Palabras-estímulo
Lleva cuarenta años revolucionando la literatura occidental, como profanador de templos canónicos, crítico del lenguaje y "pensador de conjunto": Peter Handke ha cuestionado en sus novelas, ensayos y obras de teatro nuestra manera de ver y nombrar el mundo, en una incesante busca de alternativas literarias y salidas vivenciales para el hombre contemporáneo. La poesía ha acompañado este proceso de búsqueda desde el principio, y si bien el autor insiste en que no es poeta, la presente antología -con ese título tan handkeano, hermoso y paradójico- muestra que en sus supuestos "poemas de ocasión" no se recogen circunstanciales arrebatos líricos, sino una versión condensada y particularmente lúcida de un programa literario ideado para ampliar el espacio del pensamiento individual.
Vivir sin poesía
Peter Handke
Traducción de Sandra Santana
Edición bilingüe
Bartleby Editores. Madrid, 2009
551 páginas. 24 euros
Los textos de Handke parten de la experiencia propia cotidiana para poner en tela de juicio el mundo dado
Poco se gana con las habituales distinciones de género en un autor cuya prosa es eminentemente lírica y en cuya poesía se narran historias mil, se discuten las posibilidades de la oración indirecta, se fantasea sobre "la forma de las letras", y se prescinde de metro y rima. Éstos se presentan aquí más bien como una cuestión de movimiento. Handke mismo ha señalado siempre la importancia del ritmo, especialmente el que surge al andar: "El poeta lírico está sentado cómodamente en casa. / El poeta épico recorre las colinas", ironiza un breve aforismo de 1977 de El fin del deambular.
Y así, los extensos y sin embargo infinitamente ligeros poemas de Vivir sin poesía llevan al lector de paseo por los bulevares de París, los alrededores de Salzburgo o las soleadas colinas de la costa turca. Los textos de Handke son autobiográficos en el sentido de que parten de la experiencia propia cotidiana -en el autobús, el bar o durante unas vacaciones- para poner en tela de juicio el mundo dado. Apuestan por la más absoluta subjetividad, no sentencian ni enjuician. Aquí alguien interpela con insólita sinceridad su propia vida, toma nota de reacciones propias y ajenas, e hila con prodigiosa agudeza sus reflexiones.
En la primera parte de la antología, esta dinámica actividad poética posee un cariz decididamente iconoclasta. Corresponde a un título ya proverbial en Alemania, El mundo interior del mundo exterior del mundo interior, un verdadero best seller en 1969 que vendió 100.000 ejemplares. Y se comprueba que hoy sus lúdicos desmontajes de las convenciones del lenguaje, de ciertos esquemas mentales, siguen provocando refrescantes cambios de percepción. El juego con los pronombres personales y posesivos - "con la palabra YO comienzan ya las dificultades"- aclara súbitamente las ideas sobre 'el reparto de bienes', como enseña el poema del mismo nombre.
Resultan sumamente reveladoras las 'diferenciaciones', así otro título de poema, a base de respuestas grotescas a enunciados tópicos. Y no faltan las excursiones hacia lo absurdo, divertidísimas fusiones de 'objets trouvés', como 'El hit parade japonés del 25 de mayo de 1968' que consta de veinte estrofas, u otros delirios grotescos, como 'Frankenstein, el monstruo del monstruo de Frankenstein'.
Ciertamente, es esta parte de la antología la que peor acusa los innumerables errores de la traducción, debidos no tanto a una falta de dominio lingüístico, sino de comprensión semántica. Aunque, lo que perjudica tanto o más esta edición bilingüe son las incontables erratas -en el texto alemán igual que en el castellano- y el inadmisible descuido del editor que no se percata ni de la desaparición de versos enteros en la traducción.
Menos mal que la poesía de los años setenta, una selección de El final del deambular y de Cuando desear todavía era útil, junto al largo Poema a la duración (de 1986) no dependen tanto de las revelaciones de giros idiomáticos, y son más descriptivos, centrándose en la observación de la naturaleza o momentos de autoconocimiento: "Habla tú con los objetos a la luz de la lentitud".
Sin duda, se observa en los poemas de esta época algo más que un cambio de acento: la contemplación y la reflexión prevalecen ahora sobre el accionismo; y florece esa estética de lo pequeño y marginal tan característica de las grandes novelas de Handke. Contra el pensamiento unidireccional se levanta un persistente afán humanizante. Es un compromiso que no se queda en la superficie -"En ocasiones me esfuerzo en comprender a criminales y asesinos / porque me quiero comprender yo mismo", declara en el poema 'Al verdugo', y que lleva a Peter Handke durante las guerras balcánicas a rechazar las condenas previas y a reclamar ponderación.
Con todo, las preocupaciones del poeta siguen girando en torno a la anulación de la experiencia interior y la percepción manipulada por un mundo ruidoso y embotador. "En los periódicos todo está escrito ya en blanco y negro / y cada fenómeno aparecía desde un principio / como un concepto", denuncia en 1977 en el poema titular 'Vivir sin poesía'. "Los mercenarios (...) / mantenían ocupadas todas las palabras / (...) y yo estaba cada vez más atónito". Sin embargo, se puede y se debe luchar contra la mudez impuesta por los sistemas de poder, contra la pérdida de la palabra; éste es el sorprendente, el esperanzador mensaje de la presente antología. Y este casi anacrónico espíritu afanoso es lo que probablemente más distingue Handke de sus escépticos compañeros de profesión y convierte Vivir sin poesía en un libro necesario. Trasmite una inquebrantable fe en la capacidad de las palabras de abrir horizontes: "Cada palabra / es una palabra-estímulo".
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