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Reportaje:Diez años de la moneda única

El año más difícil del euro

Los errores de Merkel y Sarkozy agravan hasta el límite la crisis de la moneda única

1. Juran y perjuran. "El euro no va a desaparecer", pregona Herman van Rompuy, presidente del Consejo Europeo. "El euro es irreversible", asegura Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE). El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, conmina a "hacer todo lo posible para salvar el euro". La canciller alemana, Angela Merkel, ha repetido hasta la saciedad que "si el euro fracasa, fracasa Europa". El presidente francés, Nicolas Sarkozy, advirtió en tono aún más apocalíptico antes de la última cumbre que "no habrá una segunda oportunidad" para salvar el euro.

Este alud de proclamas revela mejor que ningún otro análisis la gravísima situación en que se encuentra el proyecto europeo, cuando el 1 de enero se cumplen los 10 años de la puesta en circulación de los billetes y monedas del euro. La posibilidad de ruptura, de una implosión de la eurozona, ha dejado de ser un imposible. El euro nació con un banco central común, pero sin un Tesoro común: en medio de la Gran Recesión esa debilidad -esa cojera- ha dejado Europa muy rezagada, a la intemperie. La crisis proporcionó una opción para remediar esa deficiencia, pero Alemania no lo pone fácil: ha impuesto el palo de la austeridad, pero de momento no hay mucho más: nada de zanahoria. Berlín está en desacuerdo con el resto del mundo en su temor a la inflación más que a la recesión y, por encima de todo, los alemanes no quieren ser quienes paguen los platos rotos del resto de Europa. "Berlín quiere que los demás paguen por sus pecados. Incluso los mejores economistas alemanes han sucumbido a este cuento moralista. Sin esa fuerza motriz que ha sido Alemania durante años, la integración europea está en punto muerto", explica Paul de Grauwe, del Centre for European Policy Studies (CEPS).

El trasfondo de la crisis está en una banca con un tamaño descomunal
La falta de empleo y de crecimiento van camino de ser problemas crónicos
La posibilidad de ruptura, de una implosión, ya no es imposible
La falta de un Tesoro común ha dejado a Europa a la intemperie
Alemania y Francia han acabado neutralizando las instituciones
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2. Crisis múltiples. Nicolas Veron, investigador de Bruegel, un centro de estudios de Bruselas, subraya las múltiples dimensiones que está adquiriendo la crisis: "En el frente de la deuda soberana no hay acuerdo a la vista sobre la reestructuración de Grecia, mientras que España e Italia se enfrentarán a mayores necesidades de refinanciación en 2012. En el frente de las reformas institucionales, la cumbre de diciembre no logró una verdadera unión fiscal y las tensiones con Reino Unido están al rojo vivo". El sistema bancario, añade Veron, "personifica muchas de las contradicciones del experimento europeo de la Unión Monetaria". Los sucesivos fracasos de las repetidas pruebas de resistencia efectuadas revelan que nadie sabe cuál es su situación real: no sabemos cómo están los bancos. Solo sabemos, como recordaba hace pocos días un alto funcionario del BCE, que "desde hace meses el crédito está paralizado". Eso tiene consecuencias potencialmente desastrosas: "Una economía capitalista es una economía basada en el crédito. Cualquier cosa que reduzca severamente el flujo del crédito es perjudicial", explica Antonio Torrero, de la Universidad de Alcalá.

3. El éxito (inicial) del euro. La corriente del crédito se alimenta de la confianza en que en el futuro se cumplirán los compromisos que se conciertan en el presente. El problema es que esa confianza se ha evaporado. Las incertidumbres actuales han pulverizado buena parte de los éxitos del euro. El expresidente del BCE Jean-Claude Trichet destacaba hace seis meses uno de los grandes éxitos de la eurozona: "Se han creado más de 14 millones de empleos desde el nacimiento de la zona euro, comparados con los ocho millones de Estados Unidos en ese periodo". El problema es que aun así más de 23 millones de personas están en paro, y en el último medio año la situación se ha deteriorado. La falta de crecimiento y de empleo están convirtiéndose en problemas crónicos. Bruselas pronostica para 2012 un ligero aumento del paro.

No habrá grandes festejos para celebrar el aniversario del euro: el único gesto será la acuñación de 90 millones de monedas conmemorativas de dos euros. No están los tiempos para celebraciones.

