"Se necesitarían garantías muy especiales para pactar con Zapatero"
Hay un despacho en el paseo de Gracia de Barcelona donde un ex dirigente político, a pesar de sus 77 años, sigue pensando en el futuro. Se llama Jordi Pujol y tiene algo más importante que el poder: influencia.
Pregunta. Ya sé que es usted muy celoso de su vida privada, de sus reflexiones personales, por eso me interesa conocer cómo fueron sus primeros días después de dejar la presidencia de la Generalitat.
Respuesta. La verdad es que dejar la política y la responsabilidad, poco o mucho, afecta, aunque creo que lo he sabido controlar. He partido de la idea de que la primera obligación de un ex presidente es no estorbar a los que vienen detrás. Lo he intentado aunque no siempre me ha resultado fácil, porque a la que digas algo, por poco que digas, siempre se interpreta de mil maneras. Pero estoy totalmente retirado y personalmente tranquilo, aunque inquieto por la forma como va el país.
"Sufrí mucho con el 'caso Banca Catalana'. Hay un estilo asesino de hacer política que hace mucho daño"
"El PP ha llevado una campaña de encender una mecha para provocar un incendio"
"La actitud de España hacia Cataluña no es ni justa ni correcta. Y carece de grandeza"
"Quien lo salvó -el estatuto de Cataluña- fue Artur Mas. Así de claro"
P. Estoy segura de que no ha olvidado ese día, ese último día en el que hubo de dejar el poder y la gloria.
R. Recuerdo lo que hice aquella tarde. Yo había luchado mucho por hacer una estación del metro en una zona periférica de Barcelona que había encontrado mucha oposición. Bien, pues esa estación se inauguró 15 días antes de que yo dejara de ser presidente, pero no pude ir. Y la tarde de aquel sábado me fui a ver la estación de metro yo solo. Con mi mujer. Y el lunes, mi primera preocupación fue levantarme temprano. Porque ya no tienes ninguna obligación, ya nada depende de ti. Y si te relajas el primer día, hay muchas posibilidades de que eso se convierta en un hábito.
P. Pero debe de ser muy duro enfrentarse a un tiempo en el que hay que ocupar las horas, después de no haber tenido tiempo para nada durante tantos años.
R. Bueno, yo no he tenido ese problema porque, además, me propuse no tenerlo. ¿Sabe usted aquello que yo decía de "ahora toca y ahora no toca"? Pues es también aquello del Eclesiastés, de "hay un tiempo para trabajar y un tiempo para descansar, uno para luchar y otro para hacer las paces", etcétera. Pues también yo tuve un tiempo para ser president de Cataluña y un tiempo para no serlo. Y, mire, yo con esta fundación que he creado he querido enviar un mensaje claro de que quería apartarme de la política activa. Y desde entonces me he dedicado al análisis de la sociedad, de sus valores y de sus actitudes, porque creo que un país que no tiene ideas claras y convicciones sólidas y que no tiene actitudes positivas no saldrá adelante. En eso trabajo.
P. Todavía es usted joven para plantearse algunas cosas que...
R. ¡Oiga! ¡Yo ya no soy tan joven, que tengo 77 años, y ya me dirá...!
P. Bien pensado... Quizá sea ya un poco tarde para arrepentirse de haberle dedicado tanto tiempo de su vida a la política, ¿no?
R. No, no, de eso no me arrepiento. Pero es que yo no he dedicado mucho tiempo a la política. Yo he dedicado mucho tiempo a Cataluña. Y si usted quiere, podré decir que he dedicado mucho tiempo al bien común, que es una obsesión mía, y creo también que esa dedicación mía al bien común ha beneficiado al conjunto de España. Estoy en paz conmigo mismo. Pero, mire, rebelarse contra el envejecimiento, contra el paso del tiempo, no tiene sentido, es no entender qué es la vida.
