Olympus, corrupción y 'yakuza'
Michael Woodford, expresidente de la compañía fotográfica, explica a EL PAÍS cómo perdió el cargo por su empeño en aclarar una transacción con aroma a crimen organizado
Cuando hace 30 años Michael Woodford empezó a trabajar en Olympus, seguramente no se le ocurrió que un día llegaría a ser presidente del mítico fabricante japonés de cámaras fotográficas. Pero cuando le propusieron ser presidente -cargo al que accedió el pasado 1 de abril- tampoco se le pasó por la cabeza que meses después saldría huyendo de Tokio por investigar por qué la compañía había pagado una escandalosa comisión de 687 millones de dólares en una sola operación, 35 veces más del 1% habitual y récord en la historia del capitalismo.
Su empeño en aclarar esa operación con aromas de yakuza le ha costado el cargo, ha hundido a Olympus en Bolsa, ha puesto en cuestión el opaco sistema corporativo japonés basado en la armonía y el consenso y ha puesto de relieve incluso la fragilidad de los controles corporativos en un mundo en el que el mercado quita y pone Gobiernos.
"Hice preguntas, pero en Olympus habían recibido órdenes de no decirme nada. ¡Y era presidente!"
"Esa manera de actuar no es habitual en Japón. Había algo muy malo en esa gente. Tenía miedo"
Alto, cabeza despejada, traje impecable con corbata roja, y descalzo, a la japonesa, Michael Woodward apenas aparenta 51 años cuando recibe al periodista en su luminoso piso londinense, en realidad un refugio para cuando no puede ir a dormir al domicilio familiar en Essex. Amable, cálido, paciente, la determinación con la que a veces llama la atención a su esposa e improvisada secretaria -una encantadora burgalesa que prefiere no ser mencionada en el reportaje- recuerda que es un ejecutivo.
Se conoce el relato al dedillo porque lo ha repetido decenas de veces. Parece viajar en el tiempo cuando evoca el día de octubre de hace un año en el que el entonces presidente, Tsuyoshi Kikukawa, le ofreció sucederle al frente de Olympus porque él mismo no había sido capaz de cambiar la compañía. "Le dije al instante que sí porque hay muchas cosas en la corporación que sé que puedo hacer mucho mejor", explica. Woodford ya era entonces responsable de la empresa en Europa, que genera el 40% de los ingresos.
"Cuando telefoneé a mi mujer, empezó a llorar, pero no de felicidad. Me dijo que no tienes por qué escalar el Everest simplemente porque está ahí. Teníamos una buena vida, con dos niños todavía jóvenes, ¿por qué hacer eso? Éramos financieramente independientes y el dinero no era la motivación", evoca. Ella no se equivocaba: Kikukawa le hizo presidente, pero no le nombró consejero delegado y siguió dominando el consejo y el comité ejecutivo con su sola presencia y con el apoyo del vicepresidente ejecutivo, Hisashi Mori.
Aun así, las cosas iban bien hasta que el 20 de julio, una revista japonesa especializada en periodismo financiero de investigación, Facta, publicó un largo reportaje denunciando la política de fusiones y adquisiciones de Olympus, y en concreto el pago de una comisión de 687 millones de dólares en una sola operación, la compra de la empresa estadounidense de equipamiento médico Gyrus. Los pagos se hicieron en las islas Caimán a las compañías AXES/AXAM, cuyos dueños nunca han sido identificados.
Woodford esperó en vano a que la compañía le suministrara información sobre esas alegaciones y se quedó de piedra al comprobar que él no podía conseguirla: "Empecé a hacer preguntas, pero el personal había recibido instrucciones para no comentar conmigo nada relacionado con Facta. ¡Y yo era el presidente!".
El 2 de agosto, en Tokio, se reunió con Kikukawa y Mori y les pidió explicaciones sobre las acusaciones y sobre el muro de silencio levantado en torno a él. "Kikukawa dijo: 'Yo di esa instrucción, Michael. Que no te dijeran nada porque tú eres el presidente y estás muy ocupado', lo cual es bastante raro, ¿no?". Ese día, Woodford se dio cuenta de que era verdad, que Olympus había pagado esa comisión. "Era una cifra ridícula, un sinsentido, como ahora han admitido. Pero aún estaba por ver quién participó en la transacción, quién ayudó a Olympus, quién recibió comisiones... Muchas preguntas".