4. Beneficios. A sacudidas. Lo que no se puede negar es que el BCE ha conseguido mantener la inflación por debajo del 2% durante los últimos 12 años. "Es el mejor resultado de todos los bancos centrales durante los últimos 50 años, incluido el Bundesbank", dijo Trichet en una airada respuesta a un periodista alemán en una de sus últimas ruedas de prensa.

Pero ese dato tiene su envés. La salida de un país del área euro ya no es ciencia-ficción, y los bancos se han dedicado en los últimos meses a cuantificar sus efectos devastadores. Ansgar Belke, del prestigioso instituto alemán DIW, es rotundo: "Los costes del peor de los escenarios (una ruptura de la zona euro, que sería una especie de día del juicio final) son demasiado grandes para ser cuantificados". Y sin embargo, la paradoja es que solo con un shock adicional la eurozona puede dar los pasos necesarios para salvar el proyecto. Europa suele avanzar a sacudidas. Pero es complicado jugar con fuego: ese shock debe ser lo suficientemente rotundo como para que la eurozona se mueva en la dirección adecuada, y a la vez no debe sobrepasar un punto de no retorno para que ningún país cruce la línea, decida que es preferible salir del euro y genere problemas de inestabilidad.

5. Errores en cascada. La crisis europea se desató por la incapacidad de la UE de solucionar las dificultades de Grecia, que supone el 2% de la economía europea. El Gobierno socialista de Atenas descubrió en octubre de 2009, tras ganar las elecciones, que el déficit real de ese año era del 12,7% del PIB, el triple de lo declarado por el anterior Gobierno conservador. Los intereses de su deuda se dispararon. Durante meses la UE fue incapaz de encontrar una solución. Como consecuencia, el mal griego se fue contagiando a otros países como Portugal e Irlanda, que tuvieron que afrontar costes de financiación de sus deudas crecientes. Durante la primera década del euro, prácticamente toda Europa pagaba lo mismo por su deuda: a partir de la crisis griega resurgieron las primas de riesgo, que reflejan el sobrecoste que pagan los países menos fiables para financiar su deuda con respecto a Alemania.

6. Riesgo mundial. La cuestión es que el problema de un pequeño país se convirtió a partir de febrero de 2010 en un problema para el euro. Y va a más: "Las dificultades de la eurozona son la mayor sombra sobre la economía global. Y no tienen respuesta fácil. Una mayor integración política no es sencilla. La salida de los países más débiles es políticamente inaceptable. La única solución realista es una interpretación expansiva del mandato del BCE", resume Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI.

7. No te ayudo ni dejo que te ayuden. Grecia es la piedra filosofal del tremendo lío europeo. Nadie va a confiar en Europa si la UE no puede hacerse cargo de su socio más débil. En los dos últimos años el rosario de equivocaciones es interminable. El primer error grave fue la negativa de los líderes europeos a permitir que Grecia negociara una ayuda con el FMI. Mientras la situación se iba pudriendo, el coste de la prima de riesgo griega se disparaba. Merkel, pendiente de sus elecciones en Renania del Norte-Westfalia y conocedora de lo impopular que era la ayuda a un país que había hecho trampas, fue manteniendo una actitud ambigua que oscilaba entre ofrecer fondos con durísimas condiciones y amenazar a los países con déficits desbocados con la expulsión del euro. Perdió esas elecciones, y muchas otras, incluso en feudos tradicionales de su partido.

8. Primer remiendo. La situación estalló a principios de mayo de 2010, en medio de una crisis bursátil internacional que despertó la alarma en Estados Unidos y China. La UE y el FMI acordaron conceder una línea de préstamos de 110.000 millones a Grecia. Pero la ayuda llegaba tarde, era muy cara y a muy corto plazo. A ese remiendo para Grecia se le han superpuesto varios parches. Sin éxito.

Aquel mes de mayo también se aprobó el primer fondo de rescate temporal, que debía ayudar a los países con dificultades con una potencia de fuego de 440.000 millones. El fondo ha sido otro fracaso. Primero se comprobó que su capacidad real era inferior. Luego se vio que le era muy difícil captar recursos en los mercados. Al final, el BCE se ha hecho con las riendas, pero persisten dudas sobre si tiene munición como para lidiar con casos como el italiano y el español.

