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Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El pequeño Wyoming

Annie Proulx, ganadora de un Pulitzer y conocida, especialmente, por su cuento Brokeback Mountain, muestra en estos relatos su gran talento para el realismo bronco y las emociones

Vicente Molina Foix

El cuento más conocido de Annie Proulx, Brokeback Mountain, es seguramente el mejor de su extenso ciclo de historias situadas en Wyoming o relacionadas con personajes, modos o leyendas de ese Estado del noroeste de Estados Unidos. También es, a mi modo de ver, el que revela con mayor nitidez el peculiar patrón narrativo de la escritora norteamericana, marcado por la dureza de los entornos donde suceden, la crudeza del habla de sus personajes y la delicadeza de las emociones, mitigadas y a veces apenas sugeridas. Proulx ha escrito novelas, entre ellas la excelente The Shipping News (premiada con el Pulitzer de 1994 y aquí publicada, bajo el título de Atando cabos, por Tusquets, en traducción de Mariano Antolín Rato), si bien lo esencial de su literatura está, para mi gusto, en el relato corto, género en el que ha publicado cuatro libros. Wyoming recoge los tres volúmenes subtitulados originalmente Wyoming Stories, aunque Lumen, sin explicación, recorta el contenido de dos de ellos, eliminando tres relatos aparecidos en la edición americana de Bad Dirt (aquí Tierra maldita) y otros cuatro del más reciente Fine Just the Way It is (Todo perfecto tal como está); entre los desaparecidos hay alguna pieza muy relevante del canon proulxiano, como Them Old Cowboy Songs.

Wyoming

Annie Proulx. Traducción de María Corniero

Lumen. Barcelona, 2009

660 páginas. 28,90 euros

El Oeste de Proulx es de un bronco realismo y tiene los personajes esperados: rancheros rudos, indios desubicados y marchitos, cantineras que lo han visto todo desde la barra, magnates del comercio enriquecidos a falta de escrúpulos. En sus grandes espacios, la soledad parece un componente más del paisaje, y el dolor una forma atenuada de la violencia precisa para sobrevivir en ese medio hostil. El testimonio del burro, uno de los más logrados de la serie, se inicia con una cita, para nosotros muy trillada, de Antonio Machado, y cuenta la historia de Marc y Catlin, una pareja aficionada al senderismo, cuya crisis amorosa queda asociada a la supuesta costumbre de algunas pequeñas poblaciones de Galicia en las que, así lo refiere Marc, en la última noche del carnaval se lee públicamente el "testamento del burro", una "feroz recopilación rimada de los pecados cometidos en el pueblo durante el último año, y se hace un reparto ficticio de las diversas partes del cuerpo de un burro que se corresponden con los pecados". El reparto de culpas entre la camarera Catlin y el bombero voluntario Marc es ambiguo, pero se resuelve en un final estremecedor de escalada montañera durante la cual resuenan, mezcladas sin remedio a los reproches, las voces de amor que los dos amantes no han tenido tiempo de decirse. El testamento del burro bordea el campo del misterio sin entrar nunca en él, pero aprovechando con elocuencia la difuminación que las incertidumbres aportan a lo cotidiano; cuando Proulx aborda abiertamente lo fantástico y aun lo alegórico (dos ejemplos son, en el libro que se reseña, 'El Chico de Artemisa' y 'Siempre me ha encantado este sitio') el fenómeno producido no es la sugestiva extrañeza sino la fatigosa incredulidad.

Lo que sí se le da estupendamente a la autora es la fábula en el estilo -conciso, cómico, truculento- aquí representado por 'El bayo purasangre', uno de los más breves, protagonizado por un caballo arisco y de diente fácil, unas botas de piel y unos vaqueros "vivales y frescales" (y no "con sentido común y recursos", como traduce María Corniero, que, enfrentada a una ardua tarea, sobre todo en las abundantes partes coloquiales de la obra de Proulx, no siempre sale bien parada).

Mis favoritos de esta en general magnífica antología son el citado Brokeback Mountain y Las guerras indias redivivas, que pertenece al segundo volumen de las 'Historias de Wyoming'. En Brokeback Mountain destaca poderosamente el contraste entre los asfixiantes límites que el entorno varonil y atávico en el que se mueven e impone a Ennis y Jack, y la amplia resonancia que unos factores casi fantasmales (la frontera de México, un recuerdo infantil de Ennis, una ropa usada) adquieren en el desarrollo de la historia, donde la introducción del motivo del doble crimen homofóbico se hace de manera sutil aunque reveladora. Proulx dosifica con brillantez ingredientes dispares en Las guerras indias redivivas, que arranca, a comienzos del siglo XX, como la saga de una familia de abogados y rancheros de la ciudad de Casper, los Brawls, hasta llegar, al cabo de tres generaciones marcadas por la tragedia, a Georgina Crawshaw, que al enviudar del último varón de la estirpe, Sage, se casa en segundas nupcias, audazmente, con Charlie Parrott, el apuesto capataz del rancho, "mucho más joven que ella y con sangre de sioux oglala en las venas". Pero Charlie tiene una hija de un primer matrimonio, Linny, y esa muchacha que llega como huésped al rancho embutida en minifaldas minimalistas y tops a punto de reventar dará a Las guerras indias redivivas un bellísimo e inesperado quiebro que no conviene contar. Baste decir que del pasado surgen la sangre sioux, la batalla de Wounded Knee, Buffalo Bill y unas películas olvidadas desencadenantes del emotivo acto de aceptación histórica y renuncia personal que cierra el relato.

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