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Reportaje:CINCO AÑOS DEL 11-S

¿Dónde está Bin Laden?

Su popularidad y los equilibrios de poder en Pakistán han permitido al terrorista eludir el cerco

Ángeles Espinosa

Desde el aire, las cumbres nevadas del Hindu Kush apenas dejan intuir el laberinto montañoso que se esconde a sus pies. Esa región del norte de Pakistán queda aislada del resto del país durante los casi cinco meses que dura el invierno. Allí, en alguna recóndita aldea del valle de Chitral se esconde desde hace cuatro años y medio Osama Bin Laden, el hombre al que tras el bombardeo de Afganistán, George W. Bush dijo que quería "vivo o muerto", como en los carteles de las películas del Oeste. Sin embargo, las dificultades de acceso no bastan para explicar que el país más poderoso del mundo no haya apresado a su enemigo número uno.

La última vez que el Ejército estadounidense tuvo plenamente localizado a Bin Laden fue en diciembre de 2001, en las montañas de Tora Bora, al este de Afganistán. Entonces, el terrorista logró escapar al cerco. En declaraciones a la prensa norteamericana, ex agentes de la CIA que participaron en la operación han atribuido aquel fracaso a la falta de suficientes hombres sobre el terreno. Curiosamente, el único acceso practicable durante todo el año a Hindu Kush, donde las agencias de espionaje sitúan hoy al saudí, es una ruta que sale de Yalalabad, en las proximidades de Tora Bora.

Sólo hay que darse un paseo por Peshawar o Rawalpindi para percibir la admiración del paquistaní de a pie por Osama
Bin Laden no vive en una cueva, sino quizá en una casa del valle del Chitral, con su familia y no más de dos guardaespaldas

En dos sitios a la vez

En los primeros meses tras su huida, los avistamientos de Bin Laden se convirtieron en una especie de moda capaz de colocarle en dos lugares geográficamente distantes prácticamente al mismo tiempo. En 2003, la guerra contra Sadam Husein trasladó los focos a Irak, y las imágenes del excéntrico millonario fueron sustituidas por las del dictador iraquí. Fue durante ese año cuando los analistas de la CIA y de la inteligencia militar de EE UU llegaron a la conclusión de que el hombre que buscaban se hallaba en el distrito de Chitral.

Así lo ha revelado Peter Bergen en un reciente documental de la CNN, Tras los pasos de Bin Laden. Este experto en terrorismo, que entrevistó al saudí en 1997, asegura que quienes se encargaban de su seguimiento dedujeron que se escondía allí tras estudiar un vídeo en el que se le veía caminando por una zona montañosa. Los árboles que aparecían son particulares de esa región. Además, según sus fuentes, el tiempo que tardan sus grabaciones en llegar a la cadena de televisión Al Yazira tras un nuevo atentado resulta consistente con esa hipótesis.

Bin Laden, que, de acuerdo con la misma versión, muy probablemente no vive en una cueva, sino en una casa, con su familia y no más de dos guardaespaldas, utiliza para entregar sus vídeos una cadena humana de confianza. Ese sistema de correos es el responsable de la escasa información convencional que las agencias de espionaje occidentales han sido capaces de recabar sobre el terreno. El saudí ha evitado desde el principio el uso de teléfonos o de Internet, lo que priva a los analistas de sus habituales fuentes de datos.

Más allá de esas deducciones, y tal vez otros pormenores que no se han dado a conocer, la mayoría de los observadores sobre el terreno, tanto diplomáticos como periodistas, coinciden en señalar que se trata de una conclusión de mero sentido común. "Todos los dirigentes de Al Qaeda capturados desde el 11-S se hallaban en Pakistán", indica una fuente. Además, la organización tiene fuertes raíces en ese país, donde Bin Laden la creó en 1988.

Bin Laden conoce bien Pakistán, es popular entre la población pastún de las provincias de Baluchistán y de la frontera noroccidental. Ni siquiera los 27 millones de dólares que EE UU ofrece por el hombre que encabeza su lista de los más buscados (25 millones del Gobierno y otros 2 millones de la Asociación de Pilotos) han servido de acicate para que alguien le traicione. Además, las tropas desplegadas por Estados Unidos en Afganistán bajo el paraguas de la Operación Libertad Duradera no pueden cruzar la frontera.

El año pasado, el director de la CIA, Porter Goss, reconoció a la revista estadounidense Time lo que ya era un secreto a voces. Preguntado sobre si tenía una idea aproximada de dónde se encontraba Bin Laden, Goss respondió: "Tengo una excelente idea de dónde se encuentra. ¿Cuál es la siguiente pregunta?". El responsable norteamericano no mencionó en ningún momento la palabra Pakistán, pero este nombre estaba en el ambiente y hacía pocos días que Zalmay Khalilzad, entonces embajador de EE UU en Kabul, había acusado a aquel país por enésima vez.

