Los robots han venido para quedarse
Cada vez están más presentes: hablan, corren, vigilan e incorporan elementos de inteligencia
El profesor Ishiguro ya se reúne con sus alumnos a través de Geminoid, su replicante; un androide que es su copia exacta, que mueve cejas y labios como él, que incluso emula el movimiento inconsciente del pecho al respirar. Esto no es Blade runner ni una película de ciencia-ficción. Es simplemente uno de los campos en los que la investigación robótica empieza a producir resultados. "Teniendo una copia de mí puedo estar en lugares lejanos. Podría ir mañana mismo a dar una conferencia a España", dice por teléfono desde Nara, y se ríe para dentro. Se refiere a que el que vendría sería el robot, su replicante; él estaría conectado a Internet desde Osaka, con un micrófono, para ponerle voz a su copia. Ishiguro está encantado ante la perspectiva de ahorrarse las dos horas de tren que diariamente le supone ir a impartir sus clases.
Bill Gates vaticina que, tras Internet, la robótica protagonizará la siguiente revolución
El profesor Ishiguro ya puede dar clases por medio de Geminoid, su androide 'replicante'
"Los japoneses quieren invadirnos con robots como con la electrónica", dice el experto Balaguer
Hay dos millones de robots personales en el mundo. Se calcula que en 2008 habrá siete millones más
Miles de cabezas privilegiadas investigan a lo largo y ancho del globo en el emergente y revolucionario sector de la robótica. El hombre persigue una utopía: crear una máquina casi tan perfecta como él.
Bill Gates augura el comienzo de una nueva era. Para el visionario y poderoso dueño de Microsoft, los robots de la cadena de montaje de hoy son como las gigantescas computadoras de los setenta, que fueron reduciendo su tamaño hasta convertirse en bienes de consumo, tamaño PC. En la nueva era, los ordenadores personales ya no descansarán sobre la mesa, sino que nos permitirán ver, tocar y oír; podremos manejar objetos en sitios donde no estamos físicamente.
Un robot, al fin y al cabo, es un ordenador con patas.
A finales de diciembre, el centro de investigación de Honda en Wako (Japón) tendrá un recepcionista con pinta de astronauta. Es Asimo, el robot que en noviembre de 2000 dejó boquiabierto a medio mundo al ser presentado y que acaba de pasar por las II Jornadas Robóticas de Barcelona. Mide 1,30 metros y pesa 54 kilos. Corre a una velocidad de seis kilómetros por hora y sabe subir y bajar escaleras. A partir de enero hará funciones de recepcionista-relaciones públicas, anuncian en Honda.
Llegará el visitante a recepción; le colocarán un pase en la solapa que incorpora la información con su nombre; Asimo, con reverencia a la japonesa, saludará: "Buenos días, señor Menganito. Acompáñeme, por favor". Conducirá al visitante a una sala de reuniones prefijada. Si el visitante se detiene por el pasillo a mirar un cuadro, detectará gracias a sus sensores que el visitante no le sigue: "Estaré listo para cuando usted quiera". Una vez en la sala de reuniones preguntará: "¿Desea, señor Menganito, tomar algo?". El visitante responderá y Asimo acudirá hasta la cocina, para volver al rato con una bandeja con la bebida requerida. Eso sí, reconocen en Honda, Asimo todavía no es capaz de preparar un té en condiciones.
Robots los hay de muchos tipos. Y la inmensa mayoría no son humanoides, es decir, no tienen forma de humano. Los hay que limpian la moqueta: Roomba, de la compañía norteamericana iRobot, está presente en más de un millón de hogares del mundo, y en España la empresa Tecnorregalos vende unos cien al año a razón de 399 euros. Los hay para entretener a los niños (iRobi, Papero), para hacer compañía a la abuela (Paro, la foca robótica, con efectos terapéuticos), y robots que nos operan, como Da Vinci, el robodoc. Se empiezan a colar sigilosamente en nuestras casas, en nuestras vidas, y no son más que la avanzadilla de lo que está por venir en los próximos 20 años.
Serán ayudantes del obrero de la construcción, cargarán con peso y ayudarán a transportar una escalera; permitirán que se trate a pacientes a miles de kilómetros de distancia; serán los nuevos recepcionistas; nos rescatarán en caso de terremoto. Los robots harán todo eso (en algunos casos, ya lo hacen) y más. Porque hablar, ya hablan. Y correr, ya corren. Hay dos millones de robots personales en el mundo, según la Federación Internacional de la Robótica.
En 2008 habrá siete millones más. En Corea del Sur estiman que habrá uno en cada hogar para 2013.
Hace siete años, Ishiguro fabricó una réplica exacta de su hija, Risa. En 2005 presentó a una androide (o ginoide) basada en la imagen de una presentadora de televisión, Repliee Q1. Entonces lo que le preocupaba era llegar lo más lejos posible en el parecido entre un androide y un humano. Ahora lo que le interesa es profundizar en el concepto de presencia-existencia. Y lo ha hecho con Geminoid, el androide que ha diseñado a su imagen y semejanza: "Es como si fuera un hermano gemelo".
