Torturado por Franco, asesinado por ETA
Otoño de 1966, prisión de Carabanchel. José Luis López de Lacalle, un vasco alto y simpático, tenía entonces 28 años. Acababa de ser detenido y torturado salvajemente en San Sebastián por la policía política de Franco. "Tengo muy viva la imagen de José Luis pegado a la reja de la sexta galería", recuerda Víctor Díaz Cardiel, viejo militante comunista, "él y Marcelino Camacho intentaban siempre ser los primeros en leer El Alcázar, Arriba y Abc". Los periódicos nunca llegaban enteros. El director de la cárcel madrileña tenía por costumbre ejercer sobre ellos una segunda censura, tijereteando los artículos que, según él, no convenía que leyeran los presos.
Primavera de 2000, calle de Ondarreta (Andoain, Guipúzcoa). Aquel joven ya ha cumplido los 62 años. Su cuerpo sin vida está tendido en el suelo, cubierto por una sábana. Víctor Díaz Cardiel se entera por televisión de que un asesino de ETA ha esperado a José Luis en el portal de su casa y le ha disparado hasta cuatro veces, dos tiros en el pecho y otros dos en la nuca cuando ya estaba en el suelo. Hay un detalle que llama la atención del viejo militante comunista. Junto al cadáver de su amigo hay una bolsa de plástico con los ocho periódicos que el viejo luchador antifascista acaba de comprar. Ni Franco entonces ni ETA ahora se los han dejado leer.
"Le habían pegado por todo el cuerpo; fueron tantos los moratones que lo tuvieron que llevar al hospital para que se recuperara antes de ser conducido a prisión"
"Tengo muy viva la imagen de José Luis pegado a la reja de la sexta galería. Él y Marcelino Camacho intentaban siempre ser los primeros en leer los periódicos"
Invierno de 2003, calle del Marqués de la Ensenada (Madrid). Dos hombres entran juntos al Tribunal Supremo. Uno es grueso y el otro tiene el pelo blanco. Nunca antes se habían visto, pero son tantas las cosas que guardan en común que la conversación discurre fluida y entrañable. Jesús María García Garde, el hombre grueso, tenía 18 años en 1966 y estudiaba para perito industrial en San Sebastián. El del pelo blanco es Víctor Díaz Cardiel. Militante del PCE desde su juventud, fue detenido por la siniestra Brigada Político-social el 4 de abril de 1965. Junto a ellos camina y los escucha Virginia Díaz Sanz, abogada de la secretaría de Derechos Humanos de Izquierda Unida (IU). Es ella quien los ha convocado allí.
El motivo no es secreto. Izquierda Unida tiene planteado un recurso contencioso-administrativo ante el Tribunal Supremo contra la concesión, por parte del Gobierno del PP, de la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo a Melitón Manzanas, el jefe de la Brigada Político-social de Guipúzcoa, asesinado por ETA el 2 de agosto de 1968.
Símbolo de la represión
Aquel reconocimiento póstumo a Melitón Manzanas, símbolo de la represión en Euskadi durante la dictadura, provocó en enero de 2001 una gran contestación social. Muchas de las víctimas de sus torturas fueron obligadas a reencontrarse de nuevo con lo más doloroso de su pasado. El siniestro currículo de Manzanas, nacido en San Sebastián el 9 de junio de 1909, empezó a escribirse muy pronto. Todavía veinteañero, colaboró en el alzamiento contra la República. Fue detenido y permaneció en prisión hasta que las tropas del general Mola tomaron Guipúzcoa en septiembre de 1936. Dos años después, y en plena contienda civil, ingresó en la policía franquista. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó en la comisaría de Irún y colaboró con la Gestapo. Como inspector jefe de policía llegó a ser jefe de la Brigada Político-social de Guipúzcoa. Son innumerables los militantes nacionalistas o de izquierdas -muchos de ellos, todavía vivos- que sufrieron sus métodos atroces. ETA lo asesinó el 2 de agosto de 1968.
Invierno de 2003, interior del Tribunal Supremo. Lo que los jueces deben dilucidar ahora es si, como sostiene el Gobierno, cualquier víctima de ETA se merece ser condecorada con la gran cruz o si, como reclama la oposición y los sindicatos, es necesario además haber reunido otros valores contenidos en la propia Ley de Víctimas, cuales son "el servicio doloroso y fecundo prestado en aras de la libertad y la convivencia en paz de todos los españoles". ¿Trabajó Melitón Manzanas por la libertad y la convivencia?