9. El BCE como cortafuegos. A partir de mayo, el BCE empieza a comprar deuda de países en dificultades. Aunque muy racionada, constituye la única medicina disponible. Hasta el momento ha adquirido deuda de Grecia, Irlanda, Portugal, Italia y España por 211.000 millones. Pero son compras de poco volumen (comparadas con las de Estados Unidos o Reino Unido) y con la boca pequeña. Trichet y Draghi se han parapetado tras el Tratado, que prohíbe a la UE financiar deudas de los Estados. Destacados economistas vienen reclamando una acción más decidida. "Solo el BCE puede parar el contagio", según De Grauwe. "Detener la crisis requiere una revisión fundamental de las instituciones de la zona euro. Y la parte más importante es asegurarse de que el BCE asumirá toda la responsabilidad como prestamista de última instancia en el mercado de bonos".

10. Un pozo sin fondo. El trasfondo de la crisis está en una banca que ha adquirido un tamaño descomunal y que ha acumulado pérdidas en sus operaciones especulativas, primero en Estados Unidos (con las hipotecas locas) y después en Europa, con sus burbujas inmobiliarias y otros riesgos. La Comisión encargó a un grupo de expertos el diseño de un sistema de supervisión a escala europea. Su propuesta inspira la creación de tres autoridades en materia de banca, Bolsa y seguros. Pero las reformas del sistema financiero van muy lentas y son de escaso calado. Como señala con lucidez Bernardo de Miguel en su libro Qué está pasando, "al final, cada vez que la UE o Estados Unidos han intentado arremeter contra alguna parte del mercado financiero presuntamente peligrosa han acabado rebajando la ofensiva".

Europa sabe poco de sus bancos. La primera prueba de resistencia, en julio de 2010, fue un fiasco. Se analizaron 91 bancos, suspendieron siete y las necesidades de capital fueron mínimas: inmediatamente después se hundieron los bancos irlandeses. Un año después se repite el error: en julio de 2011 suspenden ocho entidades, cinco de ellas españolas, y se detecta un agujero de 2.500 millones. Un mes después, el FMI lanza una cifra ocho veces mayor al apuntar que las necesidades reales de la banca europea son de 200.000 millones. Bruselas carga contra el FMI, pero al final Europa acabará admitiendo que ese dato es razonable. "Poco, tarde y mal, ese ha sido el problema que ha arrastrado la eurozona en todos los flancos, también con la banca", señala Ángel Ubide, del Peterson Institute.

11.

Merkozy o cómo meter la pata. Ahora todo el mundo lo dice: en Bruselas, en el BCE, en muchos Gobiernos ya nadie oculta que la exigencia de Merkel secundada por Sarkozy de que los bancos deben asumir parte del coste de la crisis tiene tanto de sentido justiciero como de infantil. A primera vista, todo el mundo estaba de acuerdo con Merkel en que los bancos cargasen con parte de las pérdidas, sobre todo si se piensa que son quienes más responsabilidad tienen en lo ocurrido. Pero los bancos no podían resistir la más mínima carga. Por esto Trichet, el mejor conocedor de la situación, se opuso radicalmente a esa endiablada propuesta.

La idea de Merkel implica que los tenedores de bonos paguen una parte de la pérdida de su valor. En Europa la mayor parte de la deuda pública está en manos de los bancos: eso equivale a reconocer que los propios Estados les dicen a los bancos que la deuda que emiten no vale lo que efectivamente dice el título. Ese mensaje provocó la caída de Irlanda, cuyos bancos recibieron el último empujón hacia el abismo. A finales de noviembre de 2010, la UE y el FMI tuvieron que salir al rescate de Dublín con una ayuda de 85.000 millones.

12. El directorio germanofrancés (antes francoalemán). Uno de los muchos efectos perversos del creciente protagonismo del directorio germanofrancés es que ha acabado por neutralizar las instituciones europeas, especialmente la Comisión. Merkel y Sarkozy, por ese orden, tratan de sacar réditos políticos con la vista puesta en las elecciones de 2012 (Francia) y 2013 (Alemania). A Europa la están matando los intereses nacionales: a ese juego se ha sumado recientemente el premier británico, David Cameron, aunque de la jugada ha salido algo trasquilado.

