Fútbol de evasión
No hay duda de que el deporte se ha convertido hoy día en un gran negocio. Baste citar el elevado precio que alcanzan los derechos de retransmisión por televisión ante el gran potencial de espectadores, la internacionalización de algunas competiciones deportivas que atraen a importantes patrocinadores, los presupuestos que manejan los grandes clubes, equiparables a los de cualquier gran empresa, y los salarios que cobran algunos de sus jugadores. La ONU ha estimado la contribución global del deporte en un 3% de la actividad económica mundial. Por su parte, la Comisión Europea calcula que el deporte representa el 1% del producto interior bruto de la Unión.
Dentro del deporte, el fútbol ocupa un lugar preponderante. Los derechos de televisión del último campeonato del mundo, celebrado en 2006 en Alemania, alcanzaron 1.700 millones de dólares. El volumen de negocio generado por el Real Madrid en la temporada 2004-2005 fue de 275,7 millones de euros. Este club firmó un contrato con una vigencia de seis temporadas, por un montante superior a 1.100 millones de euros, por la cesión de sus derechos audiovisuales hasta la temporada 2012-2013. La totalidad de los ingresos generados por las cinco mayores ligas de fútbol europeas en la temporada 2003-2004 alcanzó 5.800 millones de libras esterlinas.
La ONU ha estimado la contribución global del deporte en un 3% de la actividad económica mundial
La importancia económica del fútbol ha incrementado el riesgo de qeu pueda ser utilizado para el blanqueo
El aumento de la importancia económica del fútbol ha incrementado el riesgo de que pueda ser utilizado como vehículo para actividades delictivas como el blanqueo de capitales. Este deporte puede ser utilizado de distintas formas para blanquear dinero, mediante el pago de sobresueldos a los jugadores y los esquemas de apuestas. Se trata de un negocio que ingresa una cantidad de dinero en efectivo en la taquilla, por lo que resulta relativamente fácil blanquear dinero falseando el número de asistentes.
Pero además existe una gran variedad de flujos financieros que reúnen las características necesarias para ser utilizados con dicho propósito. Transferencias de jugadores, pagos a los agentes, inversiones en los clubes y acuerdos comerciales como el patrocinio han despertado algo más que sospechas en las autoridades de distintos países.
Con apenas 36 años, Roman Abramovich sorprendió al mundo cuando en 2003 compró el club de fútbol inglés del Chelsea. En pocos meses desembolsó 130 millones de dólares en la compra de jugadores. Abramovich compró las acciones de la institución, que pertenecía a Ken Bates, por 87 millones de dólares, más otros 130 millones para cancelar la deuda del club derivada de la construcción del estadio, situado en uno de los barrios más exclusivos de Londres. El complejo se llama Chelsea Village y tiene tiendas, hoteles, restaurantes, spa, discoteca y un centro de negocios.
El magnate entró en el fútbol por pura diversión, después de desarrollar una carrera de éxitos en los negocios, ya que es considerado el segundo hombre más rico de Rusia, su país natal. La revista Forbes ha considerado su fortuna como la duodécima mayor del mundo y la ha valorado en algo más de 11.500 millones de dólares.
Sin embargo, muchos creen que, en realidad, la adquisición del Chelsea forma parte de una estrategia para ampliar la base de los negocios del magnate ruso en Europa occidental, sobre todo en Gran Bretaña, donde tiene su sede la empresa que controla sus inversiones, Millhouse Capital. La aparición de este personaje no es fruto de la casualidad. Desde la caída del régimen comunista a principios de la década de 1990, una ola de empresarios rusos invadió el oeste europeo. Muchos de ellos figuran en la lista de las personas más ricas publicada por Forbes, vinculadas con la política y las mafias rusas, con fortunas y cuentas bancarias poco transparentes.
La clave de la inmensa fortuna de Roman Abramovich se encuentra, según algunos expertos, en la ayuda que prestó a Vladímir Putin para llegar a la presidencia rusa y que continuó con éste ya situado en el cargo. Abramovich se inició en la política de su país como gobernador de la provincia de Chukotka. El magnate ocupó el cargo en diciembre de 2000 tras ser elegido con más del 90% de los votos. Durante su mandato estableció un régimen fiscal privilegiado, en el que se enriquecieron empresas vinculadas con sus intereses. La petrolera Sibneft vendía a precio de saldo el crudo a compañías locales, y éstas, a su vez, lo revendían mucho más caro a las refinerías de Sibneft. El esquema, semejante al que utilizó el magnate Mijaíl Jodorkovski en el territorio de Monrovia, permitió a Abramovich ahorrarse millones de dólares de forma legal hasta que los paraísos fiscales en el interior de Rusia fueron abolidos a comienzos de 2004. Según Serguéi Stepashin, jefe del Tribunal de Cuentas ruso, el magnate escamoteó 10.000 millones de rublos en impuestos al fisco, usando para ello las ventajas fiscales de la región, una cantidad que coincidía aproximadamente con la que pagó por el Chelsea.
Con Putin en la presidencia del país, Abramovich se aprovechó en diciembre de 2002 de una subasta de privatización, calificada por muchos como fraudulenta, para adjudicarse la petrolera Slavneft por un precio muy inferior al que los expertos le adjudicaban. Otro de los oligarcas rusos exiliado en Londres, Berezovski, asegura que vendió a Abramovich su parte de ORT, el primer canal de la televisión rusa, por un precio inferior al de mercado, y que las acciones fueron transferidas después a allegados del presidente Putin. Hasta hoy. La escritura de propiedad del canal televisivo es opaca e incluye empresas domiciliadas en paraísos fiscales.
