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Reportaje:

Mirando al pasado del Sahara

Andoni Sáenz de Buruaga investiga la riqueza arqueológica de la llanura del Tiris - El proyecto busca la cooperación con la sociedad saharaui

Su trabajo, defiende el arqueólogo Andoni Sáenz de Buruaga (Vitoria, 1956), consiste en mirar al pasado. Desde 2004, su atención se ha dirigido al Tiris, una vasta llanura del Sahara occidental, donde está desarrollando desde entonces un proyecto a caballo entre la investigación y la cooperación con el pueblo saharaui. Al frente de un equipo de seis personas, la mitad seleccionada por el Gobierno de la Republica Árabe Saharaui Democratica, ha llevado a cabo cuatro campañas sobre el terreno, financiadas por el Gobierno vasco, la última hace menos de un mes. Ya han trabajado en más de 200 yacimientos arqueológicos en un territorio de unos 30.000 kilómetros cuadrados - cuatro veces más que la superficie del País Vasco- situado en la mitad meridional del Sahara occidental, en la zona bajo el control del Frente Polisario.

El Gobierno vasco subvenciona las campañas sobre el terreno La mitad del equipo está formada por saharauis

El Gobierno vasco ha dedicado 27.000 euros anuales a las expediciones. Este año se ha doblado la cantidad y el equipo de Sáenz de Buruaga podrá realizar dos campañas en el Tiris, en una zona situada a más de mil kilómetros de los campos de refugiados de Tinduf. La riqueza arqueológica habla de un pasado en el que el territorio ofrecía recursos suficientes a la población, no el paisaje mineral del desierto que hoy lo cubre. Hasta hace 4.000 años no se inicio el proceso de desertización; antes, con los picos propios de la evolución climática, el clima era subtropical, similar al que hoy domina en Kenia o Tanzania. "Sobre el terreno se ve que fue un vergel. He visto los ríos fósiles, tengo pruebas objetivas y es fácil imaginarlo", asegura el arqueólogo.

Sáenz de Buruaga se confiesa comprometido con el pueblo saharaui en el desarrollo del proyecto. "Me topé con una sociedad marginal y marginada, ante la que no puedo cerrar los ojos. El trabajo científico debe ser riguroso, objetivo, y ser difundido. El equipo de trabajo debe adaptarse a la gente de allá", defiende. Por eso los equipos que dirige -bajo la encomienda del Gobierno de la RASD subraya- tienen la mitad de las plazas reservadas para saharauis, personas que han estudiado arqueología en Argelia. "Si no somos capaces de instruir, de facilitar las herramientas de gestión del patrimonio a la sociedad saharaui, poco habremos hecho. Nuestro objetivo es la valoración científica del patrimonio, pero es al pueblo saharaui a quien le corresponde gestionarlo".

Hasta ahora el trabajo ha sido, fundamentalmente, de investigación arqueológica. En las sucesivas campañas han localizado más de 200 yacimientos. Son los poblados y asentamientos itinerantes, sepulturas y elementos rituales, talleres donde se trabajaban las materias primas y arte prehistórico. "Es una riqueza arqueológica exhuberante", afirma. El abanico cronológico es impresionante: han encontrado pruebas de la presencia humana estable hace 10.000 años, pero también testimonios que abren pistas sobre la ocupación del territorio hace más de 150.000 años. Y otras pruebas, cuantitativamente más limitadas, unos 10 yacimientos, permiten calcular una antigüedad entre los 600.000 y los 300.000 años. "Estoy convencido de que con el tiempo, cuando reconozcamos mejor el territorio, encontraremos cosas más antiguas y otras que están en medio", explica. Y han aparecido paradojas: los túmulos neolíticos, por ejemplo, perduraron a lo largo de la historia y, siguiendo la misma tradición, aparecen puntualmente en el siglo VIII. O estructuras rituales en forma de media luna de 300 metros de longitud.

El arte prehistórico aparece en la zona en menor medida que en el franja norte del Sahara occidental, pero ya han estudiado nueve localizaciones. Una de ellas, cuenta con 50 grabados en las que se ven diversos animales, figuras humanas esquemáticas y motivos geométri. Sáenz de Buruaga se plantea ir más allá de la arqueología. "Mirar al pasado es también estudiar la toponimia y la lingüística, es aproximarnos a las pautas de comportamiento, a la vida cotidiana, al medio ambiente", dice el arqueólogo. "Es acercarnos a las sociedades". El experimento de recoger entre la población autóctona las referencias toponímicas ya está en marcha. En octubre volverá al desierto para ampliarlo.

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