P. Quisiera saber cómo vivió los años del acoso a su familia, los que el caso Banca Catalana estuvo a punto de llevarle a la cárcel...
R. Lo intentaron, pero no estuve a punto de que me llevaran a la cárcel. Aunque es verdad que aquello me hizo sufrir mucho, mucho. Lo viví con pena, con una gran pena, por mí y por mi familia y por muchas personas por las que tenía una gran consideración. Y porque el propio banco lo habíamos creado no para ganar dinero, sino porque creíamos que era una cosa buena para el país. Aquello fue realmente duro. Pero lo viví bien, creo, con entereza. Pero este acoso ha persistido. No a mí, pero sí a mi familia, amigos, consejeros. Ahí yo estoy dolido con determinadas personas, determinados sectores políticos y mediáticos, y con un estilo que en España se ha practicado mucho. Hay un estilo asesino de hacer política que hace mucho daño, produce mucho dolor y perjudica a la política.
P. Nunca he comprendido cómo ha podido superar esa situación sin perder la calma, el seny.
R. Hay un momento en el que uno tiene que ser capaz de darle la vuelta a las cosas, de coger todos los agravios y ese cúmulo de sentimientos y envolverlos en un pañuelo, y cada mañana, cuando te vas de casa para hacer política, metes el pañuelo en la mesilla de noche y lo dejas ahí, porque no puedes salir a la calle con este bagaje. Con el bagaje del resentimiento. Y por la noche, cuando vuelves, si quieres hacerte un poco de daño a ti mismo, pues puedes sacar el pañuelo y mirar en su contenido. Y hurgar en la herida. La verdad es que yo no lo hago. Es mejor no hacerlo.
P. Pero aquello del "Pujol, enano, habla castellano", un día me dijo que lo tenía guardado en un armario, pero que usted tenía la llave de ese armario.
R. No recuerdo haber dicho esto, pero, en todo caso, aquello fue más bien una estupidez. Y en el orden personal y humano no fue tan grave como el tema Banca Catalana u otros. Lo grave es que esta estupidez respondía a una mentalidad e idea de España muy negativa. En todo caso, agresiones las ha habido, importantes, tanto del PP como del PSOE. Pero déjelo, déjelo, yo lo he dejado esta mañana en la mesilla de noche.
P. Lo que usted no ha perdido es algo que sólo lo tienen pocos políticos que no están en el poder: influencia, capacidad de crear opinión.
R. El poder real o es económico o es político o es mediático o es poco poder. Hay, por supuesto, un poder moral o intelectual, pero que actúa muy lentamente. A largo plazo.
P. Quizá usted desearía tener un poder fuerte para cambiar las cosas en el interior de su partido, ¿no?
R. ¿Yo? ¡Es que yo no quiero, ni debo, ser fuerte en el interior de mi partido! Yo creo que mi partido hará bien en recordar siempre lo que han sido sus orígenes, hace más de treinta años, su razón de ser. Y, claro, en esto, yo y otros hemos desempeñado un papel. En estos momentos, en mi partido procuro estar en una posición marginal. Es verdad que mi partido, como otros, tiene necesidad de referencias sólidas, y seguramente yo lo soy, pero lo es todo lo que ha sido Convergència durante treinta años. Nadie puede cortar sus ataduras con lo que ha sido su historia, lo cual no quiere decir que haya que repetir la historia. Esto lo explico con la historia de una araña que un buen día, segregando un hilo, se descolgó y tejió una telaraña, y allí cazaba moscas y mosquitos y mariposas. Pero un día se encontró con un hilo viejo que estaba ahí pero que no recordaba, que la incomodaba, y lo cortó. Era el hilo por el que se había descolgado desde el techo. En el momento en que lo cortó, la telaraña se desplomó. Era su historia y la base de su patrimonio. Y esto vale para un país y vale para los partidos. También para Convergència.
