Experimento de visibilidad
Mientras que el arte oficial de los años sesenta gozaba de un enorme prestigio intelectual y comercial, en lugares subterráneos y marginales de las ciudades surgían ideas nuevas y realizaciones sorprendentes, implicando a la música y la pintura, la escenografía y la ilustración, el cine y la poesía, que eran realizadas y exhibidas en sótanos y garajes, y difundidas a través de revistas y fanzines. Aquellas manifestaciones se denominaron con el apelativo de underground, es decir, subterráneo. Así, desde debajo de la tierra, se extendió la cultura urbana del pop, llegando a obtener un prestigio social y un éxito no menos comercial que el del "gran arte", que se exhibe en galerías y teatros institucionales, de tal suerte que algunos de los creadores del underground de los años heroicos, que empezaron trabajando sin pretensiones de remuneración, como Andy Warhol, Jonas Mekas o Lou Reed, consiguieron una fama y unos ingresos que nada tienen que envidiar a los de aquellos que estaban en el circuito de las instituciones. Pero hoy los artistas no quieren ser subterráneos, de ahí que en la última década se hable insistentemente de "arte emergente", de un arte que quiere salir a la superficie. A la superficie del mundo comercial.
Jugada a 3 bandas
Catorce galerías en Madrid
Directora artística Virginia Torrente
Clausura en diferentes fechas entre
el 30 de abril y el 8 de julio
En 1999 se inició en Madrid una serie de exposiciones con voluntad anual, bajo el título Doméstico, que pretendía mostrar obra de artistas jóvenes en lugares no habituales, como una vivienda, un garaje o una academia de enseñanza. Era el reflejo madrileño de aquel underground neoyorquino. Una de las comisarias de aquellas estimulantes experiencias, Virginia Torrente, dirige ahora otra propuesta, titulada Jugada a 3 bandas, con la que pretende pasar de la marginalidad y el altruismo al mundo "profesional" de las galerías y el mercado. Para ello propone una fórmula: que un grupo de galerías, 14 en concreto, inviten a comisarios "independientes" a presentar proyectos de exposición con "artistas emergentes". De esta manera, jóvenes comisarios y jóvenes artistas tendrían una opción de entrar en el circuito comercial y darse a conocer al público.
Tal vez esta propuesta pueda servir de improvisado muestreo de lo que está sucediendo en este momento en el arte actual, al menos, tal como se ve desde España, ya que jóvenes comisarios, supuestamente con nuevas ideas, que presumen de "independientes", es decir, que no siguen las pautas de las instituciones, eligen y presentan el trabajo de artistas no maculados aún por los vicios del mercado. El planteamiento, desde luego, tiene su interés. El resultado, en un recuento esquemático, ofrece los siguientes aspectos: una ausencia radical de géneros tan tradicionales como la pintura o la escultura, que literalmente han desaparecido, y un predominio de la fotografía, el vídeo e, incluso, del audio y las referencias musicales. Este desplazamiento de géneros, que se viene apreciando en las grandes ferias y exposiciones, trae como consecuencia un deslizamiento en los "asuntos" sobre los que tratan las obras. Se aprecia un interés por la narración y por la ficción, así como por los procesos cognitivos y por la génesis de la imaginación. Muchas de las obras elegidas han renunciado también a una presencia fuerte, a la arrogancia impositiva y, por el contrario, se recrean en lo sutil, pretenden lo intangible y juegan con lo azaroso y lo provisorio.
Es imposible mencionar aquí a todos los artistas y comisarios, lo mismo que citar la razón social de todas las galerías (véase: www.a3bandas.org). No es, por lo tanto, oportuno hacer una lista de buenos y malos, pero mencionaré la obra de algunos artistas como botón de muestra de la disparidad de propuestas, sin que ello implique una valoración de estos artistas por encima de los demás. La obra del portugués Rui Calçada Bastos (galería José Robles) está formada por una línea de acrónimos de museos, dibujada en la pared, y una grabación de audio que recita las consonantes como si fuera un poema fonético. El trabajo de la madrileña Esther Achaerandio (galería Formatocómodo) se expresa a través de pequeñas miniaturas paródicas e irónicas del mundo del arte. La uruguaya Veronika Márquez (galería Rita Castellote) muestra dobles autorretratos de contenida sexualidad. La donostiarra Itziar Okáriz (galería Moriarty) presenta una grabación discográfica, con carácter documental, de una performance en la que ella se limita a dar palmas. El portugués Mauro Cerqueira (galería Heinrich Ehrhartd) instala frágiles objetos de desecho en equilibrio precario.
El conjunto, no podría ser de otra manera, resulta dispar y errático, cada artista muestra un mundo encerrado sobre sí mismo. Galeristas, comisarios y artistas están juntos, pero no hay nada que decir en común. El ansia de universalidad que animó al arte en otras épocas ha dado paso a un autismo complaciente.
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