Monta tu propio país
Independizarse del resto del planeta es posible. Basta con fundar o pertenecer a una micronación. Un documental explica el porqué de esta creciente fiebre global
En 1959, la película The mouse that roared (en español, Un golpe de gracia) mostraba
a un Peter Sellers soberano del Estado más pequeño del mundo empeñado en combatir la supremacía estadounidense con armas medievales. Una sátira de la guerra fría basada en la novela homónima de Leonard Wibberley que anticipaba una revolución global a pequeña escala: el nacimiento de las micronaciones, Estados autodeclarados fundados por ciudadanos con criterios disidentes del patriotismo determinista.
"Podríamos atribuir su eclosión a la era hippy", indica el director de cine Jody Shapiro, que acudió al reciente Miami Film Festival a presentar su documental How to start your own country (Cómo montar tu propia nación). "Sin embargo, históricamente existen muchos ejemplos anteriores. Cuando el Mayflower partió de Harwich en 1620 y atracó por primera vez en Norteamérica, EE UU fue considerado una micronación. No se utilizó exactamente ese término, pero existen documentos de la época del Parlamento británico donde se refieren a ellos como un Estado independiente aún sin reconocer".
"Todos los grandes cambios políticos empezaron con ideas tan románticas como esta"
La máxima diferencia de las micronaciones de hoy con respecto a los antiguos colonizadores es que nadie anda reclamando el territorio de otros por la fuerza. "Tan solo intentan empezar de cero desde su propio lugar", aclara Shapiro, cuya trayectoria incluye producir filmes de Guy Maddin o la serie de cortos Green porno junto a Isabella Rossellini. El realizador quedó fascinado al descubrir el libro de Erwin Strauss How to start your own country (1985).
Hoy existe hasta una guía de Lonely Planet sobre micronaciones del mundo, pero entonces aquel supuso el primer intento por glosar el fenómeno. "Mi propósito al hacer el documental no fue realizar un retrato extenso, sino plantear más preguntas que respuestas, tratar de comprender qué es lo que hace que un país sea considerado como tal. Me di cuenta de que no existe una definición clara de qué es un país. Según la Convención de Montevideo, de 1933, existen cuatro requisitos para ser considerado un Estado: una población, un territorio, una forma de gobierno y el reconocimiento por parte de otro país reconocido internacionalmente como tal. Y aquí surgen más preguntas: ¿cuántos países tienen que reconocerte? ¿Uno? ¿Cien?".
En su búsqueda de respuestas, acudió en primer término a las Naciones Unidas y les hizo la misma pregunta que se estarán haciendo muchos de ustedes: ¿cuántas naciones existen en el mundo? Paren de contar. Esta fue su respuesta: "No tenemos ni idea". "Bueno, en realidad fue aún más chocante, literalmente me dijeron: 'No somos una autoridad en la materia. Por favor, consulte en su librería local o en un almanaque mundial". Actualmente, la ONU tiene 192 Estados miembros. Y existe todo un entramado alrededor de micronaciones en busca de su reconocimiento. "Hay hasta una agencia en Nueva York llamada Independent Diplomat que se dedica básicamente a ofrecer diplomáticos de alquiler para darles voz". La mayoría tienen moneda, sellos o pasaporte propios.
Existen casos históricos que han plantado cara al derecho internacional. Como el Principado de Sealand, una plataforma marina a 10 kilómetros de Suffolk (Inglaterra) que fue tomada por un presentador de radio pirata en los sesenta, Paddy Roy Bates, y acabó autoproclamándose su soberano. En 1968, su hijo fue llevado a juicio por abrir fuego contra la Armada británica en un intento de desalojo y ganó la causa, algo que se interpretó como una evidencia de soberanía de facto.
Más allá de conflictos por aguas territoriales, The Seasteading Institute, fundado por el cerebrito de Silicon Valley Patri Friedman, plantea desde 2008 soluciones para fundar comunidades flotantes en mar abierto. "Tras una década intentando provocar cambios en el sistema político estadounidense, concluyó que resultaba imposible hacerlo de una manera profunda o duradera, sobre todo si la tuya es una opinión minoritaria", explica su jefe de prensa, Randolph Hencken. "Con los asentamientos sobre el mar se abre una posibilidad realista de experimentar con ideas políticas y gubernamentales que no se pueden probar en naciones ya establecidas". Este proyecto de países 2.0, sufragado en buena parte por Peter Thiel, cocreador de PayPal, estudia fórmulas tecnológicas, legales y financieras para crear plataformas autosostenibles que posibiliten el nacimiento de cualquier tipo de Estado, "desde un paraíso del juego como Las Vegas hasta una república islámica sharia", en palabras de Shapiro.
Hay ejemplos con un temperamento puramente pop. El artista conceptual Gregory Green fundó en 1996 The New Free State of Caroline, que acabará asentándose en una isla cuyo paradero definitivo se niega aún a desvelar, y que tiene unos 4.000 ciudadanos ("basta enviarme un e-mail a gregorygreen59@hotmail.com para serlo", facilita) y 14 consulados en el mundo (el Palais de Tokyo, en París, entre ellos). "Esto de fundar una nación propia no deja de ser una idea romántica", admite. "Pero ese es el aspecto más importante de este fenómeno. Todos los grandes cambios políticos empezaron con alguna idea romántica para hacer de este un mundo mejor".
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