13. El error Deauville. Quizá uno de los efectos más graves salidos de la cumbre de Deauville es que el Consejo Europeo acuerda modificar el Tratado de la UE para establecer un fondo permanente. Es el llamado Mecanismo Permanente de Estabilidad (MEDE). La clave: detalla la manera en que los tenedores de bonos tendrán que asumir pérdidas en futuras reestructuraciones. Esta propuesta no ha hecho más que alimentar la inestabilidad en los mercados: ha sido como verter gasolina en el incendio. Los tenedores de títulos públicos solo piensan en deshacerse de ellos y solo están dispuestos a adquirirlos si es con mayores intereses. La presión se lleva por delante a un tercer país, Portugal, que en mayo de 2011 debe ser rescatado con 78.000 millones.

14. La Europa alemana. "La crisis es una oportunidad", dice el ya muy manido mantra. La versión europea es que esa oportunidad consiste en dar otra vuelta de tuerca. El Consejo de marzo aprueba otra de las pretensiones de Alemania: el pacto del euro. Ya no se trata de establecer el máximo rigor en las cuentas públicas, sino que se exige a los Estados un control de los salarios, la productividad, los acuerdos de fijación de salarios, las pensiones. Todo parece indicar que son recetas en la dirección equivocada si se aplican en todos los lugares a la vez, una suerte de fundamentalismo insano. Daniel Gros, director del CEPS, aduce que es un error considerar que "los excesivos déficits son la causa de la crisis". En la zona euro el déficit público agregado es del 4% del PIB, muy por debajo del 10% de Estados Unidos. En su opinión, "el problema es la distribución de los ahorros dentro de la eurozona. Hay un exceso de ahorro al norte de los Alpes; la reticencia de los ahorradores del Norte a invertir en la periferia es la raíz del problema". En su opinión, "eso se podría resolver si el BCE se convirtiera en comprador de última instancia de la deuda rechazada por los mercados".

El BCE como salvador, una vez más. Pero el BCE no acaba de aparecer porque Alemania se opone: "Es lógico que Berlín trate de asegurarse nuevas reglas antes de abrir la mano respecto al BCE y los eurobonos. Reglas creíbles y eficientes son necesarias y son parte importante de la operación para recuperar la confianza que necesita Europa", explica Joachim Schmidt, del think tank berlinés RWI. El Nobel Paul Krugman suele recelar de quienes se empeñan en reclamar austeridad para convocar al hada de la confianza, cuya varita mágica no termina de aparecer.

15. Más Grecia y el misterio de la banca. Todas las propuestas anunciadas están basadas sustancialmente en la austeridad y la desregulación laboral. Pero no han logrado detener el deterioro de la situación. A mediados de año el FMI empieza a sospechar que Grecia no podrá cumplir. En junio el contagio llega a España e Italia, dos países grandes, dos grandes problemas. La aparente solución llega en el Consejo de julio. Se acuerda un nuevo plan de rescate para Grecia de 109.000 millones. Se anuncia que el sector privado contribuirá con otros 50.000 millones, con una fórmula que nunca queda del todo clara: la banca deja de ganar un 21%, pero en realidad las pérdidas son muy inferiores al 10%. Eso sí, se reconoce que el programa anterior era insoportable, se rebaja el interés de los préstamos al 3,5% y se alargan los plazos a 30 años.

Al mismo tiempo, se potencia el fondo temporal de rescate y se le faculta para que recapitalice bancos, compre deuda en los mercados secundarios y ayude a países de forma preventiva. Parece todo resuelto. Todo el mundo se va de vacaciones pensando que esta vez sí. Pero la tormenta financiera de agosto echa por tierra esas esperanzas.

16. El BCE entra en política. Entonces es de nuevo el BCE quien salva los muebles. Reanuda la compra de deuda para evitar un desastre. Aunque esas eran y son compras condicionadas: Trichet envía cartas a Madrid y Roma con serias exigencias. Poco después, Italia anuncia un duro plan de ajuste y España acuerda una reforma exprés de la Constitución, que implica la cuasi eliminación del déficit. Efecto nulo: en septiembre, Barroso alerta de que la UE se enfrenta a la mayor crisis de su historia.