Recuerda perfectamente los primeros experimentos con sus alumnos, el año pasado. Él, en Osaka, conectado a un ordenador, con una webcam y un micrófono. Geminoid, en Nara, reunido con los alumnos. Dice que los estudiantes tardaron sólo cinco minutos en acostumbrase a hablar con normalidad con su réplica. Oían la voz de Ishiguro, veían a un androide. En uno de sus experimentos vio por la pantalla cómo una guapa mujer se acercaba a Geminoid y le acariciaba el hombro: "Mi corazón empezó a latir más fuerte", confiesa. Menos gracia le hizo que unos estudiantes le pellizcaran la mejilla a Geminoid. "Podemos separar el cuerpo de la mente a través de Internet", concluye.
En Japón, la meca de los robots, ya hay experiencias piloto en hospitales con androides que indican el camino al paciente; hay robots que vigilan en centros comerciales, y se comercializan otros, como el Maron-1, que incorporan una cámara y se manejan con el teléfono móvil.
"Los japoneses quieren invadirnos de robots como hicieron en su momento con la electrónica", afirma Carlos Balaguer, vicerrector de investigación de la Universidad Carlos III. Allí, en Japón, nació, en 2003, HRP-2, considerado como el mejor robot para investigadores. Hay 15 ejemplares de HRP-2 en el mundo: 14 están en Japón, y el otro, en uno de los centros punteros de investigación de Europa, el LAAS-CNRS de Toulouse.
En una de sus blancas salas nos recibe este primo lejano de Mazinger Z, HRP-2, flanqueado por Jean-Paul Laumond, científico de discurso lúcido y provocador, y Eiichi Yoshida, investigador japonés que ha llegado para codirigir junto a Laumond este proyecto franco- japonés. HRP-2 fue diseñado por el dibujante de manga Yutaka Iyubuchi. Por eso recuerda al Mazinger de la mítica serie de dibujos animados de los setenta. Mide 1,54 de altura y pesa 58 kilos. Hace años, los humanoides se construían grandes y pesados. Con el paso del tiempo han ido menguando (así dan menos miedo) y adelgazando (la tecnología los aligera).
En torno a HRP-2 se han movido unos 35 millones de euros. Tiene 30 motores en su cuerpo, dos cámaras-ojos en la cabeza para ver de cerca, dos para ver de lejos en las patillas que ocupan el espacio de las orejas. Su cerebro lo forman dos ordenadores. Su corazón, las baterías, que le confieren una autonomía de una hora. Sus venas son cables.
HRP-2 se coloca ahora delante del marco de una puerta. Lleva unas pesas de halterofilia que son más anchas que el marco. Recibe la orden de atravesar la puerta. Resulta increíble ver cómo el robot camina con movimientos de humano y al llegar a la puerta se contorsiona para poder pasar. Los robots pueden captar imágenes con las cámaras que incorporan y crear modelos en tres dimensiones del espacio que tienen delante. El programa les permite conocer las distintas posibilidades que tienen. A partir de ahí eligen y ejecutan. Es decir, incorporan elementos de inteligencia.
Situado frente a una mesa con cuatro palos de cuatro colores, Jean-Paul Laumond se le acerca y le desordena los palos, colocándolos de cualquier manera. HRP-2 recibe la orden de coger el palo de color amarillo. Pasan 10 segundos, el humanoide enfoca, su brazo plateado se encamina hacia la mesa, escoge el palo amarillo, adapta su muñeca a la posición del palo, lo agarra, gira la cintura y se lo entrega a Eiichi Yoshida. Ha tenido que decidir qué palo coger y lo ha hecho por sí solo. Todo un hito que empieza a cobrar forma: aplicar inteligencia artificial a las máquinas.
"El robot es capaz de aprender dentro de un marco que le damos", explica Yoshida. "No creo que vayan a ser capaces de ser creativos, pero sí que podrán aprender a hablar".
Hace 30 años que C3PO se dio a conocer con La guerra de las galaxias. Por aquel entonces parecía una utopía, pero está más cerca de lo que parece.
Maggie, la humanoide española que te da el parte del tiempo
ESPAÑA ES EL TERCER PAÍS europeo que más investiga en robótica, con más de 40 grupos de I+D. Uno de sus centros neurálgicoses la Universidad Carlos III de Madrid. Allí se encuentra Maggie, una robota humanoide de aspecto amigable que habla, reconoce voz y te da el parte del tiempo si se lo pides. Y RH1, el único humanoide íntegramente hecho en España capaz de andar, según reclaman sus creadores. Ocho años de trabajo, 15 investigadores e ingenieros y 600.000 euros es lo que ha costado poner a caminar a este humanoide de 1,40 metros de altura y 47 kilos de peso que recuerda a un primo lejano y algo más estilizado del muñeco de Michelin.
RH1 se pone a caminar por los pasillos de la Carlos III. Ñeek, ñeek. Levanta el codo y levanta la mano, siguiendo las órdenes que se le transmiten desde un ordenador portátil.
"Los humanoides son los robots más complejos que hay, son una plataforma donde confluyen todas las tecnologías", explica
Carlos Balaguer, vicerrector de investigación y artífice de RH1: "En la evolución humana, la inteligencia surgió cuando el homínido saltó del árbol a la tierra, comenzó a andar erguido y, al tener las manos libres, pudo fabricar herramientas; pues bien, el humanoide ya ha bajado del árbol y empieza a andar bien", declara el gran experto español en robótica.
El hombre tardó cuatro millones de años en poder andar y ser inteligente. El humanoide ha hecho ese mismo viaje en apenas 20 años.
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