P. No sé si usted cree que Artur Mas está siendo fiel a los orígenes de Convergència.
R. Yo creo que la gente que ahora dirige Convergència, y especialmente Artur Mas, interpreta esta línea muy bien, lo cual no quiere decir que lo haga exactamente como yo la interpretaba, pero es que quizá sería un error que Mas la interpretara como yo lo hacía. Él tiene que actuar conforme a las necesidades de su tiempo político. Convergència sigue siendo un partido que tiene como principal fundamento la defensa de Cataluña, su identidad, su razón de ser como país, su cultura. Y todo esto sin olvidar que Cataluña no puede ignorar esos objetivos sin apoyarse en los valores de la cohesión social. A mi entender, Mas lo está llevando bien. Y por otro lado le diré que el nuevo Estatuto quien lo salvó fue él. Veremos en qué quedará, pero de momento es mejor que el que había. Y repito, quien lo salvó fue Mas. Así de claro.
P. Supongo que a estas alturas usted es consciente de que a Convergència se le ha acusado siempre, y hoy más que nunca, por parte de la derecha española, de ignorar al Estado, de sobreponerse a España como nación.
R. Convergència Democràtica de Cataluña ha actuado siempre de acuerdo con la tradición mayoritaria del catalanismo político y ha compaginado nuestra afirmación de Cataluña como nación con una actitud inequívoca de corresponsabilidad española. Desde el principio de la transición hemos apostado por la estabilidad y la gobernabilidad, tanto con el PSOE como con el PP y UCD, y creo que hemos hecho una aportación ¡muy importante! al proceso de consolidación de la democracia en el conjunto del Estado. Hemos actuado con gran lealtad. Y más allá de la política estricta.
P. ¿Qué quiere decir con esto?
R. CiU y yo mismo hemos apostado a fondo por un renacer español que en el último tercio del siglo XX nos pareció posible. Hemos apostado porque sea real lo que llevo décadas diciendo: que España va a ser un país emergente. Y lo es. Otros habrán contribuido más que CiU a ello porque tienen más peso, pero nadie lo ha hecho de forma tan constante en 30 años. Y lo puedo discutir con quien sea y donde sea. Y no me arrepiento de ello. Pero la actitud de España hacia Cataluña no es ni justa ni correcta. Y carece de grandeza.
P. Eso es algo que la derecha no quiere oír. ¿Dónde cree que está el origen de esa fobia contra Cataluña?
R. Esta fobia también se da en buena parte de la izquierda. Seguramente se trata de un problema profundo de estructura de España. Ya decía Quevedo que "mientras haya piedras en los campos y catalanes, habrá guerra". También es cierto que ha habido por parte de Cataluña una resistencia a ser asimilada, lógica y legítima. Pero si tenemos que analizar lo que ha pasado en los últimos tres años, se lo voy a resumir en tres frases lapidarias. Una: nosotros los catalanes no nos hemos gustado, no hemos hecho las cosas bien últimamente. Segunda: no hemos gustado al resto de España, y lo comprendo. Y tercera: creo que ustedes mismos no se pueden gustar. Ha habido por parte del PP una agresividad desquiciada, pero también en el PSOE una agresividad más disimulada pero real, y en ciertos sectores del PSOE, una gran voluntad de engaño. De todas maneras, el origen de todo está en nuestra resistencia a ser asimilados, que ha hecho olvidar incluso nuestro esfuerzo para que la transición española fuera bien, y eso sí que me parece profundamente injusto, porque, además, CiU siempre ha llegado a acuerdos con todo el mundo. Acuerdos que han sido positivos para el conjunto. En el tema de Cataluña, la mentalidad española en términos generales hace tiempo que no actúa como correspondería a un país integrador, respetuoso y creativo. A un país que debe sumar y potenciar a todos sus componentes. Y que tiene capacidad y grandeza para hacerlo.
P. Pues entonces no sé si ha podido encontrar una razón para que Artur Mas llegara a firmar ante notario su compromiso de no aliarse con el PP en ningún caso.
