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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El turno de Netanyahu

El jefe del Likud tratará de formar un Gobierno en Israel que deberá contar con la ultraderecha

En Israel los votos no sólo se cuentan, sino que, convertidos en escaños, se suman, y la suma de la vencedora en las elecciones del día 10, Tzipi Livni, del partido Kadima, autodenominado centrista, no llega a 50, cuando la mayoría del Knesset es de 61. Por ello, los segundos han sido los primeros, y Benjamín Netanyahu, líder del Likud, derechista confeso, tendrá su oportunidad durante las próximas seis semanas de formar Gobierno.

Bibi, como se le conoce, que ya fue jefe del Ejecutivo de 1996 a 1999, parece que deberá abrirse aún más a la derecha, para sobrepasar esa mitad necesaria del Parlamento. A sus 27 escaños -por 28 de Livni- podrá sumar los 15 de Nuestra Casa Israel, de Avigdor Liebermann, que propone impasible la deportación de los árabes de nacionalidad israelí, y se opone a un Estado palestino con mayor fervor que Netanyahu; los 11 de Shas, derecha religiosa sefardí, y los de un sarpullido de partidillos que compiten en extremismo.

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EL DERECHISTA NETANYAHU FORMARÁ GOBIERNO EN ISRAEL

Netanyahu habría preferido formar un Gobierno de unidad nacional con Livni y los laboristas de Ehud Barak, que han cosechado como premio a su capacidad de tergiversación el peor resultado de su historia con 13 escaños, no tanto porque abrigue anhelos centristas, sino como parapeto de presunta moderación ante el presidente norteamericano Barack Obama, del que se presume, sin pruebas al efecto, que tratará de ser equidistante entre Israel y la AP de Mahmud Abbas, como no lo ha sido ningún presidente desde Jimmy Carter (1976-80).

Pero Livni, que se dice partidaria de la creación de un Estado palestino aunque sin especificar cómo, cuándo y para qué, ha rechazado, al menos de momento, la invitación a entrar en el Ejecutivo, naturalmente a las órdenes de Bibi. Pero hay un mes y medio por delante y, ante el descorazonador frente que pueda presentarle el líder israelí, no hay que descartar que Obama quiera hacer saber con qué clase de Gobierno preferiría lidiar en Jerusalén.

Netanyahu sabe mejor que nadie, puesto que es casi tan norteamericano como israelí, que no le conviene malquistarse con Washington, con lo cual, si forma un Gobierno de superderecha, estaríamos ante una reedición de su experiencia anterior; negociar sobre negociar para que nada cambie. La derechización del voto israelí y el crecimiento de Hamás entre los palestinos no autorizan hoy, por ello, ningún beato optimismo.

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