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Entrevista:Debate

La Guerra Civil aún no ha terminado

El gran acontecimiento del siglo XX español divide por generaciones a los escritores

"Estamos terminando y no hemos hablado de la Guerra Civil". Un caos cruzado de voces siguió a esa frase de la redacción de Babelia, tal vez la más previsible de la conversación. "Yo no hablo de la Guerra Civil", dijo Agustín Fernández Mallo como un resorte. "Pues yo hablo constantemente", replicó Almudena Grandes, que siguió tirando del hilo: "La Segunda República española y la Guerra Civil —y no lo he dicho yo, es algo que le oí decir a Juan Pablo Fusi y me pareció luminoso— es uno de los grandes momentos de la historia de la humanidad. Estaba ahí antes de que nosotros decidiésemos escribir sobre ella. Estaba y estará. Más antiguo es el imperio romano y le hacen series de televisión todos los años". En el caso de Grandes y Cercas, la cosa está clara. ¿Pero en el de Fernández Mallo y su generación?

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A. F. MALLO. Es un tema que no me interesa. Es un acontecimiento que yo no he vivido de primera mano ni de segunda. No es algo que estéticamente me llame.

J. CERCAS. Lo curioso es que nos estemos preguntando por qué Agustín no escribe sobre la Guerra Civil. Es que no tiene ninguna obligación.

PREGUNTA. Claro que no, pero es el gran tema del siglo XX para cualquier español, escritores incluidos, ¿no?

J. C. Yo antes de los 38 o los 39 años no había escrito sobre el pasado. Pero llegas al entorno de los 40 y, por algún motivo, el pasado sale. Bueno, es lógico, porque a los 40 años empiezas a tener pasado… Por otro lado, en realidad yo no escribo sobre el pasado sino, y ése fue para mí el gran descubrimiento, sobre el hecho de que el pasado es el presente, es decir, de lo que estamos fabricados con él. El pasado es la materia de la que estamos hechos. Cuando hablo de la Guerra Civil o de la Transición, hablo de ahora. Detesto la novela histórica, me parece un oxímoron: o es novela o es historia.

A. GRANDES. En 1972 estaba con mi madre en la cocina y al comentar un Hola donde vimos una foto de Josephine Baker, que vivía en el sur de Francia con 17 hijos adoptivos e iba vestida con un chándal y un turbante. Al lado había una foto suya de los años veinte, con una estrella en los pezones que le había puesto la revista. Mi madre me dijo que mi abuela la había visto bailar en Madrid. Todo lo que yo he escrito después sobre la memoria en España arranca de ese momento, el momento en que comprendí que el progreso no es una línea recta. Yo creía que era más moderna que mi madre y que ella lo era más que mi abuela, pero descubrí que mi abuela era más moderna que yo. Y que la obligación de los españoles de ahora es aspirar a ser tan modernos como nuestros abuelos. Y no sé si vamos a llegar. Yo he escrito desde esa óptica toda mi vida.

J. C. De todos modos, lo de los temas es para mí algo secundario. Lo primario es someter la lengua a la máxima tensión verbal, llevarla al punto de incandescencia, pero no por el brillo, sino porque así podemos luminar con una luz distinta el tema que abordamos. Yo parto de imágenes. Hubo una vez una imagen que me obsesionó y que resulta que transcurría hacia el final de la Guerra Civil. A mí lo que me interesaba era formular de la manera más compleja posible la pregunta que había en esa imagen, la de un señor que tiene que matar a otro y no lo mata. Y tuve que ir a la Guerra Civil para escribir Soldados de Salamina.

A. F. M. Yo de lo que sí podría escribir es del 23-F. Es algo que viví de adolescente y que me marcó.

J. C. Es que yo sólo escribo de las cosas que me pasan. Y la Guerra Civil me pasó.

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