Londres busca nuevos talentos en los Proms
El multitudinario festival, creado en 1895, lanza este año una inmensa batería de propuestas jóvenes de la música clásica
Cuando sir Henry Wood creó los Proms de Londres en 1895 no se había inventado el pop. Pero ya era lo más parecido a ese movimiento que revolucionó las costumbres en su espíritu: "Hacer llegar la mejor música al público más amplio", recuerda Roger Wright, su actual director, era el objetivo de los fundadores. Hoy, aparte de acercar los conciertos de gran nivel a una audiencia variada mediante una sede como el Royal Albert Hall -con 6.000 plazas de aforo- y ser retransmitidos por la BBC, se han convertido en la plataforma de talento joven en la música más determinante de los últimos años en el panorama internacional.
Cuentan con varias ventajas. "Un público heterogéneo, pero experto y respetuoso", acentúa Wright. No hacía falta jurarlo. Cuando la Orquesta Simón Bolívar de Venezuela, que hizo el viernes la Segunda sinfonía de Mahler, salió al escenario, había espectadores que durmieron en sacos a las puertas del teatro la noche anterior para conseguir una de las 1.000 entradas a cinco libras que se ponen obligatoriamente a la venta el día del evento.
En el Royal Albert Hall el público come y bebe durante las funciones
Abrió un pianista de 19 años y cerrará un director de 36, el más joven de la cita
"Hay talentos en partes inimaginables del mundo", dice el director del festival
"Refresquemos la experiencia del concierto", piden en la Aurora Orchestra
Las que se vendieron con anticipación, desaparecieron en tres horas el día que pudieron comprarse. Ni que decir tiene que el triunfo de Gustavo Dudamel -el joven director venezolano que tiene debilidad por este festival- fue apoteósico, con 15 minutos de aplausos.
Pero aparte del público entregado, que puede beber y comer durante los conciertos y asiste ordenada y deshinibidamente a los espectáculos tumbándose en el suelo si hay espacio y le da la gana, existe una clara voluntad por parte de los organizadores de arriesgarse con los talentos más jóvenes. De los 90 conciertos programados, 28 serán protagonizados por intérpretes de entre 19 y 36 años. La pura cantera de la música mundial lanzada en órbita por un medio potente como la BBC, que retransmite cada uno de los conciertos.
Una cantera variada, global. Con solistas y directores que vienen tanto del Lejano Oriente como de América Latina, sin olvidar a los de casa. Como es el caso de Benjamin Grosvenor, pianista de 19 años... A él le tocó inaugurar el pasado julio el festival de este año. Lo hizo con Liszt. Igual que Ed Gardner, de 36, será el director más joven de la historia en cerrar la tradicional última noche de los Proms.
En medio, aparte de Dudamel y los venezolanos, han pasado y van a pasar el pianista chino Lang Lang, de 29, y su compatriota Yuja Wang, de 24, la nueva sensación del mundillo o Alice Sara Ott, de 22. Lo mismo que directores como Nicholas Collon, de 28, o Andris Nelsons, de 32... Además de violinistas, chelistas, cantantes, clarinetistas...
El debutante Grosvenor trató de disimular sus nervios el día que salió a escena con el Segundo concierto para piano de Liszt. Es una diablura de pieza, pero se templó: "En cuanto me vi, abajo, rodeado de toda esa gente, me calmé", comenta Grosvenor. Él está en la búsqueda de su sonido, de su personalidad, difícil de hallar todavía, a su edad. Pero no le gustan ni las comparaciones ni las generalizaciones: "Creo que si algo debemos ser los pianistas es únicos en lo nuestro, nada comparables. Por eso no me gusta hablar de rasgos comunes en mi generación", asegura el intérprete.
Pero los hay. Hoy el talento musical ya no llega de Europa exclusivamente: se ha esparcido y engrandecido a los extremos, tanto en Asia como en América del Sur. Cada uno tiene su manera de concebir la música que quiere hacer. No es lo mismo la explosión de solistas en China que la perfecta armonía orquestal conseguida por José Antonio Abreu en Venezuela con un sistema de educación que enseña hoy a 410.000 niños y jóvenes en su país. Pero que estamos ante la mayor generación global de talento joven que ha existido nunca, es un hecho a celebrar y una ventaja que comparte y aprovecha para su programación en la ciudad más cosmopolita del mundo el director de los Proms. "Sí que existe esa inmensa marea de talento en partes inimaginables del mundo hace años", corrobora Wright.
No le habría convencido nada a Liszt precisamente esa manía de buscar mínimos comunes denominadores. Si algo ambicionó él fue distinguirse. Y a fe que lo consiguió. Porque el maestro húngaro fue la primera gran figura que dejó detrás una estela de fanáticos seguidores en el mundo del piano. Sus recitales eran auténticos delirios con damas que se peleaban por conseguir un trozo de su cabello, sorber de su vaso o recoger las colillas de sus puros.
Quizá también por eso la conmemoración este año del segundo aniversario de su nacimiento es una gran excusa para establecer un paralelismo entre el espíritu abierto y alocado de los Proms y la figura entre demoníaca y precursora de los delirios del rock y el pop en la música. "No podemos hacernos una idea clara de lo que fue Liszt en directo. Sabemos que era una locura. Pero es cierto que fue un precursor del fenómeno fan y eso le acerca a la idea de ampliar públicos, como los Proms", comenta Wright.
Pero el festival también sirve para fomentar nuevos enfoques, nuevas perspectivas, como las de Nick Collon y su Aurora Orchestra, formada por músicos que apenas alcanzan la treintena y causan sensación en el Reino Unido, como pasó cuando la pasada semana hicieron su interpretación musical de historias de terror. "Es necesario introducir cambios en la concepción de espectáculo musical, refrescar la experiencia del concierto", comenta Collom. En su Horrible histories, entra música de Mozart a Duke Ellington. Y se repasa la historia y sus personajes a base de piezas abiertas y un tanto delirantes.
Pero dentro de eso, que es marca de la casa como producto de la irónica manera de reírse de la pompa y circunstancia británica, hay espacio para un rigor infalible. Y los jóvenes de hoy lo tienen. Eso es lo que busca el público que hace cola con sillas de acampar, sombrilla y pic-nic a la puerta del Royal Albert Hall. Lo mismo para poder asistir a un Requiem de Tomás Luis de Victoria que para escuchar sinfonías de Mahler y recitales donde impera el virtuosismo de Lang Lang.
Los Proms viven y sobreviven con su receta de antiexclusividad y ninguna cerrazón, precios bajos, calidad y talento con una media de edad cada vez más baja en los programas. El mejor homenaje que se le pudo rendir nunca a sir Henry Wood, aquel visionario que inventó los conciertos con paseo a la vera de Hyde Park.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.