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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ante la globalización

Hay esencialmente dos maneras de ver la globalización: como política, es decir, fomentándola, o como situación, con un grado de inevitabilidad similar al de la ley de la gravedad. Hubert Védrine, en su importante informe al presidente francés sobre Francia y la mundialización, opta por este segundo enfoque y propone vías no tanto para que su país intente transformar la realidad, "regular la mundialización", sino adaptarse a ella, protegerse de sus efectos nocivos y aprovechar los positivos. La conclusión principal es que, a pesar de la integración europea y una política exterior común "bien intencionada y bien poco potente", Francia necesita, tanto como en la guerra fría, una política exterior y de defensa propias. Hacia Estados Unidos ("amigo, aliado pero no alineado"), occidental pero no occidentalista (no a una "santa alianza occidental"), hacia el mundo árabe, África, y las potencias emergentes, sea China, India o Brasil.

Védrine, ex ministro socialista de Asuntos Exteriores, es una de las mejores cabezas en este campo, y de ahí el acierto de Sarkozy con este encargo, que puede contribuir no sólo a provocar un debate público sino a superar la "enfermedad francesa" (aunque también la sufran otros países) de rechazo a la globalización. Es de agradecer que este informe se haya hecho público casi a la vez que se le entregaba a su destinario oficial, aunque el verdadero fuera el pueblo francés, que sufre de "desconfianza" hacia la globalización. Según Védrine, necesita llegar a un consenso para "aceptar la economía global de mercado como un hecho", sacar el mayor provecho de ella y preservar un "núcleo de competencias, soberanías y responsabilidades públicas", entre otras cosas, para amortiguar los posibles choques externos. Y esa propuesta de una "estrategia ofensiva", nacional y europea, de "protección, solidaridad y regulación" para que "Europa se convierta en la reguladora del mundo" coincide demasiado con lo que el proteccionista Sarkozy esperaba.

A España le debe interesar este informe no sólo por estar ausente de él, sino sobre todo porque refleja una renacionalización clara de la política exterior francesa. Salvando las distancias y los intereses diversos (por ejemplo respecto a América Latina), algunos de los análisis son también aplicables a este país. No estaría de más que el Gobierno de Zapatero encargara un informe así sobre España y la globalización que sirviera para un necesario gran debate nacional que brilla por su ausencia.

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