Bilbao sigue en riesgo 25 años después
La gran obra anunciada en 2001 contra las inundaciones sigue siendo un simple anteproyecto - Las instituciones vascas culpan al Gobierno central del retraso
Entre el 25 y el 26 de agosto de 1983, un total de 1.500 millones de toneladas de agua cayeron a plomo sobre Euskadi. En apenas 36 horas, llovió 1,5 veces más que en todo un año. El saldo fue catastrófico: 34 personas murieron, cinco más desaparecieron, centenares perdieron su hogar y varios miles, su empleo. Las pérdidas se aceracron a los 200.000 millones de pesetas (1.200 millones de euros). La tragedia golpeó a numerosas localidades de las tres provincias, pero se ensañó cruelmente con Bilbao.
Hoy, cuando sólo dos días le separan de conmemorar el 25º aniversario del día más negro de su historia reciente, Bilbao sigue expuesta a sufrir una riada de magnitudes similares a aquélla que sumergió gran parte de sus barrios más clásicos y populares bajo una espesa capa de agua, lodo, hierro, plástico, dolor, ruina y muerte. La gran obra que disiparía de forma definitiva la amenaza de inundaciones como las de 1983, la construcción de dos gigantescos túneles de desagüe con entrada en La Peña y salida en Olabeaga, cuyo anteproyecto y adjudicación fueron anunciados a bombo y platillo por la Diputación vizcaína en 2002, sigue siendo hoy, seis años después, sólo eso: un simple anteproyecto que descansa en un cajón en la sede de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico en Oviedo. Fuentes del Gobierno vasco, la Diputación y el Ayuntamiento de Bilbao, cuestionadas por el estado en que se encuentra "el proyecto hidráulico más importante de Euskadi", como lo calificó en su día el entonces diputado general vizcaíno, Josu Bergara, no aportaron respuesta e invitaron a EL PAÍS a plantear la pregunta al Gobierno central y la Confederación Hidrográfica del Cantábrico.
El Gobierno central declaró los dos túneles de interés general ya en 2006
Sólo una de las cuatro obras planteadas se ha llegado a ejecutar
"Hablar de plazos es precipitado", dice la Confederación Hidrográfica
En 2001, Bergara encargó a la Diputación un estudio que analizase la fórmula para evitar inundaciones en Bilbao. Era el octavo trabajo de este tipo que se elaboraba en Euskadi desde las riadas de 1983. Los de mayor envergadura fueron el Plan Integral de Prevención de Inundaciones, redactado por el Gobierno vasco en 1992 para reducir la posibilidad de riadas catastróficas a una vez cada siglo, y el Plan Hidrológico vasco, del Ministerio de Fomento. Entre 1983 y 2003, el Ejecutivo autónomo invirtió cerca de 200 millones de euros para minimizar el riesgo de riadas: 100 se destinaron a Vizcaya, 92 a Guipúzcoa y seis a Álava, principalmente a Amurrio y Llodio. Estos planes eliminaron numerosos puntos negros en las cuencas del Nervión, Asua, Ibaizabal, Artigas, Oria y Deba y se tradujeron en una notable reducción en el número de las riadas. En diciembre de 2006, el tripartito aprobó una nueva inversión de 75 millones de euros para suprimir 30 puntos negros más en Vizcaya y Guipúzcoa.
Bilbao no quedó al margen de esos planes, pero sus peculiaridades, con una ría que atraviesa la ciudad de este a oeste con infinidad de viviendas, fábricas, paseos y construcciones en sus márgenes, hacían necesaria una actuación estratégica y de grandes dimensiones. Ésta fue incluida en el Plan General de Bilbao y preveía cuatro obras: la corta de La Peña, el dragado del cauce de la Ría en el tramo comprendido entre el Casco Viejo y el Ayuntamiento, la apertura del canal de Deusto en Olabeaga y los dos túneles citados. Pasados 25 años de la tragedia, sólo una se ha ejecutado, la corta de La Peña, una de las zonas más afectadas en 1983: el agua llegó a alcanzar allí 6,25 metros de altura. La obra consistió en un cambio de curso de la Ría, alejando el cauce de las viviendas y mejorando la fisonomía del barrio. Las otras tres actuaciones siguen pendientes. La apertura del canal de Deusto, que desdoblaría el curso de la Ría en dos cauces, aumentando de forma considerable su capacidad de desagüe camino del Abra, se recoge en el nuevo plan urbano de Zorrozaurre y será realidad a medio plazo. Las labores de dragado nunca se realizaron por el riesgo de derrumbamiento de los muelles. Y la obra nuclear, la de los túneles, descansa en un limbo competencial.
