La elegancia de hablar bien
No se sabe lo que podrá hacer Obama, si cumplirá finalmente todas sus promesas. Mientras llega el momento de pronunciarse sobre sus políticas concretas, quizá no esté de más ocuparse de algunas cosas buenas que ya ha hecho. Y una de ellas es hablar bien. Cuantos siguieron la campaña quedaron fascinados por su oratoria y, el último día, no sólo impresionó Obama, también lo hizo McCain.
¿Cómo pueden resultar tan convincentes si se limitan a leer sus discursos a través de un sofisticado sistema que les sopla las palabras proyectándoselas en una pantalla semitransparente? Dicen los expertos que si los políticos estadounidenses hablan bien es porque: a) los partidos demócrata y republicano tienen "una conciencia moral sólida"; b) son el resultado de un sistema que les exige dar bien en televisión; c) en Europa mandan más los partidos y los nuestros no son políticos-personaje;
d) desde pequeños se les enseña en la escuela a hablar en público; e) pasan muchas horas ensayando.
Seguro que se pueden encontrar 17 razones más para justificar esa verdad indiscutible, que nuestros políticos aburren. De los líderes de los dos partidos más votados, Rodríguez Zapatero tiene una querencia excesiva por la solemnidad y a Rajoy le pierde su pasión por el chascarrillo. Así que el primero no deja fluir nunca su discurso sino que lo va partiendo en fragmentos que contienen como máximo tres palabras (además mal acentuadas): está convencido de que cada vez que dice algo está descubriendo el mundo, así que deja esos silencios para que suspiremos. Rajoy, mientras tanto, quiere siempre modular sus frases con un swing irónico, y sube y baja prometiendo que va a rematar. Pero no remata nunca.
Cuando uno de los expertos decía que los dos grandes partidos de EE UU tienen "una conciencia moral sólida" quería decir que sus políticos incorporan a Dios en sus discursos con gran facilidad. No vayan a imitarlos, por favor, justo en eso. Está claro que para hablar bien hay que haber sido educado en hacerlo y que hace falta practicar. Pero lo primero de todo es darse cuenta de que con tanta solemnidad y afán irónico sólo se provoca tedio y hastío.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.