EN BUSCA DE 'MILLENNIUM'
Las vidas de los protagonistas de la trilogía Millennium discurren en un puñado de calles de Södermalm en Estocolmo, una de las 14 islas que conforman la ciudad. Quince minutos a pie separan las casas de los héroes de Larsson, Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist. A mitad de camino se encuentra la sede de la revista que da nombre a la trilogía. Sorprende que casi 3.000 páginas se puedan visualizar en apenas unos metros. Los escenarios de la novela caben en un dedal y cobran vida propia. Un incesante goteo de personas se hace fotos frente a la fachada de un edificio de tres pisos con ventanas de arcos ojivales, en el número 1 de la calle Bellmansgatan, ante la estoica mirada de los vecinos. Se trata de la vivienda del insobornable reportero. Hasta el boom Larsson, la calle adoquinada era una más del casco antiguo, pero ahora sirve incluso como fondo para un catálogo de automóviles alemanes. El éxito de las novelas se ha traducido también en un aumento de los visitantes que acuden hasta la capital sueca con la intención de comprobar in situ los lugares por los que se mueven el periodista y la hacker. El Stadsmuseum (Museo de la Ciudad) ha editado un mapa con la localización de los puntos indispensables y organiza circuitos. En una de las salas del museo, la dedicada al cine, se ha instalado "recientemente", según Ernesto Garzón, uno de los coordinadores del centro, una recreación de la redacción de Millennium.
Los lugares en que transcurre la novela caben en un dedal y cobran vida propia
Con o sin Larsson lo que es cierto es que la isla de Södermalm, anteriormente reducto de la clase obrera, está cambiando. A los locales más clásicos se unen otros de nuevo cuño. Dan prueba de ello las tiendas de ropa, de diseño y multitud de cafés y restaurantes, sobre todo en la zona conocida como SoFo (al sur de Folkungagatan). En esta época del año, las plazas y parques se encuentran plagados de niños rubios, nada que ver con la desoladora belleza del paisaje sueco descrito en las novelas. Los carritos de bebé mandan en la plaza Mariatorget, donde Lisbeth fue vista en compañía de hombres mayores y acusada de prostitución. Lo mismo sucede en la plaza de Mosebacke, por la que la investigadora pasaba camino de su casa. Contrasta con el ambiente que se respira en el Kvarnen (Tjärhovsgatan número 4), donde Lisbeth y sus amigas del grupo de rock Evil Fingers se reunían los martes. Esta taberna de paredes y mesas de madera, una de las más antiguas de Estocolmo especializada en comida tradicional sueca (arenques y albóndigas de carne), es el punto de encuentro de los hinchas de Hammarby IF, uno de los tres equipos de fútbol de la ciudad.
Pero adaptar la ficción a la realidad plantea problemas. La unanimidad en la localización de la casa del periodista de Millennium se esfuma cuando se trata de situar la vivienda social que Lisbeth heredó de su madre. Los guías no se ponen de acuerdo. Unos sostienen que se encuentra en la calle Lundagatan y otros la ubican frente a la iglesia de Hornsbrucksgatan, donde tiene lugar una de las escenas más impactantes de la segunda entrega: la pelea del púgil Paolo Roberto y el secuestro de la amante de Salander. El boxeador, muy conocido en Estocolmo donde regentaba un gimnasio para jóvenes con problemas de adaptación social, cuando se enteró de su participación en el libro pidió interpretarse a sí mismo en la segunda parte de la película que se estrena en octubre.
De lo que no hay ninguna duda es de la localización de la segunda casa de Lisbeth Salander, una mansión de 21 habitaciones, situada en un edificio de 1910, en el 9 de la calle Finskargatan. Ahí mismo, bajando una empinada cuesta, se llega a Gotgatan, una bulliciosa vía, donde Larsson sitúa la sede de la revista Millennium. En realidad se trata de las oficinas de Greenpeace. Unos metros más allá se divisa el 7-Eleven en el que Lisbeth se aprovisionaba de comida basura y el Snaps, con su abarrotada terraza, en la que degustar cerveza sueca.
Otro punto de encuentro de los personajes es el café Mellqvist, con una extensa carta de cafés, debajo del piso en el que se encontraba la revista Expo donde trabajaba Stieg Larsson. Aquí, como en el resto de los cafés y bares de Estocolmo, rige la filosofía del hágaselo usted mismo. No hay camareros. El parroquiano pide la consumición en la barra, la paga en el acto y busca donde acomodarse, como hacía el autor de la trilogía.
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