Las revistas de tendencias buscan su sitio
Pregunta por ahí y verás que estos días pocos quieren ser conocidos como una revista de tendencias. De tan sobado, el término es casi un insulto. Pero es inevitable mentar a la madre para entender el bosque de títulos que puebla un libro como We make magazines, recién editado por Gestalten. Lista más de 700 innovadoras cabeceras de todo el mundo, englobadas bajo el mucho menos conflictivo epíteto de "independientes". Entre ellas, nada menos que 53 españolas. Hubo un tiempo en que las revistas se clasificaban por los temas que tocaban (moda, cine, música ), pero hoy responden mucho más a las particularidades del apetito de quien las hace (llámense indies o Carine Roitfeld ).
Ocho años atrás, en estas páginas, Terry Jones explicaba sus cuitas para lograr que i-D, una de las pioneras, viera la luz en Londres en 1980. "Quería producir algo que no existía: una revista que mirase a la calle. La industria no veía la conexión entre la moda y la música y me dijeron que nunca sería comercial, así que decidí hacerlo solo". Hemos vivido (y sufrido) años en los que bancos, cadenas de ropa y marcas de bebidas alcohólicas editaban sus propias cabeceras. Presuntamente modernas, presuntamente de tendencias. Pero tres décadas le pesan a cualquiera: i-D ha anunciado que, a partir de septiembre, pasará a tener 6 números anuales en lugar de 12.
"El interés por estas revistas ha ido, en mi caso, desapareciendo: se me han hecho monótonas y con poco contenido" (Carlos Ramírez, director de 'Paper Planes')
"Ya no sé qué es una revista de tendencias", sentencia Carlos Ramírez, director de Paper Planes, recién nacida en Barcelona. "Era un soporte con novedades en música, moda, arte, cine, arquitectura con una personalidad propia. Ahora, con la sobreinformación y las cabeceras nuevas, las tendencias son miles y muy distintas. Antes, con The?Face, Purple o Wallpaper*, cada una en su estilo, tenías un abanico donde encontrar novedades interesantes. El interés ha ido, en mi caso, desapareciendo: se me han hecho monótonas y con poco contenido".
En la introducción de We make magazines, Andrew Losowsky identifica el trabajo de crear una revista con una forma de locura. La heroicidad de la profesión es un cliché que los periodistas, por motivos obvios, adoramos. Pero hay que admitir que la situación actual es bien adversa. Los blogs comen terreno, la publicidad cae y periódicos y revistas echan el cierre aquí y allá. Aun así, no se frena el ritmo de nuevas apariciones indies. ¿Prueba de su talante kamikaze? John Smith, de Fake, cuyo último número se editó en colaboración con el MUSAC, lo cree: "Nunca habrá suficientes revistas, cierto, pero el problema viene cuando todas son iguales y se repiten los contenidos (consecuencia directa de la pinza publicitaria), que es lo que ocurre desde hace una década, aproximadamente. Una publicación de estas características tiene que inspirar, jamás vender. A nosotros nos gustan las que terminas de construir en tu cabeza".
La progresiva sofisticación de las revistas independientes y la apertura a lo vanguardista de las masivas ha dinamitado sus fronteras. Al mismo tiempo, el exceso de oferta y la devaluación de lo que tenía de radical el discurso de las "tendencias" ha convertido el panorama editorial en una sopa amorfa en la que cuesta orientarse. Hemos acudido en busca de guía a los responsables de títulos dispares de varios rincones del mundo (a veces inesperados) que aparecen en el libro. Aunque la receta, como apunta John Smith, es tan simple como compleja: "Ayer, hoy y siempre, lo que se necesita es criterio. Justo lo que les falta a casi todas".
We make magazines: inside the independent (Editorial Gestalten).
Literatura incómoda
N+1: libros, política y un referente entre los culturetas neoyorquinos.
"La revista bianual donde leerás los textos impublicables de los mejores escritores no publicados", aseguran en N+1. Su carta de presentación en 2004 (compararon a Bush con un mono) funcionó y les hizo hueco, "pero hablar de éxito con una difusión de 7.000 ejemplares es prematuro", admite Keith Gessen, cofundador. Estos fans de la difunta publicación "Partisan Review" creen que ellos sí sobrevivirán: "la crisis borrará las revistas que no aportan nada. Nosotros necesitamos resistir".- PABLO LEÓN
Contracultura del Este
Beast, la revista de moda estonia ¡que no photoshopea a las modelos!
"Era necesario cambiar el foco, pasar de Londres, Nueva York o París. El Este se merecía su propia revista". Vijai Maheswari fundó Beast con esta actitud beligerante hacia las capitales de la moda y, por ende, Occidente. Su receta: "Moda, insolencia y naturalidad". Su décimo número atrajo la atención sobre esta publicación trianual al mostrar a un grupo de jóvenes rusas desnudas sin Photoshop: toda una declaración de principios. "Lanzar una revista es un dolor de cabeza, pero nos tiramos a la piscina". Fue el 1 de mayo de 2004 (fecha simbólica por la adhesión a la Unión Europea de varios países del Este), y desde entonces, según la propia cabecera, convence a 30.000 lectores. "El secreto no es ser diferente, sino creerte que lo que estás haciendo es diferente", continúa Maheswari. Estadounidense de origen indio y afincado en Ucrania tras vivir en Berlín y en Moscú (donde dirigió la edición rusa de Playboy), ha situado a Beast como la revista de referencia en las antiguas repúblicas soviéticas. "La crisis", reconoce, "fue dura, pero ya pasó". Y aunque cree que los dorados noventa son irrepetibles, "las revistas seguirán teniendo su espacio si se hacen con intención y algo de locura". - PABLO LEÓN
Imprimir un momento
A Magazine, la revista belga que todo diseñador de moda quiere comisariar.