R. Bueno, sí, había una razón. Nosotros hemos llegado con UCD y con el PSOE a pactos que han sido muy buenos para España y también para Cataluña. Y con el PP... Mire, cuando ganó el PP, me reuní con Felipe González y él me dijo que creía que Aznar iba a durar poco tiempo. Pero también me dijo una cosa que le honra como hombre de Estado: "Este país necesita un Gobierno, y un Gobierno ahora sólo puede venir del PP". Él sabía que su partido estaba desgastado. Cualquier persona que tuviera sentido de Estado, como él lo tenía, sabía que esto era así. Nosotros pactamos con el PP a condición, entre otras cosas, de que continuara la política económica de Solbes, pactada con el PSOE en 1993. Afortunadamente, Rato tenía exactamente la misma idea. Y eso fue bueno para Cataluña y para España. Y el primer Gobierno de Aznar fue un buen Gobierno. Y llegamos a un acuerdo de financiación que fue bueno para Cataluña y también para el total de las autonomías españolas. Aunque luego ha vuelto a desequilibrarse.
P. Y ¿cómo se explica entonces la confrontación del PP con el resto de las fuerzas políticas catalanas?
R. Bueno, Aznar aplicó al principio ideas distintas de las que aplicó luego. Cuando consiguió la mayoría absoluta me escribió una carta, que conservo, en la que me decía que lo que había que hacer no era reforzar las autonomías, sino fortalecer los poderes de la Administración central. Aznar fue transparente y es cumplidor de lo que dice. En su idea de España no cabe una Cataluña como la que CiU defiende. Pero le diré una cosa: Rodríguez Zapatero no inspira confianza. El PP no nos ha gustado, pero el PSOE tampoco, y no puede pretender que tengamos confianza en él. Yo siempre digo que tal y como van las cosas, si algún día en España hacemos algún pacto con los socialistas, que no lo sé, tienen que pagar por adelantado. ¿Sabe aquello que se decía en los colmados de "hoy no se fía"?; pues a Zapatero no se le puede fiar ni hoy ni mañana. Llegado el caso, se necesitarían garantías muy especiales. Repito, es mi opinión personal.
P. Pero no me acaba de aclarar lo que le parece el compromiso de Artur Mas de no pactar, en ningún caso, con el PP.
R. Es verdad que el PSOE no inspira confianza, pero es que el PP además ha llevado una campaña de encender una mecha para provocar un incendio. En 1993 tampoco deberíamos haber pactado con los socialistas porque ellos también habían hecho una campaña de, ¿cómo se dice?, de acoso y derribo contra Cataluña, pero sin duda también contra CIU. Y al cabo de un tiempo cambiaron de actitud. Y yo con González empecé mal, pero acabé bien, y además le reconozco una calidad política muy importante. Con Aznar empecé mal, luego fue bien, y luego terminó sin que entre nosotros quedara ningún tipo de relación. Pero ahora lo que cuenta es que ante la agresividad del PP y de sectores que están bajo su influencia no podemos pactar. Pero..., oiga, no haga usted caso de esto que le digo, porque yo no voy a pensar en Artur Mas ni en Duran ni en las decisiones que pueda tomar el partido. Repito, estoy al margen.
P. Sin duda, es usted la única persona en Cataluña que puede tener autoridad moral para responder a una pregunta difícil: ¿no cree que los catalanes están cansados del debate identitario y que el Estatuto no era necesario?
R. Hay cansancio, es verdad, pero no de la reivindicación identitaria, sino de cómo se ha llevado el tema. Cansancio de nosotros mismos. Y también de España. Y de la actitud respecto a Cataluña. En mis muchos años de observador de España -desde antes de 1975- no había sentido tanto desapego e incluso tanta hostilidad contra Cataluña. Y también hay cansancio del cainismo español. Nosotros, los catalanes, debemos interrogarnos. El resto de España, también.
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