Semanas después, Facta publicó una segunda entrega "con referencias a fuerzas antisociales, que en Japón es un eufemismo de crimen organizado y extorsión". "Empecé a escribir una serie de seis cartas planteando preguntas. La primera básicamente tenía que decir: 'Si no me dais la información, dimitiré'. Había sido presidente de la compañía por seis meses". Hubiera sido un escándalo.
Su táctica fue conseguir el máximo de información para hacerse más fuerte. El 29 de septiembre, en otra reunión en Tokio, exigió el cargo de consejero delegado "para poder cambiar la compañía". "Por la mañana me dijeron que no, que los accionistas no estarían de acuerdo, y dije que dimitía", relata. Esta vez hubo gritos con Kikukawa, algo excepcional en Japón. A última hora cedieron.
Ya con plenos poderes, Woodford volvió a Japón 10 días después y escribió una sexta carta en la que pedía la dimisión de Kikukawa y Mori. El 14 de octubre se reunió el consejo. "Fue una reunión siniestra" que empezó con 10 minutos de retraso, algo también rarísimo en Japón. En apenas cinco minutos, el cesado fue él. Le exigieron los móviles, los ordenadores y las llaves de casa y le retiraron el coche de la empresa.
"Fue todo tan gratuito y desagradable. Me quedé preocupado. Esa manera de actuar no es nada habitual en Japón. Había algo muy malo en esa gente. Cuando salí del edificio, rápido, me fui a un parque y llamé al corresponsal de Financial Times. Quedamos en un café y le conté todo. Hasta que él llegó, estaba nervioso. Temía por mi seguridad. Tenía miedo. Mis manos estaban heladas. Después de hablar con él subí a un taxi hasta el aeropuerto y cogí el primer vuelo a Hong Kong".
De allí voló a Londres, adonde llegó a las cinco de la madrugada del 15 de octubre. La historia estaba ya en la primera página del Financial Times. Luego, The Wall Street Journal y The New York Times ayudaron a que su caso diera la vuelta al mundo. Olympus se hundió en Bolsa. Kikukawa dimitió y Mori fue cesado, aunque siguen apareciendo por sus despachos.
Los Woodford han pasado un mes horroroso, pero él se siente vindicado y dispuesto a volver a Japón si Olympus le quiere y echa a todo el consejo "porque están contaminados". Cree que sus tribulaciones han puesto en evidencia que la cultura de armonía y consenso con la que Japón se rehízo después de la II Guerra Mundial ya no sirve. "Japón tiene una deuda pública del 200%, mucho peor que Grecia, mucho peor que el 120% de Italia, mucho peor que España. La jubilación es a los 60, pero tienen la mayor esperanza de vida del mundo. Acaban de sufrir un catastrófico desastre natural que significa que hay que destinar miles de millones a reconstruir el noreste. Tienen una industria nuclear afectada por lo que pasó en Fukushima. Japón necesita vitalidad económica. Por eso, esta historia es tan importante. De momento, el capital sigue fluyendo a Japón, pero si no manejan bien este asunto, las inversiones se pueden retirar. Japón tiene que ver que necesita los mejores gestores del mundo, sean de donde sean. El país se enfrenta a cuestiones muy profundas".
¿Es este caso una prueba de los peligros del capitalismo sin controles en un momento en el que el mercado quita y pone Gobiernos en Europa? "El capitalismo necesita regulación, lo hemos visto con la crisis bancaria de 2008. Pero es el único sistema que tenemos ahora mismo. Y es mucho mejor de lo que era hace cinco años. Hemos aprendido la lección y sabemos que no podemos dejar a los bancos funcionar de la manera en que funcionaba el sector financiero. No podemos permitirlo. Pero para mí, el elemento más importante de la democracia y la libertad es la prensa. La libertad de prensa", concluye. -
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