Testigo en el siglo de los perros lobo
Vasili Grossman (1905-1964) es uno de los autores más relevantes del siglo XX. Su novela Vida y destino (Galaxia / Círculo), publicada por primera vez en Suiza (1980) tras sufrir desmedido ostracismo en la Unión Soviética, cosechó un sonoro éxito de ventas en toda Europa. Nacido en la ciudad ucrania de Berdíchev, y de origen judío, fue testigo de los horrores de la II Guerra Mundial y del Holocausto, así como de la destructora crueldad del régimen soviético. Nunca estuvo cautivo de los nazis, y sin recibir una sola herida, se destacó como el más valeroso de los reporteros de guerra del Ejército Rojo. Sus crónicas sobre Stalingrado y la caída de Berlín para Estrella Roja fueron leídas con avidez hasta por los gerifaltes del Partido. En ellas exaltaba el valor de los hombres y mujeres junto a los que él luchaba a brazo partido contra el invasor, bajo condiciones deplorables. En aquel entonces omitía referir sus opiniones sobre la nefasta gestión de la guerra por parte soviética y consignaba su rabia en sus diarios particulares.
La vida y el destino de Vasili Grossman
John y Carol Garrard
Traducción de Lázaro Sanz Velázquez
Encuentro. Madrid, 2010
502 páginas. 43 euros
En 1943 se topó con un hecho que le cambio la vida: las macabras evidencias del genocidio judío que los invasores alemanes, ayudados por colaboradores ucranios y lituanos, perpetraron en los territorios ocupados de Polonia y la URSS. Aparte de conocer el horror de los campos como el de Treblinka o Sobibor, constató el horrible destino que aguardó a los 100.000 judíos asesinados en Babi-Yar o a los 30.000 de Berdíchev: varones, mujeres y niños fueron masacrados en masa, tiroteados a sangre fría por verdugos alemanes y carniceros nativos, ávidos de violar a mujeres judías. En Ucrania y Lituania odiaban a Stalin tanto como a los judíos, de ahí la entusiasta cooperación con los invasores.
La madre de Grossman murió en una de las fosas descubiertas en Berdíchev. Su hijo, entonces en Moscú, no actuó a tiempo para alejarla del peligro; el remordimiento lo atormentó de por vida. Ante las fosas de Berdíchev, rebosantes de cadáveres desnudos medio descompuestos, Grossman tomó conciencia de lo que significaba ser judío en Rusia, célebre por sus históricos pogromos sangrientos, y juró preservar la memoria de lo acontecido.
Junto con Ilia Ehrenburg, Grossman quiso publicar un "libro negro" para dar cuenta del Holocausto en la URSS, mas sus ambiciones chocaron con el Kremlin. Tras la guerra, Stalin ordenó "reescribir la Historia": no hubo muertes de judíos en la Unión Soviética ni colaboracionismo; debía publicarse sólo que los "fascistas" alemanes habían asesinado a cientos de miles de "ciudadanos rusos indefensos" sin más distinciones. El propósito de Grossman de divulgar la verdad se truncó: el proyecto fue prohibido. Y lo mismo ocurrió con sus escritos de guerra que ya no pudo reeditar, o con sus novelas más ambiciosas: Todo fluye y Vida y destino. Lo que Grossman podía revelar contrariaba la historia oficial del Partido, que sostenía, por ejemplo, que Stalin dirigió en persona la batalla de Stalingrado y que su estrategia de guerra fue impecable.
Educado desde su juventud en el comunismo soviético, entusiasta de la fraternidad entre todos los pueblos de un inmenso país, Vasili Grossman conoció con los años qué clase de régimen tiránico era el que los esclavizaba. Durante el Terror de los años treinta vio cómo sus amigos eran encarcelados sin piedad; asimismo, supo de la gran hambruna a la que Stalin condenó a Ucrania; y luego, en el frente bélico, descubrió la necedad de unos dirigentes que enviaban a la muerte a miles de seres humanos como carne de cañón. Pero ni siquiera una vez muerto Stalin, los regímenes de Jruschov o Bréznev permitieron a Grossman publicar la obra que estuvo preparando durante una década: la mencionada gran novela Vida y destino, la Guerra y paz del siglo XX, en la que narraba sin trabas lo que había vivido. El KGB requisó las copias manuscritas. Se salvó una que pudo salir al extranjero. Sólo con la glásnost, en 1988, vio la luz también en Rusia, causando una enorme conmoción.
El poeta ruso Mandelstam caracterizó el siglo XX como el de los "perros lobo". John y Carol Garrard aportan en su espléndido libro generosa y bien documentada información sobre las fechorías que semejantes alimañas protagonizaron en toda Europa, pero también narran muy bien las vicisitudes del propio Grossman y algunos amigos valerosos para que al fin hoy se conozca la amarga verdad que el escritor pugnó por divulgar: que ambos totalitarismos, el nazi y el soviético, eran idénticos en su inhumanidad.
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