince Power, director del Festival de Benicàssim, el martes delante del escenario principal.REPORTAJE GRÁFICO: CARLES FRANCESC
<i>Fibers</i>en el recinto del festival.
Fibersen el recinto del festival.

El menú de Benicàssim 2010

- GORILLAZ. La banda virtual de Damon Albarn (Blur) actúa por primera vez en España. Con un directo impresionante, se espera que traigan a algunos de los invitados que participan en su último disco como

De la Soul, Lou Reed, Bobby Womack o Snoop Dogg. Son

el gran reclamo del festival.

- KASABIAN. Muy populares en Reino Unido, pero muy discretos entre el público español. Son el paradigma de la creciente identidad británica del festival.

- P. I. L. Fue el experimento pospunk con el que el líder de los Sex Pistols, John Lydon, enterró a su antigua banda. Introdujo cambios y ensanchó el horizonte de una generación que andaba un poco desorientada. Pero viejas glorias y personalidad explosiva no son buenas compañeras de viaje.

- VAMPIRE WEEKEND. Pop fresco y de tintes africanos de unos chicos bien que se conocieron en la universidad de Columbia. Si no hubiera existido Paul Simon, podrían haber inventado un sonido.

- THE SUNDAY DRIVERS. Los españoles son asiduos al festival, será su última actuación antes de que la banda se disuelva.

- THE SPECIALS. Los reyes del ska británico (con permiso de Madness) vuelven a juntarse para salir de gira. Aunque alguien no supiera quién son, habría oído sus canciones (como Ghost town) mil veces en la radio o en los anuncios.

- THE PRODIGY. Tuvieron su momento, pero llevan tiempo dando bandazos. Inventaron el sonido rave con toques punk. Reivindicarán con su potente directo el papel de cabeza de cartel que les han colgado.

- HOT CHIP. Son los reyes del indie de pista de baile, los responsables de que los chicos discretos con gafas de pasta también cierren discotecas.

- DIZZEE RASCAL. El rapero inglés se ha convertido en un productor de hits rompepistas. Sus fieles no le perdonan, pero viene de arrasar en Sónar.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_