Condenados a morir en 'prime time'
Veinticuatro jóvenes deben matarse en un programa televisado, en la trilogía Los Juegos del Hambre, de Suzanne Collins. "Es un manifiesto antiviolencia", defiende la autora el sangriento argumento para adolescentes que arrasa en ventas con el respaldo de la crítica estadounidense
Siempre es difícil matar a un personaje, en especial cuando es alguien joven. Pero es una parte inevitable de la historia. Intento hacerlo con mucho tacto", sostiene la autora Suzanne Collins (Nueva Jersey, 1963). La frase resultaría trivial si no fuese porque ha escrito para chicos de doce años su trilogía Los Juegos del hambre. Violencia y tensión para una audiencia criada entre algodones. Ella no lo olvida. "Tienes que plantearte qué buscas al escribir un libro. Yo pienso en cómo contar un hecho particularmente difícil a mis propios niños. Hay que saber exactamente qué detalles necesitan saber y cuáles son gratuitos", relata la guionista de televisión tan desbordada que ha preferido contestar a Babelia por correo electrónico.
En España se han vendido 35.000 copias del primer volumen y Hollywood prepara una superproducción
La escritora se adentra en terreno espinoso, la muerte juvenil, pero ha salido más que indemne. La crítica y los lectores amparan su reflexión sobre ésta. En Estados Unidos se anima a los padres a leer los libros y comentarlos con sus hijos. Lectora de mitología griega en su infancia, tomó como partida para su relato el terrorífico mito del Minotauro. En él, Atenas se ve obligada a enviar a Creta a siete muchachos y siete vírgenes que, tras ser encerrados en el Laberinto, son devorados por el Minotauro, que siembra el terror en los distritos adyacentes cuando no tiene carne humana. "Creta estaba enviando un mensaje muy claro: 'Meteos con nosotros y os haremos algo mucho peor que mataros. Mataremos a vuestros hijos'. Los padres sólo podían mirar y eran incapaces de detenerlo".
Pero este relato contemporáneo no se ubica en el Egeo sino en Panem, "el país que se levantó en un lugar antes llamado Norteamérica", cuenta en el libro Collins. En una fecha atemporal que recuerda al medievo por su vida apegada a la naturaleza, pero en la que la población viaja en trenes de alta velocidad y "aerodeslizadores". Un Estado asolado por una interminable lista de desastres: incendios, tierras tragadas por el mar y, como colofón, una rebelión apagada de los distritos contra el Capitolio. Para recordar esos Días Oscuros y demostrar el poder de la dictadura, cada año se celebran los Juegos del Hambre. En ellos participan 24 chicos y chicas, mayores de 12 años, condenados a matarse en un escenario de playas, bosques y cuevas ante los ojos de todo Panem, que está obligado a seguir la carnicería por televisión. Un Gran Hermano teñido de sangre que culmina con unos fastos con los que se agasaja al ganador y único superviviente.
A Collins se le encendió la bombilla cuando, haciendo zapping, pasó de ver la cobertura de la guerra de Irak, en la que la gente luchaba por su vida, a un concurso de telerrealidad, en el que se competía por ganar dinero. "Estaba cansada y mezclé las imágenes. No busco glorificar la violencia, justo lo contrario. Mis libros son un manifiesto antiviolencia. He intentado tenerlo en cuenta cuando cuento detalles de escenas sangrientas".
"Es maravilloso que tantísimos jóvenes de todo el mundo hayan encontrado significado a mis libros". Probablemente, Collins atrapa a gente de todas partes porque narra una acción trepidante con valores universales. Reflexiona sobre la injusticia, pues los pobres concursan con más papeletas en el sorteo de los juegos; la solidaridad: la protagonista, Katniss, concursa por su hermana pequeña; o el compromiso con la palabra dada. "A los chicos les atrae más la acción y la aventura, y a ellas, el posible romance".
Para la gente de Panem -"que viene de la expresión Panem et Circenses, es decir, pan y circo", explica Collins-, los Juegos del Hambre son un reality de la tele y eso es mucho peor". Un recreo televisivo que es pura hipocresía y humillación. Los concursantes están predestinados a morir, pero son tratados como estrellas del rock. Conceden entrevistas, sus atuendos se ponen de moda y les rodea una troupe de modernos estilistas, entrenadores y "hombres de paz", preocupados siempre de que la emoción sanguinaria no decaiga. Como los patrocinadores, que con sus regalos pueden mantener con vida a un contendiente desahuciado. "Las audiencias de los Juegos de Roma y de la telerrealidad son un personaje en sí mismos. Pueden responder con entusiasmo o jugar un papel en tu muerte".
