Pertenecer al mundo
Basta con darse una vuelta por cualquier lugar del mundo para darse cuenta de que la tendencia es a lo que, resumidamente, podemos llamar multiculturizarse. Y que esa tendencia es tanto más marcada o evidente cuanto mayor es la importancia o la influencia de una ciudad o un país. Lo que elocuentemente habla de la riqueza que supone el encuentro, la mezcla, la interconexión de personas de distintas procedencias, y dice también que las sociedades más dinámicas, más capaces, por tanto, de responder a las expectativas de sus habitantes, son y serán aquellas que resulten más permeables a la mixtura cultural, las que la sostengan con mayor convicción, las que la vivan con más naturalidad. En un mundo como el nuestro, convertido gracias a la facilidad de las comunicaciones, de Internet, de las redes sociales, en un territorio móvil, donde las distancias y las fronteras necesitan a cada rato interrogar su sentido, replantear su consistencia real y simbólica; en un mundo así, resulta más esencial que nunca blindarse como sociedad, y blindar a las nuevas generaciones, contra la xenofobia y el racismo. La xenofobia y el racismo son esencialmente quiebras éticas, atentados contra principios y derechos fundamentales. Pero además impiden a las sociedades que los practican pertenecer al ahora y al futuro del mundo. Descarrilan a las sociedades que los practican del eje del mundo, las alejan de la tendencia, del trazado de su desarrollo material, intelectual, moral.
La consejería de Asuntos Sociales ha presentado la propuesta de un Pacto Social por la Inmigración que busca implicar a toda la sociedad vasca en la lucha contra la discriminación de los extranjeros y en el respeto de sus derechos. La iniciativa es, en mi opinión, más que oportuna y necesaria. Y espero que la sociedad en su conjunto (partidos políticos, agentes sociales y culturales, instancias educativas y empresariales, medios de comunicación) atienda la llamada. Que todos acordemos comprometernos y armonizarnos en la tarea de borrar de Euskadi cualquier tentación o signo, que los hay, de discriminación xenófoba. Sólo un pacto global permitirá una pedagogía global. Sólo un acuerdo a múltiples bandas evitará desequilibrios y mensajes contradictorios, que también los hay, en esta materia; impedirá que convivan el aliento del respeto con la persistencia o la tolerancia del prejuicio.
Sólo un compromiso de conjunto conseguirá detectar los focos, circunstancias, errores que pueden alimentar la xenofobia. Y cuando pienso en errores, lo primero que se me viene a la cabeza es la situación de esos menores inmigrantes que nuestras instituciones atienden, pero no tutelan. Creo que es urgente revisar, y rectificar, los protocolos asistenciales que se les aplican. Que es imprescindible integrar a esos jóvenes en nuestro sistema educativo. Darles, de ese modo, una verdadera oportunidad de crecer y de pertenecer. Como todos nosotros, pertenecer al mundo.
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