Todo parece indicar que la política rusa se gestiona en buena parte con dinero negro, que se emplea, entre otros fines, para comprar votos en el Parlamento, promocionar o hundir a políticos de provincias u organizar campañas electorales; sin embargo, la existencia de cuantiosos flujos financieros clandestinos entre la política y los negocios no puede demostrarse con documentos En todo caso, el origen de la fortuna de Abramovich no parece importar con exceso a los hinchas del Chelsea, más preocupados por los éxitos de su equipo que por estas oscuras cuestiones.
El gasto en fichajes que en 2004 realizó el club de fútbol Corinthians no tenía precedentes hasta ese momento en Brasil y levantó serias sospechas. El servicio secreto brasileño investigó el origen del dinero que el fondo de inversiones Media Sports Investment (MSI) invirtió en dicho club, ante las sospechas de que dicho fondo pudiera formar parte de una red internacional de blanqueo de divisas con conexiones con la mafia rusa.
La compañía MSI se asoció en 2004 al Corinthians, club que a partir de entonces realizó fichajes millonarios. El fondo de inversiones estaba representado en Brasil por el iraní Kia Joorabchian, aunque las autoridades del país consideraban que detrás de él estaban los millonarios rusos Borís Berezovsky, exiliado en Londres por sus problemas con la justicia rusa, y Badri Patarkatsisvili, residente por el mismo motivo en Georgia.
Existen sospechas de que Joorabchian fue el fundador del MSI, y de que sus socios en la empresa son, además de los dos citados, el también ruso Roman Abramovich, dueño del Chelsea británico, quien posee el 20% del capital. Patarkatsisvili, que fue presidente del Comité Olímpico de Georgia, posee el 90% del Dinamo de Tiflis, y está acusado en Rusia de blanqueo de dinero y enriquecimiento ilícito.
Uno de los datos que manejaba la investigación era que Devetia, una empresa radicada en el paraíso fiscal de las islas Vírgenes, había invertido dinero en MSI Brasil. Las autoridades brasileñas pidieron ayuda a sus colegas de Gran Bretaña, Rusia y Georgia, pero de momento todo son supuestos y no se ha podido probar la conexión de los inversores del Corinthians con redes de blanqueo. Joorabchian irrumpió en el fútbol brasileño a finales de 2004 y desde entonces está siendo investigado, junto con la procedencia de los fondos aportados por sus socios rusos.
En la temporada 2006-2007, los argentinos Mascherano y Tévez dejaron el Corinthians y fueron fichados por el modesto equipo inglés del West Ham, reabriendo el debate sobre la transparencia en el mundo del fútbol. Se sospecha que detrás de la operación se encontraba Borís Berezovsky, que controlaba el West Ham desde la sombra. Ante la sorpresa general, los dos argentinos procedentes del Corinthians firmaron con el West Ham, aunque equipos mucho más importantes, como Arsenal, Chelsea, Manchester, Milan o Real Madrid, se mostraron interesados en la compra de los jugadores. Los términos del contrato no se hicieron públicos, pero trascendió que la operación ascendió a unos 40 millones de euros, aunque el club no especificó quién los pagaría ni cuándo.
Parece que el verdadero propietario de los jugadores no era el Corinthians, sino la compañía MSI, que en 2004 adquirió el derecho a gestionar el club durante 10 años y de la que supuestamente también es propietario Roman Abramovich. En el verano de 2006, Joorabchian dio la única pista sobre quiénes estaban detrás de MSI: "Nos hallamos respaldados por un grupo diverso de hombres poderosos con intereses en los sectores del petróleo, medios de comunicación y el entretenimiento". El fondo de inversión brasileño estuvo interesado en comprar el West Ham, pero finalmente fue derrotado por un grupo liderado por el millonario islandés Eggert Magnusson, que adquirió el 83% de las acciones por 125,6 millones de euros.
Los jugadores propiedad de MSI siguieron pasando de un equipo a otro. Mascherano, tras disputar algunos partidos con el West Ham, obtuvo el permiso de la FIFA para jugar el resto de la temporada 2006- 2007 con el Liverpool. En julio de 2007, el West Ham se oponía al traspaso de Tévez al Manchester United, una operación acordada por Joorabchian, pero que la Premier League se negaba a reconocer como válida y reglamentaria, bajo amenaza de sancionar al club londinense. Por su parte, la justicia federal brasileña ordenó por esas mismas fechas la detención del empresario iraní Kia Joorabchian, acusado de supuesto blanqueo de dinero. También ordenó el bloqueo de los fondos del club Corinthians y procesó al presidente y otros dirigentes de esa institución por los mismos delitos.
Los intermediarios Alexandre Martins y Reinaldo Pitta, agentes del astro del fútbol brasileño Ronaldo, fueron detenidos en 2003 por su vinculación con una banda de fiscales y auditores del Estado de Río de Janeiro que envió ilegalmente 34 millones de dólares a Suiza. (...) También fueron detenidos los ejecutivos Herry Rosenberg y Ronaldo Adler, acusados de haber abierto las cuentas para la banda por intermedio de una empresa consultora.
Los dos empresarios fueron condenados a 11 años de prisión junto a otras veinte personas acusadas de haber integrado una red de corrupción que desvió 33,4 millones de dólares de recursos del Estado de Río de Janeiro, aunque fueron excarcelados a comienzos de 2005. (...)
Martins y Pitta fueron arrestados de nuevo a finales de 2005 en Río de Janeiro como presuntos responsables de una organización acusada de lavado de dinero, evasión fiscal y fuga de divisas. (...) -
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