"Salí a cenar fuera y tenía el libro en las rodillas debajo de la mesa", confesó Stephenie Meyer, madre de la saga Crepúsculo. También el rey del terror Stephen King reveló que no podía dejar de leer Los Juegos. Ambos son los mejores embajadores de la trilogía pero no los únicos. En septiembre se editó en su país el segundo de los tres títulos, En llamas, y cinco meses después ambos tomos siguen encabezando la lista de ventas juveniles. En YouTube, casi una veintena de vídeos simulan la trama. Tampoco la crítica, ya entregada con el arranque -Publishers Weekly y Los Angeles Times lo galardonaron como el mejor libro de ficción para jóvenes de 2008-, se ha sentido defraudada. "Collins ha hecho algo muy poco común. Ha escrito una secuela aún mejor que el primer libro", ha dicho, por ejemplo, The New York Times.
En España, Los Juegos aspira también a ser un boom. Del principio, publicado en mayo de 2009, Molino, el sello juvenil de RBA, ha vendido 35.000 copias, y confía en el tirón de En llamas, ya en la calle. Estrella Polar oferta los títulos en catalán y Alberdania el primero en euskera.
Se las arregla como puede para pulir los pequeños detalles del tercer tomo, que llegará a las librerías estadounidenses en agosto, y ultima el guión de cine. "Ha sido una gran alegría que a los lectores les haya gustado más este segundo libro que el primero. Esto me da esperanzas de construir una historia que mejora en cada libro", se felicita la novelista, editada en 35 idiomas. "Cuando vendí la idea de la serie de libros era ya una trilogía. Yo concibo los tres como los tres actos de una obra de teatro. Eso me simplifica la forma de continuar la historia. No ideo una continuidad, sino que sigo la misma pista desde cero. Cuando el primer volumen salió yo iba por el segundo borrador de En llamas, y eso me ayudó creativamente".
"Sé de pobreza, devastación y opresión porque leo la prensa, veo las noticias, y mi padre me ha acercado mucho a ese mundo en el que la gente madura con el sufrimiento", prosigue. Cuando ella era pequeña, su progenitor, miembro de las Fuerzas Aéreas, historiador y doctor en Ciencia Política, se marchó a Vietnam y volvió conmocionado. "Necesitábamos saber qué pasó en la guerra, cómo actuó él, cuáles fueron las consecuencias... Y él nos lo contó como una historia fascinante. Tenía sensibilidad para ver hasta dónde un niño podía soportar, y es bastante". "Nunca fui una girl scout, pero he investigado mucho en libros sobre lecciones de supervivencia y he contado con la experiencia de mi padre. Se crió durante la Depresión y cazaba para poner encima de la mesa algo que comer".
Se muestra esquiva a hablar del guión de cine, su director o su rodaje: "No tengo respuestas a estas cuestiones todavía. Centro mi atención ahora a terminar mi parte". Y no descarta un cuarto libro: "Creo que he contado la historia que me había propuesto. No podría en ese momento anticipar que voy a escribir una continuación. Quizá, llegado el momento, considere una precuela, pero es demasiado pronto para asegurarlo".
Suzanne Collins. Los Juegos del Hambre. Traducción de Pilar Ramírez Tello. Molino. Barcelona, 2009. 400 páginas. 17,30 euros. En llamas. Traducción de Pilar Ramírez Tello. Molino. Barcelona, 2010. 487 páginas. 17,30 euros. Els jocs de la fam. Traducción de Armand Carabén van der Meer. Estrella Polar. Barcelona, 2009. 400 páginas. 17,50 euros. En flames. Traducción de Mercè Sataulària Campillo y Armand Carabén van der Meer. Estrella Polar. Barcelona, 2010. 324 páginas. 15,38 euros. Gose jokoak. Traducción de Koro Navarro. Alberdania. Irún, 2009. 408 páginas. 19 euros. Gregor, la profecía de la destrucción y Las Tierras Bajas: la profecía del gris. Traducción de Isabel González-Gallarza. Alfaguara. Madrid, 2005. 288/256 páginas. 13,40 euros ambos. www.losjuegosdelhambre.com.
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