Como resultado del estudio encargado por Bergara, la Diputación anunció en 2002 la convocatoria del concurso para adjudicar dos túneles cuyo coste se fijó en 180 millones de euros. Construidos a 25 metros de profundidad y en línea recta de La Peña a Olabeaga, tendrían una anchura conjunta de 40 metros -el diámetro de cada uno sería de 12 metros- y absorberían 1.270 metros cúbicos por segundo -el caudal de la Ría llega a 1.400-. En 1983, la riada arrastró a su paso por La Peña 3.000 metros cúbicos por segundo. Según los técnicos forales, con ambos túneles en servicio una hipotética repetición de la extraordinaria gota fría de 1983 causaría una inundación de un metro en el Casco Viejo. Hace 25 años, el agua alcanzó allí cinco metros. El inicio de esta gran obra hidráulica se fijó para 2004. Nada se supo de ella hasta 2006.
A cambio del apoyo del PNV a los Presupuestos Generales del Estado para 2007, el Gobierno central accedió a declarar de interés general ambos túneles. Automáticamente, la financiación pasó a depender del Ejecutivo estatal y la competencia del proyecto y su ejecución, a la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, controlada por Fomento. Su coste se estimó en 220 millones de euros. Dos años después, no hay noticias del proyecto. Las instituciones vascas ni saben ni contestan.
"La pelota está en el tejado de Madrid", dice Pedro Aspiazu, diputado del PNV que participó en aquella negociación. "No tenemos ninguna valoración que hacer", afirma la Diputación vizcaína. "La pregunta hay que formulársela al Gobierno central", dicen en el Ayuntamiento. "La competencia es de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico. Ellos deben redactar el proyecto y dotarlo de presupuesto", sostiene el tripartito.
"Actualmente, estamos elaborando un diagnóstico pormenorizado de la problemática existente en la totalidad de la cuenca del Nervión, con el objetivo de buscar alternativas viables, económica y técnicamente, que cumplan el objetivo del proyecto, que es reducir los efectos negativos de las avenidas en la zona, seleccionando la más adecuada", sostiene la Confederación. "Hablar de plazos ahora mismo sería bastante precipitado, dada la importancia y magnitud de la obra", añade.
La inacción institucional no es el único obstáculo que deberá salvar el proyecto. Técnicos de la consejería de Medio Ambiente redactaron hace año y medio un informe en el que expresaban sus dudas de que la construcción de los túneles fuese la solución que requiere Bilbao. Los expertos temen que el hipotético taponado de uno de ellos (por un árbol u otro elemento que quedara atravesado en su interior) tuviese consecuencias nefastas para la ciudad.
La "mayor obra hidráulica", pendiente
- Dos túneles de 3,7 kilómetros. Se construirían en línea recta entre La Peña y Olabeaga. Formarían la base del semicírculo que traza el Ibaizabal a su paso por Bilbao.
- Gran capacidad. Los túneles detraerían un caudal de 1.270 metros cúbicos por segundo. La Ría soporta en la actualidad 1.400. En las riadas de 1983, el caudal máximo registrado en La Peña llegó a 3.000 metros cúbicos por segundo.
- Minimizar los daños. Con ambos túneles en servicio, una gota fría tan extraordinaria como la de 1983 causaría una inundación de un metro en el Casco Viejo. Hace 25 años, el agua llegó a alcanzar cinco metros en ese punto.
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