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Reportaje:Música

The Strokes reclama su reino

La banda arrasa en su regreso a los escenarios en la segunda jornada del FIB

Daniel Verdú

Albert Hammond Jr., guitarra de The Strokes, ya no fuma ni bebe. Dice que fue a rehabilitación. Todo ha cambiado desde aquel Is this it, la bomba sonora que alteró las reglas del rock en 2001. Y cuatro años sin disco. "No sé por qué, la verdad. No son egos, ni por las bandas paralelas. Así es la vida, yo nunca pensé que estábamos muertos", dice en su camerino del FIB justo antes de salir a un escenario en el que ya ruge el público. "Que digan que eres la mejor banda de rock del siglo XXI colma tu carrera, pero también te condiciona el resto". Quedan solo unos minutos para mostrar qué queda de todo aquello.

Porque lo que importaba ayer era comprobar si la banda estaba en condiciones de defender el trono. Si el paso de los años y el éxito que lo corroe todo habían podido con ellos. Es la una de la madrugada. "Ahí vamos", dice Hammond. Y unas 40.000 personas explotan cuando pisan el escenario. Lo tenían ganado antes de salir.

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Pero lo que primero se vio ayer es que la fuerza y sangre que les sobra todavía en las venas a los rockeros cincuentones de Undertones es la que le falta al azucarado Brandon Flowers cuando actúa en solitario. No es que sea muy distinto de lo que hace con el grupo con el que llena estadios, pero suena un poco a sucedáneo. Esta vez, los irlandeses pusieron a saltar a miles de chavales que no habían nacido cuando su banda era algo así como lo que representa hoy el líder de los Killers. Flowers, sin embargo, como le pasó la edición anterior a Julian Casablancas, líder de los Strokes, con el aforo a reventar, solo logró el éxtasis al recurrir a temas de su banda original. Así que nada, que se la traiga el próximo año como ha hecho el otro.

Pero la jornada arrancó como terminó la noche anterior. Con los españoles dándolo todo y los ingleses durmiendo. Estos británicos que acuden en masa al FIB de Benicàssim son grandes sprinters. Llegan, se entregan en cuerpo, y se van a dormir la mona hasta que el sol de la mañana les desaloja hasta la playa. Al final de la noche se queda en el recinto el sector patrio, el primero en llegar también.

Con las bandas sucedió lo contrario. Tras el alarde de grupos de consumo británico de la noche del jueves, el viernes comenzó con bandas españolas. Es el caso de los madrileños Nudozurdo, la principal promesa del indie español. Un grupo que ha tenido que insistir varios años para que desde hace dos telediarios se hayan convertido en un extraño descubrimiento. Tara, motor hembra, su último disco, es para los entendidos lo mejor del año. Y la verdad es que en directo funciona casi mejor.

La luz del día no es el mejor escenario para las inquietantes letras y la tiniebla melódica de esta banda. Leo, su cantante, alto, enjuto y bastante rígido, no parece un tipo a quien la vida le resulte a algo entrañable. "Has hecho cosas muy feas, y alguien las va a tener que pagar", gritaba. Sarah, una tipa de Brighton, no entendía nada, pero estaba encantada. "Suenan un poco a The Cure". Sí, a Joy Division a veces. "¿Qué dicen?". Y entonces el cantante suelta: "Hay algo sucio dentro de ti, hay algo oscuro, que quiero para mí, entré en tu cuerpo en una ocasión, vi arder mi casa, conocí el amor". Difícil traducción. "Un poco raro, ¿no?", dice ella.

La noche anterior, el festival había dedicado el cartel al público británico. Y la atracción fue Mike Skinner, el hombre que mueve los hilos de The Streets. Subió al escenario principal, donde dijo que hacía 10 años que quería tocar (ay, quizá hubiera preferido hacerlo entonces) y desató el delirio. Skinner finiquita el proyecto que le dio gloria en los últimos años. Pero el concierto fue un poco plomizo. Daba igual, volaban los vasos, ondeaban las banderas y nadie se fue a su tienda de campaña sin un buen empujón y alguna cerveza en la pechera. La media de edad de la explosión hormonal del jueves (ayer más contenida) difícilmente llegaba a los 25. Son los nuevos fibers, dice el director del evento. Parece más bien el nuevo estilo del festival.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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