Orellana, reinos por descubrir y ganar
Hasta las vidas más grises y rutinarias pueden cambiar por completo en un instante. La del trujillano Francisco de Orellana no volvió a ser la misma desde el 26 de diciembre de 1541, cuando partió sin saberlo al descubrimiento del río Amazonas. Nacido en 1511, familiar de los Pizarro, a los 17 años ya se encontraba en América Central convertido en baquiano, un veterano de la conquista de Indias. Esta recuerda los impulsos de la minería extractiva, pues avanza mediante campamentos sucesivos que se explotan hasta el agotamiento y quedan atrás. Cuando ya no hay "reinos por descubrir y por ganar", se busca en los vacíos de los mapas y se inventan espacios míticos, ocupados por príncipes dorados, fuentes de la eterna juventud o ciudades de plata. Muchos conquistadores creen en estos espejismos por la mezcla de ambición alucinada y fidelidad a los suyos que sustenta las fronteras de todos los tiempos. Orellana no fue una excepción y siguió a su primo y paisano Gonzalo Pizarro, un hombre malencarado que, decían, "se daba demasiadamente a las mujeres, así a indias como a las de Castilla". Es posible que tuviera desde el principio un plan "b", como lo tuvo Hernán Cortés, consistente en desoír las órdenes de su jefe cuando conviniera y descubrir y ganar el reino para sí. Se había comportado como un segundón fiable y leal, y no le había ido nada mal. Tras la conquista del Perú, terminada en 1532, Orellana participó en la toma de Puerto Viejo y perdió un ojo. Más tarde, cuando estallaron las guerras civiles entre conquistadores peruleros, compró caballos, reunió una hueste y batalló junto a los Pizarro. Desde 1538 fue gobernador de Santiago de Guayaquil y fundador de la Nueva Villa de Puerto Viejo. Con un diccionario estudiaba lenguas indígenas. Quién sabe si, más que ilustrarse, recogía noticias sobre "hombres armados de piezas y joyas de oro". Cuando tuvo noticias de que su primo Gonzalo partía al país de la canela, lo abandonó todo para unirse a él. En febrero de 1541, cuenta el cronista Cieza, partió de Quito la expedición, compuesta por unos cuatro mil indios, 220 españoles, mil perros, mil cerdos, bestias y llamas: "Se metían a descubrir lo que no sabían ni habían visto". Bajaron desde los Andes y cruzaron ríos y montañas hasta llegar a Zumaco, donde se incorporó Orellana. Tomaron luego el camino de Oriente, mas sólo hallaron pantanos, fiebres "e indios mentirosos". Los cerdos se escaparon y las llamas perecieron con los caballos. Poco después, Pizarro y Orellana decidieron separarse. El primero logrará regresar a Quito "con ochenta soldados tan escuálidos que parecían mendigos". Orellana siguió río abajo, pero no halló poblado alguno. Comieron cintas, hierbas, sabandijas, cueros y suelas de zapatos. Por fin, arribaron a Aparia, donde 45 soldados escenificaron la llamada "traición de Orellana". Este fue nombrado jefe en lugar de Pizarro y decidió continuar el descenso del curso fluvial: "Acordóse que eligiésemos de dos males el que al capitán y a todos pareciese menor, que fue ir adelante y seguir el río o morir", señaló el cronista fray Gaspar de Carvajal. El 12 de febrero de 1542 los bergantines San Pedro y Victoria entraron en el Amazonas. Los nativos eran belicosos, pero encontraron alimentos y criaderos de tortugas. En junio cruzaron el río Madeira y algunas mujeres guerreras les atacaron con flechas envenenadas. Fueron ellas quienes dejaron tuerto a Carvajal. Empezaron a notar las mareas y por fin, el 24 de agosto, llegaron a la desembocadura. "El 27, sin brújulas, sin pilotos, sin anclas y sin cartas de marear nos pusimos a punto de navegar por la mar, donde la ventura nos guiase y echase". El 11 de septiembre llegaron a Nueva Cádiz de Cubagua, en la costa oriental de Venezuela. Desde allí Orellana partió de inmediato a España, donde logró la concesión de la gobernación de Nueva Andalucía, otra quimera que le trajo muchos disgustos. En noviembre de 1546 encontraría la muerte "de enfermedad y congoja" en un intento de remontar el Amazonas hasta Quito, empresa que sólo se lograría un siglo después.
Manuel Lucena Giraldo es investigador del CSIC, editor científico de Atlas de los exploradores españoles (Geoplaneta) y autor de Naciones de rebeldes. Las revoluciones de independencia latinoamericanas (Taurus, 2009).
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