¿La nueva 'guerra fría'?
El 'caso Google' añade tensión a las complejas relaciones entre China y Estados Unidos
El sorprendente anuncio de Google de que podría echar el cierre a sus negocios en China, en respuesta a los ciberataques sufridos por sus ordenadores y los correos de disidentes del país asiático que utilizan su servicio Gmail, ha provocado un nuevo foco de tensión en las complejas relaciones entre China y Estados Unidos.
En lo económico, la crisis ha puesto de manifiesto las dificultades a las que se enfrentan las compañías extranjeras para trabajar en el mercado chino -especialmente, las que operan en un sector extremadamente sensible como el de la información- y el impacto que el creciente ciberespionaje tiene sobre la competencia empresarial en un mundo cada vez más globalizado. En lo político, el ciberasalto atribuido a China es una llamada de atención sobre el creciente poderío de este país y el aumento del uso de Internet como herramienta de espionaje político y militar. La revelación de Google adquiere una dimensión especial, dada la identidad de algunas de las empresas estadounidenses afectadas como Northop Grumman, uno de los mayores fabricantes de armamento del mundo.
La censura de Internet es crucial para Pekín. Pero si Google se marchara sería un revés a la imagen del país
El Gobierno de Pekín ha negado cualquier implicación en el asunto y ha replicado a la empresa californiana que, si quiere trabajar en el país asiático, tiene que cumplir la ley. Se refiere al anuncio hecho por Google de que dejará de censurar las informaciones en su motor de búsqueda chino google.cn (algo que llevaba haciendo desde que se instaló en China en 2006, para cumplir con las exigencias oficiales) y que si el Gobierno no lo acepta, se irá.
Con toda seguridad, Pekín rechazará esta demanda porque la censura en Internet -al igual que en periódicos, radio o televisión- es uno de los elementos cruciales de su sistema político de partido único. Pero intentará buscar una solución en la más pura tradición negociadora asiática. El abandono de China por parte de una de las empresas tecnológicas más admiradas del mundo sería un nuevo revés a la imagen de un país sobrado de mala prensa en Occidente, y asestaría un golpe a la confianza empresarial extranjera en China, cuando las inversiones foráneas siguen siendo uno de los motores principales de su economía.
De ahí que las autoridades chinas estén intentando minimizar el impacto del caso. El viceministro de Exteriores, He Yafei, dijo el jueves pasado que el caso Google no debe ser "sobreinterpretado" ni ligado a las relaciones entre los dos países. La semana pasada, Yao Jian, portavoz del Ministerio de Comercio, enfatizó que hay muchas formas, que no detalló, de resolver el diferendo. Pero insistió en que todas las compañías extranjeras, incluida Google, deben cumplir la ley; en otras palabras, aceptar la censura. "Cualquier decisión que tome Google no afectará a las relaciones económicas y comerciales entre China y Estados Unidos porque ambas partes tienen muchas vías de comunicación y negociación", dijo.
Las autoridades de Washington no se muestran tan claras y aseguran que aún es pronto para conocer todas las consecuencias de la crisis. Llevan mucho tiempo preocupadas por los programas de ciberespionaje chinos. Un panel de consejeros del Congreso aseguró en noviembre pasado que Pekín parecía haber incrementado el acceso a ordenadores estadounidenses para recoger información útil para sus programas militares.
Chip Gregson, subsecretario de Defensa para Asuntos de Seguridad en Asia-Pacífico, aseguró que su departamento está especialmente preocupado por los programas nuclear, espacial y ciberespacial de China, con quien, según dijo, las relaciones son "complicadas" por su doble carácter de socio y competidor.
Robert Willlard, almirante jefe de las fuerzas estadounidenses en el Pacífico, afirmó que la incertidumbre es uno de los mayores obstáculos en las relaciones mutuas, y denunció lo que llamó inconsistencia entre las declaraciones oficiales y la realidad, ya que, según dijo, por un lado Pekín dice que su programa militar es sólo defensivo y que busca un entorno armonioso y pacífico en el que su economía pueda crecer y prosperar, pero, por otro, el Ejército Popular de Liberación está incrementando la capacidad para proyectar su poder y sus fuerzas asimétricas y convencionales.
La decisión de Google ha colocado en una posición incómoda a las demás empresas estadounidenses que trabajan en el sector de Internet en China. Pero, de momento, han mirado hacia otro lado. Yahoo! ha dicho que "se alinea" con la posición de su competidor, sin dar muchos más detalles, mientras que Microsoft ha asegurado que no tiene ningún plan de abandonar este jugoso mercado. "No entiendo de qué forma nos ayudaría a nosotros, no entiendo de qué forma ayudaría a China", ha declarado Steve Ballmer, consejero delegado de esa compañía. "Todos los días nos atacan desde todas partes del mundo, y creo que a los demás también. No creo que haya ocurrido nada fuera de lo normal". Los ciberpiratas aprovecharon defectos de seguridad del navegador Internet Explorer de Microsoft para los asaltos.
Yahoo! controla el 40% de la compañía propietaria de Alibaba, el mayor sitio de comercio electrónico de China, mientras que la compañía de Bill Gates posee numerosos intereses en el país, que van desde la venta de programas informáticos a centros de investigación y desarrollo. Además, su buscador Bing podría beneficiarse de la salida de Google, que tiene el 31% del mercado de los buscadores. La compañía local Baidu, con una cuota del 63%, lidera el negocio, que ascendió a 1.000 millones de dólares en 2009.
Las multinacionales extranjeras han aceptado desde hace mucho tiempo las restricciones gubernamentales, a cambio de una porción del mercado chino, inmenso y en alza. Y no sólo en el sector de Internet, donde deben cooperar con la censura. Desde la industria del automóvil hasta la de comida rápida, las empresas se han visto en ocasiones obligadas a seguir las sugerencias o imposiciones oficiales sobre la elección del socio local. Pocas hablan de ello en alto, por temor a represalias. El negocio prima.
Pero Pekín no es inmune a las presiones. El verano pasado renunció a la obligatoriedad anunciada previamente de que todos los ordenadores que se vendan en China estén equipados con un programa de filtrado de Internet. Y meses antes, la oposición de Washington condujo al abandono de la exigencia de que las empresas revelen cómo funciona su tecnología de seguridad informática.
Las tensiones sobre el caso Google se suman a los habituales roces entre la mayor y (pronto) la segunda economía del mundo, que van desde las quejas estadounidenses por la infravaloración de la moneda china, hasta las acusaciones de Pekín sobre proteccionismo comercial norteamericano, las diferencias sobre derechos humanos y la ira china por la venta de armas estadounidenses a Taiwan. Una larga lista de contenciosos a la que el ciberespionaje ha añadido ahora un nuevo y moderno elemento.
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