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Crítica:PURO TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Más vale tarde que nunca

Marcos Ordóñez

1 Oh, Carol. He pillado Oleanna en su penúltima función (no se puede estar a todas), pero creo que merece reseñarse por dos razones: porque es un notable trabajo y porque al fin, después de haberla visto en diversos montajes a lo largo de los años, creo que la entiendo mejor. No hay mal que por bien no venga: el que ya no esté en cartel me permite analizar algunos de sus mecanismos sin miedo a chafarles las sorpresas. El drama de Mamet sigue, diría, el patrón de lo que antes se denominaba "teatro de urgencia" o, directamente, "de propaganda": llamadas al combate que mostraban los temibles procedimientos del malo (fascista o comunista, según la época) para acabar con su incauto oponente. Oleanna es valiente en su denuncia, muy perspicaz en los vitriólicos retratos de sus protagonistas y a la hora de mostrar cómo palabras y signos pueden ser salvajemente tergiversados, pero no utilizaría yo el término "equidad" para calificar su debate. La alumna Carol tiene razón en muchas de las acusaciones hacia John, su profesor (es paternalista y arrogante, sólo se escucha a sí mismo, juega a denigrar un sistema que acata, etcétera) pero, según el patrón antes citado, lo melodramático acaba primando sobre el juego de ideas: es obligada (y tramposa) la identificación absoluta con una de las partes porque a) te presentan a la otra como una criatura satánica de la que b) sólo deseas su total aniquilación, como en las películas de Charles Bronson. Carol, para más inri, no es una cándida paloma de mente estrecha que malinterpreta los acercamientos de John. Muy en la línea de Mamet, su conducta es pura actuación, puro timazo, o puro truco dramático, del que nos dan pistas un poco a lo bruto ("Soy mala", musita, como una femme fatale de cine negro) a mitad del primer acto. Asistimos, pues, a una muy planificada estrategia de aniquilación dictada por "el grupo" como se revela en el acto segundo, donde la cría falsamente balbuceante resulta ser una implacable comisaria de articuladísima ideología que tiende una trampa (el acoso sexual) a su oponente. Mamet la escribió en 1992, cuando lo "políticamente correcto" como vía hacia el pensamiento único comenzaba a mostrar sus fauces en las universidades americanas. El chantaje que cierra la obra (retirar la denuncia a cambio de aprobar una lista de libros "perniciosos") evidencia que hay un movimiento totalitario en marcha cuyo objetivo es reemplazar en el poder a los "liberales pusilánimes": que Mamet haya escorado en los últimos años hacia un neoconservadurismo feroz y un sionismo tremebundo es a) muestra de que a menudo la naturaleza imita al arte y b) tema para otro artículo. Lo que importa ahora es que Oleanna ha funcionado de fábula en la sala pequeña del Español. Sobre una óptima versión de Martínez Luciano, Manuel de Benito ha levantado un espectáculo que vibra y avanza como un tsunami. Irene Escolar sostiene con estremecedora fuerza ese crisol de furiosa intolerancia (un papel tan difícil como desagradecido) y José Coronado ofrece uno de sus más sobrios y convincentes trabajos, aunque no hace falta que "su" John sea tan buenazo. Dos pequeñas pegas de puesta en escena: quizás convendría reducir (hablo de microsegundos) la dilatación de los abrazos y sugerir más peligro físico en el enfrentamiento final.

2 Ventanas. También se me escapó (el pasado invierno) La ventana de Chygrynskiy, de José Ramón Fernández, pero su éxito la ha hecho volver, felizmente, a Cuarta Pared, así que he corrido con el zurrón abierto. La comedia es una pura delicia y una absoluta rareza en los tiempos que corren: parece escrita a cuatro manos por el Mihura de Tres sombreros de copa y el Queneau de Zazie en el metro: humor poético, ternura melancólica, acuarela surreal. Es posible que se quede un poco corta, que sea más una sucesión de sketches que una pieza dramática, y que en ocasiones roce el blandiblub, pero su encanto es tan grande y tan compacto (texto, actores, músicos) que uno sale del teatro con la sensación de haber tenido bajo la nuca durante hora y cuarto un cojín fresco, ligero y recién esponjado. En Chygrynskiy, el futbolista del título (Miguel Barderas), perdido en el Raval, ve nevar en Ucrania a través de la ventana de su casa. Pero no es la única ventana que se abre en ese edificio: un niño grande (Eugenio Gómez) que ha perdido a su monstruo de infancia comienza a despertarse cada mañana en habitaciones desconocidas; una traductora de ruso (Beatrice Binotti) descubre que oye los pensamientos ajenos; el presidente de la comunidad (Luis Crespo) busca el suicidio y encuentra el amor, pronosticado por un mensaje grabado a fuego bajo una alfombra. En este tipo de fantasías no puede faltar un hada: la que nos ocupa se llama Conchín, vende colchones, es alicantina y acróbata por pura ligereza de alma: Nuria Benet, de La Cubana, la interpreta como una joven Shirley MacLaine, metiéndose al público en el bolsillo desde que pisa la escena. Diminuto reparo a la afinada dirección de Luis Bermejo: creo que no hace falta caricaturizar (por gestos, por indumentaria) al personaje de Luis Crespo. La Compañía El Zurdo se desliza por la escena como si bailara a los ensoñadores sones del fantástico trío -Nando Lago (guitarra), Tozo (acordeón), Jorge Vertel (trompeta)- y parecen estar a punto de romper a cantar en cualquier momento. Por cierto: ¿a alguien se le ha ocurrido escribir cinco o seis canciones y convertir Chygrynskiy en un musical de bolsillo?

3 Crema catalana. Acaba de estrenarse en el TNC Una historia catalana, el nuevo y muy ambicioso texto de Jordi Casanovas, con una rotunda y fluidísima primera parte, llena de talento narrativo y actoral (lo más auténticamente brechtiano que he visto en tiempo), y, lástima, un desparramado final en forzada clave de western que requiere pronto ajuste. A destacar, de entre un reparto excelente, los superlativos trabajos de Andrés Herrera y Miriam Iscla. Se lo cuento la próxima semana.

Un momento de la obra <i>La ventana de Chygrynskiy,</i> que se puede ver en la sala Cuarta Pared, en Madrid.
Un momento de la obra La ventana de Chygrynskiy, que se puede ver en la sala Cuarta Pared, en Madrid.

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