El nombre de la gripe
La enfermedad amenaza con una pandemia mundial, pero todavía de baja intensidad
Alerta muy seria, sí. Alarma teñida de dramatismo, no. Así se resume la advertencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS) a los Gobiernos, basada en la posibilidad bastante probable de que la actual gripe de origen porcino (rebautizada ayer por la UE como nueva gripe, para evitar que afecte a la industria cárnica) acabe en una grave pandemia.
De hecho, el escenario de la pandemia no significa nada más (ni nada menos) que una enfermedad que se propaga a gran velocidad en distintos países. Los expertos del Centro de Prevención y Control de las Enfermedades de la UE adelantaron ayer que entre el 40% y el 50% de la población europea padecerá probablemente la enfermedad, aunque "de forma moderada". La situación no es comparable con la de México, según esos expertos. De momento, la OMS sólo certifica (con criterios muy estrictos de verificación) 148 personas infectadas en nueve países industrializados o emergentes.
Esa realidad justifica plenamente el estado de alerta, entre otras razones porque la evolución de esta compleja cepa de gripe es "impredecible", por su carácter fácilmente transmisible y por la posibilidad de mutación del virus. Pero no avala, al menos de momento, la alarma indiscriminada, pues los casos registrados (fuera del foco mexicano) no exhiben gravedad y existe ya un repertorio de medidas sanitarias para afrontar la enfermedad, aunque no para detenerla. Conviene recordar que la gripe humana convencional se cobra unas 3.000 víctimas al año en España, no menos de 40.000 en la UE y entre un cuarto y medio millón en todo el mundo.
De modo que los Gobiernos no deben sobrerreaccionar, pero deben proseguir e intensificar, si cabe, las medidas de detección, tratamiento y puesta a disposición de los fármacos indicados, a sabiendas de que la vacuna específica tardará entre tres y seis meses en poderse comercializar. En este sentido, lo primero que han hecho las autoridades españolas es coordinar las competencias centrales y las autonómicas. Los franceses han reclamado un enfoque europeo, elemento que falló en los primeros días, con recomendaciones contradictorias entre sí, pese a la acumulación de experiencias de casos como el de las vacas locas de los años noventa.
La primera medida adoptada por la cumbre de ministros de Sanidad de la UE reunida ayer en Luxemburgo fue rechazar la propuesta francesa de suspender los vuelos procedentes de México. Por una parte, las instituciones de la UE carecen de competencias para una medida de ese tipo, por lo que en todo caso serían decisiones de cada país; por otra, se considera prematura una medida tan drástica, aunque la comisaria de Sanidad recomendó hace días, a título personal, evitar los viajes no sólo a México sino también a Estados Unidos.
Algunos países latinoamericanos sí han cerrado sus fronteras (terrestres y aéreas) con México, y Ecuador ha adoptado incluso el estado de excepción. Esta dramatización de la respuesta trae cuenta seguramente de la desconfianza hacia el Gobierno de México. Por la sospecha de que ocultó información al principio de la crisis; la certeza de que sus primeras víctimas fueron tratadas tardíamente, dada la precariedad de su sistema sanitario; y por el espectacular efecto de la recomendación presidencial a los ciudadanos de recluirse durante cinco días en sus hogares.
Una respuesta cabal a esta crisis pasa por equilibrar prevención y alarma, impulsar políticas de transparencia adecuadas, revisar los niveles sanitarios en los países emergentes. Y tomar en consideración su negativa incidencia en el comercio, el turismo y las Bolsas, como ha advertido el Banco Mundial. Por eso se requieren medidas claras y coordinadas en todos esos vectores. Algo que aún no se ha verificado.
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