Lo peor de la recesión
La subida acelerada del paro aumentará la morosidad y agotará las cuentas públicas
El desempleo está creciendo en España a un ritmo temible, como demostración inapelable de la gravedad de la recesión económica que se dispone a sufrir la economía española, al menos durante 2009. En noviembre, el paro registrado en las oficinas del Instituto Nacional de Empleo (INEM) aumentó en 171.000 personas respecto al mes de octubre y sitúa el número de parados en casi tres millones de personas. Es el segundo peor registro mensual de la historia del desempleo y se produce después de ocho meses seguidos de subidas del paro. Todos los sectores, encabezados por los servicios y la construcción, han contribuido al aumento del paro; y, para redondear el tétrico panorama laboral, la Seguridad Social perdió más de 197.000 afiliados el mes pasado.
Las estadísticas del Inem son pésimas y dibujan una crisis grave del mercado de trabajo al menos hasta mediados de 2009. Se queda corto el vicepresidente Pedro Solbes cuando, con su cautela letárgica habitual, asegura que "existe el riesgo de que el paro aumente algo más". Con los pronósticos de recesión para el conjunto del año próximo, en el que se prevé una contracción de la economía próxima al 1%, la tasa de paro se puede aproximar, en las versiones más moderadas, al 16%, en términos de la encuesta de población activa (EPA). Haría bien el Gobierno en prepararse para afrontar unos costes de desempleo y de cobertura social que van a crecer de forma exponencial al menos durante el próximo ejercicio. Hasta mediados de 2009, todos los indicadores irán a peor, desde el paro hasta las cuentas públicas, incluida paradójicamente la inflación. El desplome del IPC por efecto del hundimiento de la demanda será más un signo de la extrema debilidad de la economía que de una inexistente salud competitiva de los mercados.
El problema es que esos indicadores van a seguir socavando la confianza de las familias y, con ello, las decisiones de gasto en consumo, realimentando la espiral recesiva. El exponente más vidrioso de esa espiral es el aumento de la morosidad, ya que afecta al riesgo sistémico implícito en las dificultades del sistema financiero. En España, la correlación entre paro e insolvencias hipotecarias es muy elevada. Esto no facilitará la normalización de los mercados de crédito. Y sin esto no habrá señales de recuperación.
Por eso es urgente reactivar la conexión entre el sistema bancario y las empresas. El esfuerzo público por ayudar a los bancos debe exigir, como contrapartida, que transmitan a crédito de las empresas parte de los fondos recibidos; es decir, que las entidades bancarias vayan oxigenando poco a poco el sistema de circulación crediticia, colapsado desde hace meses. Hay algunos indicios, como el descenso del precio del dinero, que permiten confiar en que esa oxigenación empezará a producirse en un breve plazo. Pero apenas es algo más que un deseo; y la fe no sustituye al circulante.
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