El magistrado Enrique Lecumberri Martí llama en primer lugar a Jesús María García Garde. En la sala ya se encuentran el abogado del Estado, la abogada de IU, la procuradora y un oficial judicial. "El juez me preguntó", refiere García Garde, "por el momento en que sucedieron los hechos. Yo le dije que en el Donosti de aquel entonces había muchas manifestaciones estudiantiles contra Franco. Y yo, aunque no militaba en ningún partido, estaba vinculado a la vanguardia obrera de los jesuitas. Se puede decir que participaba en aquellas movilizaciones de oyente, pero alguien debió de verme y me identificó. Una mañana del mes de abril de 1966, cuando iba andando hacia la escuela de peritos industriales, se me acercaron dos policías de paisano, se identificaron y me llevaron detenido al Gobierno Civil, que ya estaba donde está ahora, en la plaza de Pío XII. Tendría yo entonces 17 años. Empezaron preguntándome por mi padre, un maestro nacional de la época que fue condenado a muerte y salvado de aquella manera. Luego me insultaron y enseguida pasaron a los golpes. Eran cuatro o cinco policías, dirigidos por Manzanas, los que me golpeaban en los testículos, me daban patadas y golpes con las porras en la planta de los pies. Manzanas sólo dejó de pegarme al final y me entregó a sus subordinados. Su frase al despedirse fue: 'Dejádmelo bien blandito'. ¿Que cómo supe quién era? Todo el mundo lo sabía en San Sebastián. Manzanas tenía los ojos achinados, era totalmente calvo y lucía un gran anillo de oro en una mano. Nada más verlo supe que era él, pensé: éste es Manzanas. Él tenía por costumbre...".
Cuando García Garde estaba a punto de detallar otras de las torturas habituales de Manzanas, el abogado del Estado le interrumpió. "Me dijo", recuerda, "que no hacía falta que fuera tan explícito, que era público y notorio que ese señor era un torturador. Fue", continúa García Garde, "una gran sorpresa y una gran satisfacción para mí. Yo le dije entonces: 'Usted perdone, y con el respeto debido, le tengo que felicitar por haber dicho eso".
Tras la declaración de García Garde se produjo un receso. Fue en ese momento cuando Virginia Díaz, la abogada, le explicó al magistrado que el siguiente testigo no era una víctima directa de Manzanas, pero que sus testimonios eran muy valiosos, sobre todo el referido a José Luis López de Lacalle, con quien coincidió en 1966 en la prisión de Carabanchel. Lecumberri, quien acogiéndose a la ley había rechazado en un primer momento la comparecencia de Díaz Cardiel, decidió finalmente hacerle pasar. No obstante, advirtió al testigo de su obligación de contestar muy escuetamente a la siguiente pregunta:
¿Qué le manifestó López de Lacalle, fallecido por atentado terrorista de ETA, al testigo declarante? "Me dijo", contestó Díaz Cardiel, "que le habían torturado brutalmente en la comisaría de San Sebastián, entre otros el señor Manzanas; que le habían pegado por todo el cuerpo, que fueron tantos los moratones que lo tuvieron que llevar al hospital para que se recuperara antes de ser conducido a la prisión de Carabanchel".
Como el juez ya no hizo más preguntas, Víctor Díaz Cardiel no le pudo decir que conoció a José Luis López de Lacalle en la sexta galería de la prisión de Carabanchel, esperando unos periódicos que jamás llegó a leer en paz.
Verdugos convertidos en víctimas
Virginia Díaz, abogada: "La cuestión jurídica en el procedimiento se centra en si la Ley de Solidaridad de Víctimas del Terrorismo es de aplicación
a cualquier víctima del terrorismo o tiene sus límites. El abogado del Estado mantiene que basta con el hecho objetivo del fallecimiento a causa de un atentado terrorista (como en el caso de Manzanas) para que pueda otorgarse la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las Víctimas del Terrorismo. Lo que IU defiende es que el tenor de la ley no establece sólo esa circunstancia objetiva, sino que además incorpora otro elemento, cual es el de honrar a las víctimas que han dado su vida en aras de la libertad, la tolerancia, el diálogo y la convivencia en paz de todos los españoles. La aplicación del conjunto de los elementos que establece la ley hace imposible que Manzanas sea condecorado porque su trayectoria es incompatible con los valores de la democracia, la libertad y la convivencia pacífica".
Gaspar Llamazares, coordinador general de IU: "Lo que el Tribunal Supremo tiene entre sus manos es un asunto que nunca debía de haberse judicializado, pues se trata de una cuestión política y no de los tribunales. El Gobierno del PP debía de haber rectificado la concesión honorífica otorgada a un reconocido golpista y torturador; pero, lejos de ello, no sólo mantiene tal aberración, que ofende la dignidad de miles de víctimas y de luchadores antifranquistas, sino que además no rectifica ni una sola coma. Todo esto demuestra cuál es el centro del señor Aznar: la derecha más rancia y caduca que tiene este país".
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