Historia de un mundo entre hielos
Javier Reverte narra su viaje a través del Paso del Noroeste, en el Ártico
No es una de esas personas que ponen chinchetas sobre los países que han visitado. Quizá por ello no recuerda cuántos ha recorrido. Tampoco parece importarle el número, solo la pasión por conocer a las personas que los habitan. Esa es la premisa en la que se basan los libros de viajes de Javier Reverte (Madrid, 1944), que publica ahora En mares salvajes (Plaza & Janés), una historia sobre un mundo cuasiprotegido hasta hace poco por hielo, el del Ártico.
Reverte tardó 13 días en cruzar el Paso del Noroeste a bordo de un barco oceanográfico ruso, el Akademic loffe, lo que el primer hombre que lo hizo, Roald Amundsen, logró en 1906 tras tres años colándose entre el hielo. Reverte hizo ese viaje a través de ese paso que conecta el océano Atlántico con el Pacífico en 2008. El deshielo debido al cambio climático habían permitido un año antes, en el verano de 2007, viajar a través del paso, hasta entonces custodiado por enormes placas de hielo.
"Hay lugares a los que no ha llegado nadie", recuerda el escritor
¿No asusta que cada centímetro del mundo ya haya sido descubierto? "No, porque hay lugares a los que no ha llegado nadie, como la selva del Congo, quizá porque no hay riquezas que explotar, pero también porque son peligrosos, hay enfermedades, como la malaria y el cólera, hay guerras". Desinterés es precisamente lo que no genera el Ártico. Antes fue el intento de hallar el camino más corto para llegar a Asia por las principales potencias coloniales, España, Portugal y Gran Bretaña. Más adelante, el reto de lograr cruzar el paso. Ahora el Ártico es un reto en forma de recursos: alberga el 25% de las reservas mundiales de hidrocarburos.
"El origen de todo está en la ambición y el beneficio", reflexiona Reverte. Canadá, EEUU, Rusia, Noruega y Dinamarca tienen sus miradas puestas en la zona, que el escritor describe como un "paraje desnudo, bastante atroz". El escritor es escéptico de que sea protegido como sí ha ocurrido con la Antártida, que ha alcanzado los 500.000 visitantes anuales.
En mares salvajes no se centra, sin embargo, en los paisajes, sino en las personas que los salpican. Los inuit, una etnia pequeña de tan solo unos miles de personas, habitan por toda la zona ártica y, cómo su entorno, han ido cambiando en los últimos años. "Llevaban años sin cambiar su vida, y en 50 años lo han cambiado todo". El cambio, cultural y generacional, ha resquebrajado el equilibrio sobre el hielo. "Prácticamente no existe la vida tradicional, se han reubicado los habitantes en localidades de 8.000 personas y se les ha dado mucho dinero, a cambio de derechos, que se ha convertido en alcohol y drogas", describe el autor. Aunque en muchas localidades se ha prohibido el alcohol, el resultado actual es "un aumento de las depresiones y la tasa de suicidios, nuevas enfermedades como la diabetes...". Por todo ello, "son como los indios de Guatemala, es muy difícil llegar a ellos porque tienen el recuerdo de lo que les hicieron nuestros colegas blancos; hay resquemor en ellos".
El cambio ha producido contrastes: "Un inuit canadiense puede estudiar donde quiera, le pagan los estudios; en verano vuelve a casa y se dedica a cazar osos y focas porque tiene derechos que los blancos no tienen". ¿Habría que limitar esta globalización cultural y social? "¿Por qué un masai no tiene derecho a una nevera? Los efectos positivos de la globalización, el progreso humano, deberían ser para todos", apunta el escritor. Reverte augura cambios para los próximos años en el Ártico, donde los osos se desplazarán, habrá más turismo y más población. Un mundo deshelado es un mundo expuesto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.