Vergüenza para Karzai
Lo que está haciendo Occidente en Afganistán es vergonzoso. Es humillante y deshonroso que los mismos Gobiernos que acaban de anunciar una nueva estrategia para "revitalizar los esfuerzos comunes" y ayudar a transformar ese país en un régimen aceptable internacionalmente, se mantengan en completo silencio ante la aprobación de una ley que condena, de nuevo, a las mujeres afganas a la peor de las esclavitudes. "El silencio de Occidente está siendo desastroso para los derechos de las mujeres en Afganistán", protesta la responsable de la Comisión Independiente de Derechos Humanos, Soraya Sobhrang.
La ley que acaba de ser firmada por nuestro gran aliado, el elegante presidente Hamid Karzai, retrotrae a las mujeres a la peor época de los talibanes, pero eso no parece alarmar a nuestros gobernantes, que tienden a considerar a las mujeres afganas, y a sus derechos, como una moneda de cambio razonable a la hora de conseguir apoyo contra el terrorismo. Si Karzai necesita los votos de los shiíes y éstos le exigen la nueva ley, Occidente cierra los ojos y mantiene la boca cerrada.
Los derechos de las mujeres afganas son la moneda de cambio a la hora de conseguir apoyo contra el terrorismo
Hay que impedir que en Afganistán se aprueben leyes que legalicen, justifiquen y amparen la esclavitud
Conste aquí que los políticos reunidos en la Conferencia de Alto Nivel sobre el futuro de Afganistán, celebrada en La Haya el pasado 31 de marzo, que han sido capaces de negociar con Karzai sin pedir la previa, inmediata y total derogación de esa ley, se han mantenido en un vergonzoso silencio frente a algo que sólo tiene precedentes en la legislación antisemita de la Alemania nazi.
El texto exacto de la ley se mantiene en secreto, pero se sabe que ya ha sido firmada y que obliga a las mujeres afganas a pedir permiso a sus maridos para salir de casa y a depender completamente de ellos para poder recibir ayuda médica, educación o buscar trabajo. Tampoco pueden rehusar tener sexo con sus cónyuges. Los políticos occidentales aceptan, en general, que si una mujer es obligada a tener sexo con su marido se está produciendo una violación, pero ese principio no rige, por algún extraño motivo, para las mujeres afganas, cuyos derechos humanos no tienen nada que ver con los derechos de las mujeres del cualquier otra parte del mundo civilizado.
Es totalmente inaceptable que por ningún motivo, excusa o justificación cultural se abandone a las mujeres de Afganistán y se consienta que las autoridades de ese país sustraigan de cualquier negociación o acuerdo el derecho de las mujeres a ser consideradas seres humanos autónomos. No se trata de la dificultad de luchar contra costumbres arraigadas, sino de algo mucho más simple: de impedir que se aprueben leyes que legalicen, justifiquen y amparen la esclavitud.
Resulta increíble que ocho años después de establecer una fuerte presencia occidental en Afganistán, de miles de millones de dólares invertidos en ese país, todavía haya que recordar a nuestros dirigentes que no es posible ningún acuerdo con Afganistán que no incluya el respeto a los derechos humanos de las mujeres. Dejarlas salir libremente de sus domicilios, sin permiso de nadie, debe ser una obligación legal. Es desalentador y vergonzoso tener que repetir ocho años después: "No sin las mujeres".
Los responsables políticos occidentales no pueden escudarse en que esta nueva ley les haya cogido por sorpresa. En los últimos tiempos, los pasos atrás en la situación de las mujeres han sido constantes. ¿Hemos exigido la puesta en libertad del estudiante Sayed Pervez, cuya condena a 20 años de cárcel por difundir información favorable a las mujeres acaba de ser ratificada por la Corte Suprema afgana? ¿Hemos protestado por la expulsión del parlamento de la diputada Malalai Joya, que osó comparar la cámara con "un establo de animales"? Silencio. (En otro orden de cosas, ¿somos conscientes de que nuestra actitud timorata y falta de convicción ha hecho que lleguemos a una situación en la que nadie se atrevería a escribir hoy día Los versos satánicos, de Salman Rushdie, y mucho menos a publicarlos?).
El Gobierno español, que ha vinculado buena parte de su cooperación internacional a programas de género que ayuden a las mujeres en países poco desarrollados, mantiene, sin embargo, un completo silencio sobre Afganistán. Rodríguez Zapatero siempre ha considerado que la presencia de nuestras tropas en ese país es legítima e, incluso, en la mencionada conferencia de La Haya ha ofrecido ampliar esa participación, con el probable envío de guardias civiles que colaboren en el mantenimiento del orden y la seguridad. ¿De quiénes? ¿Está, acaso, más justificado salir de Kosovo que de Afganistán? ¿Por qué?
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