La revista como objeto y el sitio web como escaparate. A Magazine, publicación belga creada en 2001 que consagra cada número a un diseñador relevante, considera Internet un gran aliado. "Queremos sacar un número mensual online, además de los dos anuales en papel", comenta Jean Olivier, su director. En cada edición abren "el proceso creativo" a un creador para que éste pueda montar la revista como quiera (en la última, por ejemplo, toda la publicidad iba al final). "Cada número es diferente al anterior, único, la impresión de un momento", continúa Olivier. Su atractivo entre la élite de diseñadores es evidente: hasta los huidizos Martin Margiela y Yohji Yamamoto firmaron dos de sus números. Curiosamente, fueron los dos primeros.- PABLO LEÓN
Una voz insólita desde el sur
A Small Seed, la revista que pone a África en el mundo de las tendencias.
El editor Giuseppe Russo sostiene que empezó en 2005 A Small Seed con el presupuesto más bajo de la historia de las publicaciones indies. "No quería depender del dinero de nadie", explica. Casi a modo de declaración de principios, sólo colaboran fotógrafos y artistas africanos. La revista se ha convertido en una marca y distribuye 6.000 ejemplares y una elaborada versión online. "Si empezara de nuevo, lo haría en la Red, pero editaría un par de números: a la gente le gusta el tacto del papel". - PABLO LEÓN
Inspirados por la censura
Adbusters: desde Canadá, una revista-fundación de arte pop contra el sistema.
"Somos jodidamente incómodos". Así define Lauren Bercovitch (jefa de producción de la revista, en la foto inferior), el leit motiv de Adbusters, publicación canadiense que desde 1998 reinventa anuncios transformando su significado comercial en alegatos antisistema. La censura de un spot en la CBC (televisión pública de Canadá) sobre la indigencia en las calles del país motivó la creación de una revista "verdaderamente independiente" que implica con cada número a 100.000 lectores, según sus datos. Constituida como fundación sin animo de lucro (opción que se plantea como posible salvación de muchas publicaciones), obtienen dinero de las suscripciones, de proyectos "contrapublicitarios" y de la venta de ropa de cáñamo. "Unos nos aman, otros nos odian", explica Bercovitch; "y sólo sobrevivirán las revistas que sean originales y relevantes".- PABLO LEÓN
Biblias de la otra cultura gay
Butt y Fantastic Man, dos revistas holandesas hermanas que han reinventado el periodismo, la erótica y la estética en la prensa por y para homosexuales.
Sin porno al uso y sin contactos: hay otras maneras de entender una revista gay. Espíritu arty, desnudos naturales, fotógrafos de primera línea (Terry Richardson, Wolfgang Tillmans o el cineasta Bruce LaBruce), entrevistas sin tapujos a ilustres homosexuales (Marc Jacobs, Michael Stipe, Rufus Wainwright ) y una maqueta exquisita sobre un ya icónico papel rosa; algo que no se había hecho hasta que Butt (literalmente, culo, en inglés) se atrevió en 2001. "El objetivo era reflejar una imagen diferente del mundo homosexual", explica Jop van Bennekom, editor junto con Gert Jonkers (ambos, en la foto de la izquierda) de esta publicación holandesa "superhonesta" que, en ocho años, se ha convertido en referente Butt y Fantastic Man, dos revistas holandesas hermanas que han reinventado
el periodismo, la erótica y la estética en la prensa por y para homosexuales.absoluto de la cultura queer underground, combatiendo la visión simplista que a menudo se tiene del colectivo.
Distribuyen, según sus datos, una media de 15.000 ejemplares, a los que se suman las visitas a su popular blog, que, éste sí, cuenta con una conocida sección de contactos (en la que sólo puedes enseñar la cara o, claro, el culo). "Internet nos hace más fuertes, más influyentes", admite Van Bennekom, pero él se describe como "una persona de periódicos", amante de semanarios tan respetables como The New Yorker. "En 2005 pensamos en crear otra revista superperiodística para hombres que fuera diferente". El resultado fue Fantastic Man, una insólita publicación sobre estilo -"que no sobre moda"- de aire dandi y sensibilidad retro que ha revolucionado la prensa masculina y que, siempre según sus datos, coloca semestralmente 24.000 ejemplares. Dicen vivir al margen de la crisis publicitaria. "Los lectores de revistas siguen comprando Butt y Fantastic Man. Sólo que se vuelven más selectivos. Buscan la calidad, y en lugar de adquirir dos o tres, sólo pagan por una. A nosotros nos va bien", asegura Van Bennekom.- PABLO LEÓN
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.