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Crítica:LIBROS | POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Otredad

Poesía. Claribel Alegría (1924) nació en Nicaragua y se crió en El Salvador; en Estados Unidos fue discípula de Juan Ramón Jiménez y, años después, en Mallorca, perteneció al círculo de Robert Graves, cuyos poemas tradujo. En 1979, tras la revolución sandinista, volvió a radicarse en Nicaragua y tomó parte en la nueva vida política y cultural del país. Esa rica trayectoria hizo que su numerosa obra poética, gestada en la matriz del lirismo puro de Juan Ramón y nutrida de la inclinación por la mitología clásica de Graves, se impregnara además de los explícitos contenidos políticos tan presentes en varios de sus compatriotas y contemporáneos, como Ernesto Cardenal. Pero "siempre con absoluta independencia de grupos y tendencias", como señala Daniel Rodríguez Moya (Antología de la poesía del siglo XX en Nicaragua, Visor, 2010), fiel al cultivo del verso breve, limpio, alejada de la preferencia por el versículo y la imaginería surrealista que caracteriza buena parte de la poesía contemporánea del Caribe. Según José Coronel Urtecho, quizás el mayor poeta nicaragüense después de Rubén Darío, lo que caracteriza a Claribel Alegría es precisamente su capacidad de ser "gran poeta... en tan pocas palabras, en tan breves y leves palabras".

Otredad

Claribel Alegría

Visor. Madrid, 2011

61 páginas. 10 euros

En Otredad la voz se fragmenta en un juego de máscaras: Job ("Aún te amo / Jehová / pero no creo más / en tu justicia"), Salomé ("baila conmigo / baila / muero de amor / por ti"), Kali ("Yo soy la diosa oscura / la madre perversa / y compasiva") y Dafne ("No se mueve mi tronco / pero si sopla el viento / se estremecen mis ramas") son piezas centrales de esta galería donde también hay estampas de un 'Crepúsculo en alta mar', 'Vuelta a la infancia' o 'La voz del árbol', entre otras. Así el monólogo lírico se vuelve poliédrico, dialógico, y el poema se inscribe en el cruce de eternidad y contingencia, en el anclaje del símbolo en la historia. Con el timbre prístino que Alegría cultiva a sus casi noventa años.

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