El Solitario se creía Robocop
Giménez Arbe es frío como un témpano, metódico, predecible, meticuloso, ególatra, narcisista e histriónico
Jaime se considera un superhéroe, una especie de Robocop. Se cree astuto, bien preparado, un profesional incapaz de cometer errores. Por eso se le vino el mundo abajo y no podía asimilar que nosotros le hubiéramos detenido a mano, sin emplear armas, sin efectuar ni un solo disparo". Lo cuenta un inspector de la sección de Combate contra el Bandidismo de Coimbra que hace un año participó en la captura de Jaime Giménez Arbe, El Solitario, en Figueira da Foz (Portugal). "Para él, eso fue una humillación", remacha este agente, que ha testificado en el juicio celebrado la semana pasada en Pamplona.
"El Solitario es un amante de la libertad. La cárcel le está hundiendo", agrega el policía de Coimbra, que recuerda que fue él quien le convenció para que, tras su arresto, saliera a la calle a cara descubierta. "Pues tienes razón, Carlos. Yo no tengo por qué esconderme", le contestó el famoso delincuente. Y fue entonces cuando Giménez Arbe, al ser sacado del juzgado de Figueira da Foz para ser llevado a la prisión, gritó esa frase que ha quedado grabada en la memoria colectiva: "Hola a todos. Soy El Solitario. ¡Salud, españoles!".
"Ama tanto la libertad, que la cárcel le está hundiendo", afirma uno de los policías lusos que le detuvieron
Frío como un témpano. Meticuloso. Ególatra. Narcisista. Histriónico. El Solitario es eso y mucho más: tiene una personalidad poliédrica y difícil de encasillar, como ha demostrado en las sesiones del juicio celebrado en Pamplona por el asesinato de los guardias civiles José Antonio Vidal y Juan Antonio Palmero en 2004. Ni siquiera se inmutó cuando María Benítez, madre de Palmero, se tiró contra él llena de rabia. "¡No tengo nada que ver con la muerte de su hijo, señora!", gritó el procesado, sin perder la compostura ni mostrar la menor compasión por una mujer destrozada. Después de aquel incidente, el corazón de María se resintió y ha tenido que ser hospitalizada.
"No es un simulador, sino que su trastorno de personalidad lo convierte en histriónico, le lleva a realizar actos teatrales y a tratar de ser el número uno en muchas cosas", explicó José Antonio García-Andrade, uno de los psiquiatras que han realizado un informe, a petición de la defensa, sobre el célebre "expropiador de bancos", como él mismo se define. No es extraño que se tuviera por un número uno teniendo en cuenta que se burló del poderoso aparato policial español durante al menos 14 años.
Los psiquiatras forenses que han estudiado a El Solitario sostienen que "no es psicótico ni esquizofrénico", pese a que "carece de realismo" y tiene "una marcada tendencia a la negación de problemas y debilidades", así como a ofrecer una imagen de autosuficiencia y autocontrol.
La semana pasada, la juez María Paz Benito Osés le condenó por dos altercados con los policías que le trasladaron de la cárcel de Pamplona a la sala donde estaba siendo juzgado. "Madero de mierda"; "Te voy a dar dos tiros"; "Ojalá te mate ETA", les gritó enfurecido. Él alegó que actuó así por sentirse maltratado por los agentes.
Giménez Arbe se cree un soldado, un francotirador de un difuso ejército anarquista: "Decidí convertirme en insurgente contra el capitalismo explotador, tomando las armas, para combatirle en la medida de mis modestas fuerzas. Siempre con el convencimiento de ser David luchando contra Goliat. No quiero entrar en detalles de mi lucha desigual contra el monstruo y su cómplice y valedor: el Estado". Eso es lo que afirmaba en una carta a la prensa escrita el pasado abril desde la prisión de Zuera (Zaragoza). Su primer abogado, José Mariano Trillo-Figueroa, afirmó en su día que su cliente se consideraba un moderno Robin Hood. Pero, a diferencia del legendario héroe medieval, no consta que El Solitario repartiera jamás entre los pobres ni uno de los 600.000 euros que ganó con sus atracos.
Los médicos designados por la justicia aseguran: "No sufre alteraciones intelectivas ni volitivas. Sufre un trastorno de personalidad de tipo mixto con rasgos disociales, histriónicos y paranoides que no disminuyen su capacidad psíquica para la comprensión de sus actos ni su capacidad para dirigir libremente su comportamiento".
Giménez Arbe, piloto de helicóptero, patrón de yate, cocinero, técnico en refrigeración industrial, electricista, soldador, tornero, fresador, mecánico, técnico en electrónica y atracador "profesional", manifiesta una clara "autosuficiencia", lo que le lleva a despreciar los criterios de los demás y las normas sociales. Carece de sentimientos de culpa y opta por responsabilizar a los otros, señalan los médicos.
Su perfil retrata a un tipo que planifica sus actos al detalle, como prueban los 19 cuadernos de anillas que tenía con anotaciones milimétricas sobre rutas de escape y otras indicaciones geográficas. "Es tan metódico que se convierte en totalmente predecible. Jamás se sale del guión preestablecido. Cuando nosotros le vigilábamos, antes de detenerle, sabíamos con antelación qué iba a hacer y cómo lo iba a hacer", recuerda el inspector Santiago Calvo, uno de los artífices de su captura.
Tiene "una gran riqueza de conocimientos" y una más que correcta expresión verbal. Lo demostró cuando Juan José García Pérez, presidente del tribunal de Pamplona, le preguntó si tenía algo que decir antes de dejar el juicio visto para sentencia. Y el procesado se largó una perorata: "No voy a decir que sea un angelito. Yo lucho contra el Estado en sí. He luchado contra aquello que me parece el mal que padecemos los españoles, que es el sistema bancario. España no es un país democrático, porque para que haya un país democrático tiene que haber una separación de poderes, y aquí sólo existe el poder ejecutivo, y los poderes judicial y legislativo se pliegan al Ejecutivo". El magistrado cortó en seco la lección de teoría política y volvió a preguntarle: "¿Tiene algo más que añadir?". Y entonces Giménez Arbe intentó lanzar una proclama en árabe, que nadie entendió, pero que sonó a ritual de inmolación o autosacrificio.
Giménez Arbe rechaza de plano las patologías que le atribuyen los psiquiatras y la maldad que le imputa la policía. Ya lo escribió hace meses en una carta publicada por el periodista Matías Antolín: "Hoy se me ve de una manera, mañana podría ser un héroe y un ejemplo a seguir. Los tiempos cambian. Hubo gente a la que se quemó viva, como Giordano Bruno y otros, simplemente por pensar y decir verdades como puños; y las verdades en un mundo de mentiras y mentirosos a sueldo no gustan".
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