17. Cumbre de octubre. Otro palo de ciego. El 27 de octubre, de madrugada, in extremis, los líderes reconocen que Grecia no tiene solución si la banca no asume mayores pérdidas. Al mismo tiempo, hay que reconocer que el FMI tiene razón y hará falta una recapitalización bancaria mayor. Ese día Europa decide que hay que tratar de romper un círculo vicioso: el de los bancos a los que los Estados deben rescatar, lo que agrava la situación fiscal de las haciendas, lo que a su vez provoca una devaluación de la deuda pública que penaliza a los balances de los bancos, que a su vez precisan un nuevo rescate, y así ad infinítum.

El resultado es una cumbre histórica en la que supuestamente se resuelve todo. Pero la historia es otra cosa. Hay avances, sí: las cifras que precisa la banca empiezan a parecerse a la realidad (algo más de 100.000 millones), pero está por ver cuál será la aportación pública. Los bancos asumen una quita del 50% de la deuda griega y la aportación de la UE al segundo rescate de Grecia ascenderá a 130.000 millones, pero se desconoce cuál será la participación del FMI. También se acuerda potenciar el fondo de rescate, pero confiando en que chinos, brasileños y otros emergentes echen una mano. Demasiados peros. La conclusión de la cumbre es la misma que en ediciones anteriores: patada a seguir.

18. Credibilidad mermada. Y recesión a la vista. Lo más inquietante es que los solemnes acuerdos de la UE cada vez tienen menos credibilidad. No se cumplen, se contradicen o se corrigen como si nada. Pero ahora la situación es peor porque la Comisión pronostica que Europa estará al borde de la recesión en 2012. Italia ya ha recaído. España está en camino. Los mercados, que antes pedían recortes, ahora empezarán a pedir crecimiento. Olivier Blanchard, economista jefe del FMI, describe esa paradoja aludiendo a "inversores esquizofrénicos". Los doctores del medievo creían que sangrando a sus pacientes se les podía curar: el efecto era el contrario, una mayor debilidad. "Los mercados reaccionan positivamente a un mayor control del déficit, pero después negativamente cuando eso lleva a un menor crecimiento, lo que a menudo sucede", avisa Blanchard.

19. Vienen más recortes. El impaciente inglés. El 9 de diciembre los líderes vuelven a reunirse para intentar detener la sangría. Empieza a imponerse la solución final: el trasfondo es que Alemania acepte un mayor protagonismo del BCE en la compra de deuda o la emisión de eurobonos a cambio de un pacto fiscal más estricto. Los líderes acuerdan más unión fiscal, pero de momento el BCE no reacciona. La gran sorpresa es la ruptura con Reino Unido, que exige importantes salvaguardas para la City. Ello supondrá un nuevo acuerdo internacional; es decir, un Tratado para reforzar la disciplina fiscal de la zona euro, abierto a los demás países. Lo más importante es que se pacta una importante rectificación: los bancos no participarán en las pérdidas de la deuda. Se proclama que Grecia es un caso excepcional. Pero tampoco esto queda del todo claro porque se decide seguir los criterios del FMI, que no excluyen esta posibilidad.

20. Europa dividida. Otra cumbre sin soluciones. Ahora la tarea es acordar contrarreloj dos tratados internacionales: uno para concretar el pacto fiscal de la zona euro y otro para activar el mecanismo permanente de ayudas. Todo eso, en los primeros meses de 2012. Mientras la banca sigue sin dar créditos. Mientras la UE está ante una deriva intergubernamental, con la Comisión y el Parlamento como convidados de piedra.

2011 se cierra con una Europa más dividida que nunca. Con la banca paralizada, a la vista de si los últimos y multimillonarios auxilios sirven para animar a las entidades a volver a prestar: de lo contrario el estancamiento será doloroso. A ese sombrío horizonte se suma un lío de reformas institucionales de consecuencias impredecibles. Y ni una sola decisión para desencallar el crecimiento y el empleo en una UE pilotada por la derecha que solo cree en la austeridad y la disciplina, a pesar de los fracasos recogidos especialmente en Grecia y Portugal. Próxima parada, 2012. Abróchense los cinturones.

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Un fotomontaje de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, en el escaparate de una tienda Benetton de París.
Un fotomontaje de Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, en el escaparate de una tienda Benetton de París.CHARLES PLATIAU (REUTERS)

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