Blanco y en botella

Si está tan claro, ¿por qué no se actúa contra él? El propio Goss lo explicaba en la citada entrevista. "Cuando se aborda el difícil asunto de los santuarios en Estados soberanos, se topa con el problema de nuestro sentido del deber internacional, el juego limpio", declaraba el director de la CIA. "Tenemos que encontrar una forma de trabajar en un mundo convencional con medios no convencionales que resulten aceptables para la comunidad internacional". Blanco y en botella.

Pakistán es, al menos sobre el papel, un aliado de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo y ha desplegado a 80.000 soldados en las regiones fronterizas para dar captura a la cúpula de Al Qaeda. Al mismo tiempo, su presidente, el general Pervez Musharraf, que llegó al poder en un golpe de Estado en 1999, carece de la legitimidad necesaria para llevar esos propósitos hasta el final, lo que en parte explica los modestos resultados de su campaña, que no obstante ha costado varias decenas de bajas paquistaníes.

Musharraf, que el año próximo espera revalidar su mandato, no quiere alienar al único grupo de la sociedad paquistaní en el que encuentra apoyos. Actuar contra las comunidades tribales que protegen a Bin Laden le enfrentaría a amplios sectores del Ejército y de sus servicios de seguridad, que impulsaron la creación del movimiento talibán. Sabe también que el terrorista resulta más popular en su país que cualquiera de los políticos locales, incluido él mismo. Sólo hay que darse un paseo por las calles de Peshawar, Rawalpindi e incluso Lahore para percibir la admiración del paquistaní de a pie por el hombre que ha sido capaz de plantar cara a la gran superpotencia.

Son esas simpatías las que hacen imposible que Musharraf pueda permitir una actuación similar a la que las fuerzas estadounidenses llevan a cabo en el vecino Afganistán. Pondría en peligro su régimen y, con él, la estabilidad de un país que tiene armas nucleares. Washington ha entendido los límites del juego y hace tiempo que parece contentarse con que los paquistaníes mantengan al terrorista arrinconado, aunque les moleste su periódica reaparición en las pantallas de Al Yazira.

Presencia inaceptable

Una anécdota da idea de la sensibilidad popular al respecto. El pasado mayo, un norteamericano llegó a Chitral con dos furgonetas llenas de muebles para instalarse en una casa que la Embajada de EE UU había alquilado el otoño anterior. La conservadora ciudad se llenó de rumores sobre su probable pertenencia a la CIA o el FBI. De inmediato, uno de los representantes locales en el Parlamento nacional, Abdul Akbar Chitrali, advirtió al extranjero, y a un amigo paquistaní que le acompañaba, de que debían irse o se produciría un levantamiento popular.

"No podemos consentir que EE UU haga esto en nuestra zona", declaró el diputado a la agencia iraní de noticias, Irna. "Creo que Osama está muerto y los americanos le mantienen vivo por sus propias razones", señaló. El visitante indeseado, que The New York Times identificó como Paul Aurdic, del consulado norteamericano en Peshawar, abandonó la ciudad la víspera de la anunciada manifestación.

El último avistamiento del elusivo terrorista le sitúa alejándose del valle de Chitral, cerca de Darkot, una pequeña localidad de la Cachemira controlada por Pakistán muy próxima a la frontera con el corredor de Wakhan, el dedo de tierra afgana que se acerca hasta China. La información, aparecida en el Hindustan Times, se basaba en un informe del Gobierno indio, enfrentado al paquistaní por Cachemira. Apenas un mes antes, el diario árabe Al Hayat contó que Islamabad había evacuado a los extranjeros de una zona contigua tras tener noticias de la posible presencia del fugitivo.

Decir que Bin Laden se esconde en la zona montañosa fronteriza entre Afganistán y Pakistán es ya un lugar común. Escondido está. Pero eso no le ha impedido seguir divulgando mensajes de audio y vídeo después de cada atentado espectacular. Con o sin relaciones orgánicas, su violenta ideología política, que algunos analistas ya han bautizado como binladismo, sigue inspirando a los yihadistas en todo el mundo. Se ha convertido en un símbolo.

Aunque tiene numerosas acusaciones pendientes en Estados Unidos, Bin Laden no está procesado por los atentados del 11-S. Y, cinco años después de que se le responsabilizara de ellos, su capacidad para eludir la operación de caza y captura internacional lanzada contra él sigue despertando tanta admiración como incredulidad. Con el invierno a las puertas del Hindu Kush, las recientes palabras de Bush asegurando que su detención "es cuestión de tiempo" quedarán pendientes como poco hasta la próxima primavera.

Osama Bin Laden.
Osama Bin Laden.ROBERT FISK

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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